martes, 6 de octubre de 2009

¡Ayer fue un día doblemente triste!

¡Ayer fue un día doblemente triste!
Por: Hindu Anderi
El día comenzó con una mala noticia, la esperábamos, pero como se suele decir, no estamos preparados para recibir la muerte, que muy probablemente nunca es bienvenida. Se fue una de las voces más privilegiadas de Nuestra América, quizás una de las más hermosas del mundo. Icono de la canción necesaria, de la música de contenido, de la otrora llamada “música de protesta”. Por cierto música hoy más que nunca indispensable para la lucha, porque aún hay que cantar para denunciar la injusticia, el crimen, la inequidad, la complicidad; cantarle a la esperanza, a la utopía, al amor. En fin, cantar.
La Negra Mercedes Sosa se fue de este plano, para descansar. Se fue con su canto a llenar con su fuerza otros espacios. Se fue con su don de humanidad y su carga de afecto por la América negra, mestiza, plena de hombres y mujeres honestos y sufridos por causa de la canalla.
Su partida nos llenó de tristeza, pero esa tristeza se multiplicó durante el entierro de la maíta, madre de una pequeña gran mujer, Alejandrina Reyes, la camarada, la amiga, la cultora a quien no le da la gana de abandonar la lucha, ni siquiera en momentos de dolor como el de ayer.
Y la tristeza se multiplicó, se nos multiplicó, pero se le agregó la rabia, la indignación. “…todavía somos pobres…” fueron algunas de las frases que pronunció Aleja.
¡Claro que lo somos! No es posible que, en pleno proceso, un momento de tanta importancia para la vida de cualquiera, como lo es el adios a un ser querido, a un familiar, a un hermano, a un hijo, a la madre, sea violentado.
El Cementerio General del Sur es un asco. Una guarida de forajidos, es un lugar para el tráfico de huesos. Quienes entierran a los suyos deben pisar las tumbas de otros o hacer equilibrio sobre las que han sido profanadas, que se cuentan por centenares. Allí observamos la negligencia, la falta de amor y afecto por la ciudad y sus espacios, pero lo peor, la falta de compromiso.
“…tendrán que profanar las tumbas de Aquiles Nazoa, de Argimiro Gabaldón, de Jorge Rodríguez padre, para que se conduelan y atiendan el cementerio…” otras de las frases de Aleja.
Lo que nos da mucho dolor es que, si se ha hecho algo por el Cementerio, es en la parte de abajo, la que visitan las autoridades, pero sólo para engañarles la vista.
Mientras ocurre el entierro, las aves de rapiña, las bestias, las pirañas, vigilan o “cantan la zona”. Se alegran pues llegó un saco nuevo de huesos para negociar con los “religiosos” que piden se les respete su libertad de culto, pero violan el derecho de quienes exigen respeto para sus difuntos.
El Cementerio no se da abasto. Hay que buscar otro terreno para nuestros difuntos.
El Cementerio General del Sur hay que clausurarlo, para recuperarlo y convertirlo en lo que debe ser, en cualquier ciudad del mundo, un lugar digno de descanso, de meditación, de acompañamiento a quienes se fueron y no una selva donde sobreviven los más fuertes.
Ayer, en el Cementerio General de Sur nos dimos cuenta que sí “seguimos siendo pobres”.

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