Estudiantes de la UBV
“No sabemos nada de nuestras familias en Haití”
Arlenin Aguillón
Tras el devastador terremoto que azotó a Haití, la comunidad estudiantil haitiana residente en Maracaibo quedó completamente incomunicada con sus familiares.
Un grupo de haitianos, estudiantes de la Universidad Bolivariana de Venezuela en la sede zuliana, solicitó la ayuda necesaria para poder conocer el estado de sus familiares. “Sólo sabemos lo que vemos por televisión”, dijo Magorie St. Fleur.
“Hemos hecho múltiples intentos para llamar y no conseguimos comunicarnos”, declaró Jacques Wilguens. En la sede marabina hay seis estudiantes que llegaron de la isla gracias a la beca de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho).
“Necesitamos saber de nuestra familia”, dijo Wilguens. “No sabemos nada de nuestras familias en Haití, ojalá al menos uno de nosotros pueda ir hasta allá”.
Los jóvenes describieron como desesperantes las horas que han tenido que vivir. “Ojalá alguien nos pueda ayudar a saber de nuestros familiares. Se pueden comunicar con nosotros a través de los números 0416-2613062, 0426-8641407 y al 0426-3614321”.
En la UBV se estableció ayer un centro de acopio para conseguir ayuda y enviarla a Haití. Los profesores Eduardo Oyaga, Víctor Durán y Víctor González estuvieron como activadores de la jornada humanitaria. Lo mismo ocurre en otras instancias de la región, que se organizaron para enviar una ayuda humanitaria.
¡NOS DUELE HAITÍ!
Carlos Aznárez
Como nadie, como nunca, como siempre, nos duele Haití. Sus calles hoy llenas de escombros, de muertos, de terror, en esta ocasión “por culpa de un terremoto”, o mejor dicho por culpa de las causas -no climatológicas- que provocaron cientos de años de iniquidad e indolencia imperial en un país arrasado por la voracidad de los sucesivos invasores.
Nos duele el Haití de hoy, golpeado por un sismo de 7 grados, pero que no es distinto al que durante años fue maltratado, violentado, masacrado, torturado, humillado, por otras tantas catástrofes provocadas por gobernantes déspotas, militares asesinos, civiles cómplices, ejércitos de ocupación extranjera, como el que ahora está allí, de la mano de la ONU y que incluye, para vergüenza de la Patria Grande de Bolívar y Pettion, a tropas mercenarias latinoamericanas.
Nos duele este Haití con olor a muerte, las que provocó este resquebrajamiento de la tierra, pero también esas otras, tan cotidianas, como las del compañero Jn. Anil Louis-Juste, intelectual asesinado este martes al salir de su querida Universidad, donde tantas veces había peleado por la dignidad haitiana
Ahora vendrán las condolencias, las ayudas (las mejores y más efectivas son las que siempre han dado Cuba y Venezuela, solidaridad pueblo a pueblo y no caridad de ocasión), y los lamentos por todo lo que no hicimos por ese país que en estos años de Bicentenario deberíamos reverenciar por ser el primero en liberarse, lanzando el primer grito antiesclavista del continente.
Sí, Haití nos duele en las entrañas, en la piel, en las palabras. Pero no es suficiente. No vale recordar a ese hermoso pueblo, empobrecido por los mismos que hoy desde Washington, París o la ONU, derramarán lágrimas de cocodrilo, si no le ayudamos revolucionariamente a expulsar a sus ocupantes, a sacudirse de una vez y para siempre a quienes tanto mal le ha causado.
No le echemos la culpa a los sismos, sino a quienes provocan estos y todos los males de una tierra ultrajada a golpe de transnacionales y crueldad capitalista. Lo demás, es pura hipocresía, como tan bien lo explica ese otro rebelde planetario llamado Evo Morales.
HAITÍ: EL PAÍS QUE PRENDIÓ LA ANTORCHA LIBERTARIA
El martes 12 a las 5 pm un sismo de 7 grados dio en torno a la capital haitiana Puerto Príncipe, la misma que quedó deshecha. Se trata del peor terremoto que haya sacudido a esta nación, la misma que entre el 2001-2007 tuvo desastres naturales que dejaron 18,000 muertos, 132,000 sin techo y 6,4 millones de damnificados.
Hay de ti, pobre Haití.
A las calamidades telúricas se suman las humanas. Al filo de este milenio este país (el más afro-latino) y Bolivia (el más amerindio) se disputaban el título de ser la nación americana con mayor índice de iletrados. Hoy, mientras Bolivia proclama un 100% de alfabetismo, uno de cada dos haitianos no sabe leer o escribir (o vive con menos de un dólar-día).
Haití tiene al pueblo con menos acceso a la salud, educación y empleos en toda la región. Es el único país que mantiene tropas de ocupación de distintas naciones latinoamericanas.
Hoy es el eslabón más débil a nivel de todas las Américas. Sin embargo, eso no fue siempre así. En 1804 se convirtió en la única parte del mundo donde los esclavos rompieron las cadenas y llegaron al poder, así como en la primera República independiente de América Latina y negra del mundo. Haití tenía tantas riquezas que su gobierno financió las gestas soberanas de Miranda, Bolívar y otros.
Justo al inicio del año de los bicentenarios de las independencias hispanoamericanas, el país que prendió la antorcha libertaria de la región, es hoy el que anuncia la primera gran calamidad telúrica en esta nueva década en el planeta.
“No sabemos nada de nuestras familias en Haití”
Arlenin Aguillón
Tras el devastador terremoto que azotó a Haití, la comunidad estudiantil haitiana residente en Maracaibo quedó completamente incomunicada con sus familiares.
Un grupo de haitianos, estudiantes de la Universidad Bolivariana de Venezuela en la sede zuliana, solicitó la ayuda necesaria para poder conocer el estado de sus familiares. “Sólo sabemos lo que vemos por televisión”, dijo Magorie St. Fleur.
“Hemos hecho múltiples intentos para llamar y no conseguimos comunicarnos”, declaró Jacques Wilguens. En la sede marabina hay seis estudiantes que llegaron de la isla gracias a la beca de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho).
“Necesitamos saber de nuestra familia”, dijo Wilguens. “No sabemos nada de nuestras familias en Haití, ojalá al menos uno de nosotros pueda ir hasta allá”.
Los jóvenes describieron como desesperantes las horas que han tenido que vivir. “Ojalá alguien nos pueda ayudar a saber de nuestros familiares. Se pueden comunicar con nosotros a través de los números 0416-2613062, 0426-8641407 y al 0426-3614321”.
En la UBV se estableció ayer un centro de acopio para conseguir ayuda y enviarla a Haití. Los profesores Eduardo Oyaga, Víctor Durán y Víctor González estuvieron como activadores de la jornada humanitaria. Lo mismo ocurre en otras instancias de la región, que se organizaron para enviar una ayuda humanitaria.
¡NOS DUELE HAITÍ!
Carlos Aznárez
Como nadie, como nunca, como siempre, nos duele Haití. Sus calles hoy llenas de escombros, de muertos, de terror, en esta ocasión “por culpa de un terremoto”, o mejor dicho por culpa de las causas -no climatológicas- que provocaron cientos de años de iniquidad e indolencia imperial en un país arrasado por la voracidad de los sucesivos invasores.
Nos duele el Haití de hoy, golpeado por un sismo de 7 grados, pero que no es distinto al que durante años fue maltratado, violentado, masacrado, torturado, humillado, por otras tantas catástrofes provocadas por gobernantes déspotas, militares asesinos, civiles cómplices, ejércitos de ocupación extranjera, como el que ahora está allí, de la mano de la ONU y que incluye, para vergüenza de la Patria Grande de Bolívar y Pettion, a tropas mercenarias latinoamericanas.
Nos duele este Haití con olor a muerte, las que provocó este resquebrajamiento de la tierra, pero también esas otras, tan cotidianas, como las del compañero Jn. Anil Louis-Juste, intelectual asesinado este martes al salir de su querida Universidad, donde tantas veces había peleado por la dignidad haitiana
Ahora vendrán las condolencias, las ayudas (las mejores y más efectivas son las que siempre han dado Cuba y Venezuela, solidaridad pueblo a pueblo y no caridad de ocasión), y los lamentos por todo lo que no hicimos por ese país que en estos años de Bicentenario deberíamos reverenciar por ser el primero en liberarse, lanzando el primer grito antiesclavista del continente.
Sí, Haití nos duele en las entrañas, en la piel, en las palabras. Pero no es suficiente. No vale recordar a ese hermoso pueblo, empobrecido por los mismos que hoy desde Washington, París o la ONU, derramarán lágrimas de cocodrilo, si no le ayudamos revolucionariamente a expulsar a sus ocupantes, a sacudirse de una vez y para siempre a quienes tanto mal le ha causado.
No le echemos la culpa a los sismos, sino a quienes provocan estos y todos los males de una tierra ultrajada a golpe de transnacionales y crueldad capitalista. Lo demás, es pura hipocresía, como tan bien lo explica ese otro rebelde planetario llamado Evo Morales.
HAITÍ: EL PAÍS QUE PRENDIÓ LA ANTORCHA LIBERTARIA
El martes 12 a las 5 pm un sismo de 7 grados dio en torno a la capital haitiana Puerto Príncipe, la misma que quedó deshecha. Se trata del peor terremoto que haya sacudido a esta nación, la misma que entre el 2001-2007 tuvo desastres naturales que dejaron 18,000 muertos, 132,000 sin techo y 6,4 millones de damnificados.
Hay de ti, pobre Haití.
A las calamidades telúricas se suman las humanas. Al filo de este milenio este país (el más afro-latino) y Bolivia (el más amerindio) se disputaban el título de ser la nación americana con mayor índice de iletrados. Hoy, mientras Bolivia proclama un 100% de alfabetismo, uno de cada dos haitianos no sabe leer o escribir (o vive con menos de un dólar-día).
Haití tiene al pueblo con menos acceso a la salud, educación y empleos en toda la región. Es el único país que mantiene tropas de ocupación de distintas naciones latinoamericanas.
Hoy es el eslabón más débil a nivel de todas las Américas. Sin embargo, eso no fue siempre así. En 1804 se convirtió en la única parte del mundo donde los esclavos rompieron las cadenas y llegaron al poder, así como en la primera República independiente de América Latina y negra del mundo. Haití tenía tantas riquezas que su gobierno financió las gestas soberanas de Miranda, Bolívar y otros.
Justo al inicio del año de los bicentenarios de las independencias hispanoamericanas, el país que prendió la antorcha libertaria de la región, es hoy el que anuncia la primera gran calamidad telúrica en esta nueva década en el planeta.
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