Eduardo Machado, el inolvidable ideólogo y activista revolucionario, decía que el partido era como un ejército en campaña. En la medida en que libra combates y batallas pierde soldados y oficiales, pero al mismo tiempo incorpora nuevos contingentes a sus filas.
El partido no es una estructura yerta, inmóvil; por el contrario, es un organismo vivo. Expresa el pensamiento de los sectores más avanzados, representa los intereses del pueblo, pero convive con las tendencias y las contradicciones propias de la sociedad burguesa. Irradia las ideas libertadoras, revolucionarias y socialistas, y al mismo tiempo recibe la influencia de otros sectores sociales y de su ideología.
No es extraño que la propaganda contrarrevolucionaria y la vieja “cultura” burguesa terminen por descomponer a individualidades afiliadas al partido y éstas abandonen sus filas. Son muchos los oportunistas que se incorporan al PSUV en busca de prebendas y lo abandonan al no lograr sus propósitos.
En la medida en que se desarrolla más y más la lucha de clases, el partido consolida en su seno lo mejor del campo revolucionario, los luchadores más abnegados, decididos y leales, y al mismo tiempo incorpora nuevos militantes. Por eso la idea de la construcción del partido todos los días, incesantemente, al calor de la lucha revolucionaria. El partido no cesa de construirse en ningún momento, y lo hace en la medida de ser un organismo vivo, combativo, organizador y vanguardia de las luchas populares.
El partido es un partido de combate, formado para luchar por los intereses del pueblo y por la victoria de la revolución libertadora y socialista. Hay que construirlo donde son más agudos los conflictos políticos y sociales y donde sea más necesario enfrentarse a la corrupción, al despilfarro, a la ineficacia, al burocratismo. Allí es donde más falta hace el partido de la revolución.
El partido no es una estructura yerta, inmóvil; por el contrario, es un organismo vivo. Expresa el pensamiento de los sectores más avanzados, representa los intereses del pueblo, pero convive con las tendencias y las contradicciones propias de la sociedad burguesa. Irradia las ideas libertadoras, revolucionarias y socialistas, y al mismo tiempo recibe la influencia de otros sectores sociales y de su ideología.
No es extraño que la propaganda contrarrevolucionaria y la vieja “cultura” burguesa terminen por descomponer a individualidades afiliadas al partido y éstas abandonen sus filas. Son muchos los oportunistas que se incorporan al PSUV en busca de prebendas y lo abandonan al no lograr sus propósitos.
En la medida en que se desarrolla más y más la lucha de clases, el partido consolida en su seno lo mejor del campo revolucionario, los luchadores más abnegados, decididos y leales, y al mismo tiempo incorpora nuevos militantes. Por eso la idea de la construcción del partido todos los días, incesantemente, al calor de la lucha revolucionaria. El partido no cesa de construirse en ningún momento, y lo hace en la medida de ser un organismo vivo, combativo, organizador y vanguardia de las luchas populares.
El partido es un partido de combate, formado para luchar por los intereses del pueblo y por la victoria de la revolución libertadora y socialista. Hay que construirlo donde son más agudos los conflictos políticos y sociales y donde sea más necesario enfrentarse a la corrupción, al despilfarro, a la ineficacia, al burocratismo. Allí es donde más falta hace el partido de la revolución.
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