No podrá morir
La oposición existente en el
país, obligada por los hechos a batirse en el terreno democrático –siempre, por
supuesto, con su plan B bajo la manga–, es un modelo de fijación borbónica, la
condición irremediable con que alguna vez tratara de estigmatizar a la
izquierda un conocido exintegrante de la misma. Se reconoce que no es uniforme
en su composición, pero, a la hora de la verdad, en la acción sí lo es, no
obstante su entreacuchillamiento. Porque quien fija la pauta es invariablemente
el sector de extrema derecha, que semiocultó su fascismo bajo la máscara de la
“democracia” puntofijista, y porque quienes pudieren desear el juego limpio han
demostrado carecer de voluntad o de capacidad para abrirse camino. Veamos,
pues, a esa oposición como un todo y recordemos algunos botones de muestra de
su accionar.
El primer lugar lo ocupa su
oposicionismo: Actúa por reacción, de modo automático ataca cada política
revolucionaria, sin conocimiento o análisis previo ni racionalidad, y luego
lucubra las justificaciones sobre base de medias verdades y mentiras
goebbelsianas. Se trata, en otro plano pero con la misma intención, de una
práctica de la “doctrina” betancourista de disparar primero y averiguar
después.
El segundo corresponde a su
violencia: Campañas alienantes de odio, difamación, demonización, golpes de
Estado y petrolero, guarimbas y toda esa panoplia de sobra conocida. El hilo
que los pega es la hipocresía.
Y pocas veces esa condición se ha
revelado en toda su perversión como en ésta, cuando ante la enfermedad del
Presidente dicen A (deseamos que se mejore), mientras todo el mundo observa la
B detrás con su verdadera expresión, el innoble deseo sobre el cual fincan su
esperanza sin fondo de recobrar el poder.
No es sólo el deseo: Vuelven los
intentos desestabilizadores, tornan los efebos “manitas blancas”, parecen
olerse miasmas de marca “paras”, se airean amenazas para el día 23 de enero y
hay el tupé de negar al Gobierno legítimo, el cual se asienta en la voluntad
popular “como sobre una roca” (Neruda) y es la continuidad multielegida de la
gestión del presidente Chávez.
Chávez no podrá morir. El
capitalismo no podrá sobrevivir.