sábado, 17 de octubre de 2009

La Comunicación y el socialismo

La comunicación y el socialismo
Alberto Müller Rojas
Uno de los contribuyentes fundamentales para el desarrollo de una praxis para la transición hacia el socialismo es Jürgen Habermas, especialmente a través de su obra sobre la Acción Comunicativa. Sigue este pensador la escuela de la filosofía crítica posibilitadora del rompimiento de la tendencia a la inercia a través del desarrollo del pensamiento y la acción dialéctica. En el sustrato de su pensamiento yace la idea de la imposibilidad de un tránsito hacia el socialismo a través de una cosmovisión inducida en las masas y en el seno de las organizaciones sociales. Hacerlo así sería otra forma de alienación. En esa dirección desafía el enfoque de Marx sobre la economía (trabajo alienado), argumentando que la liberación se halla en el lenguaje y la comunicación. Una cuestión cultural. Es allí donde está el sitio de la racionalidad, por cuanto se tiene identidad a partir de nuestras relaciones básicas con otros.
Partiendo de la idea de que la comunicación es un fenómeno interpersonal (nadie puede expresar el pensamiento de otros), ella solamente puede enunciarse en agregados en los cuales sus miembros se consideren semejantes. Un pensamiento recogido por Alfredo Maneiro. Es imposible la comunicación entre desiguales. Hablaba Maneiro que quien tenía la capacidad para convocar a una partida de bolas, era un potencial líder de un grupo de acción. Algo que se experimentó con éxito en la configuración de las patrullas operativas del PSUV. Pero no ha sido así como se conformaron los consejos comunales en los cuales no ha existido comunicación.
El manejo de recursos económicos suministrados por el Estado a sus promotores generó asimetrías provocadores de relaciones competitivas de carácter estratégico. El burocratismo encontró asiento, desnaturalizando la organización popular.
Dentro de esas circunstancias es quimérico el logro de consensos que son la optimización de las condiciones para la creación de la comunidad. Es irracional la idea de la unanimidad, por lo que es ilógica la concepción de la unidad. Pero ya se marcha por ese camino, por lo que lo necesario es tomar conciencia de ello. Desde luego que un relanzamiento es posible, pero ahora es doble la dificultad. Hay que romper la inercia del capitalismo dominante, y la propia impuesta por “el burocratismo socialista”. Los medios masivos no lograrán consensos, y por lo tanto no generarán ni comunidades ni comunas. Su uso con esta finalidad no sería otra distinta que crear alienación. Sería diferente si ellos proporcionaran información para alimentar la comunicación intragrupal. Pero la política comunicacional concebida para orientar el uso de los medios públicos sigue los mismos patrones inducidos por las escuelas de comunicación social, parte integrante de la “intelectualidad orgánica” del capitalismo.

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