Derecho a la estupidez
Carola Chávez
Si algo hay que reconocerle a oposición venezolana es la disposición que tienen para defender las causas más torcidas, innobles y huecas; todo con tal de llevarle la contraria a Chávez sin importar que, en muchos casos, se la estén llevando a si mismos.
Basta que mi presi haga mención a un tema para que ellos se coloquen en el lado contrario, aunque este sea el lado más siniestro, como sucedió el año pasado cuando no sintieron vergüenza al pretender justificar la lluvia de fósforo blanco que cayó sobre los niños palestinos.
No deja de impresionarme cómo son capaces de oponerse a las causas más justas y defender las cosas más banales. Niegan la existencia de obras como Barrio Adentro o el Cardiológico Infantil porque les importa un pepino la salud gratuita para todos, pero ¡ay! si se meten con sus centros comerciales.
Carecen de equilibrio: una bolsa de basura en el Municipio Libertador es “culpechave”, mientras que la basura de Baruta no es basura sino desechos sólidos y se le está buscando una solución este problema que es de todos.
Jamás vi a mis opositores apoyar una sola de las buenas obras de la revolución. En cambio los he visto burlarse, sin una pizca de pudor, de los casi dos millones de compatriotas que han aprendido a leer y escribir, mostrando así un desprecio por el prójimo que no puede menos que llenarme de angustia.
Con tal de oponerse a Chávez se han dedicado a negar los derechos de todos a favor de los privilegios de pocos, han abrazado el racismo, el clasismo y tantos dañinos ismos, han aplaudido golpes de estado, han pedido a gritos invasiones y bloqueos contra su propio país… A falta de causas más justas que defender, marchan a favor del aumento de las matrículas escolares, del derecho a la especulación y a la estafa, alegando que la libertad no es más que el poder escoger entre una dañina variedad de arroces saborizados o, peor aún, que ésta radica en el control remoto de un televisor.
Así, mientras intentamos construir un país justo libre y soberano, ellos hablan de dictadura, exigiendo a voz en cuello sus privilegios huecos y ejerciendo libremente su derecho a la estupidez.
Si algo hay que reconocerle a oposición venezolana es la disposición que tienen para defender las causas más torcidas, innobles y huecas; todo con tal de llevarle la contraria a Chávez sin importar que, en muchos casos, se la estén llevando a si mismos.
Basta que mi presi haga mención a un tema para que ellos se coloquen en el lado contrario, aunque este sea el lado más siniestro, como sucedió el año pasado cuando no sintieron vergüenza al pretender justificar la lluvia de fósforo blanco que cayó sobre los niños palestinos.
No deja de impresionarme cómo son capaces de oponerse a las causas más justas y defender las cosas más banales. Niegan la existencia de obras como Barrio Adentro o el Cardiológico Infantil porque les importa un pepino la salud gratuita para todos, pero ¡ay! si se meten con sus centros comerciales.
Carecen de equilibrio: una bolsa de basura en el Municipio Libertador es “culpechave”, mientras que la basura de Baruta no es basura sino desechos sólidos y se le está buscando una solución este problema que es de todos.
Jamás vi a mis opositores apoyar una sola de las buenas obras de la revolución. En cambio los he visto burlarse, sin una pizca de pudor, de los casi dos millones de compatriotas que han aprendido a leer y escribir, mostrando así un desprecio por el prójimo que no puede menos que llenarme de angustia.
Con tal de oponerse a Chávez se han dedicado a negar los derechos de todos a favor de los privilegios de pocos, han abrazado el racismo, el clasismo y tantos dañinos ismos, han aplaudido golpes de estado, han pedido a gritos invasiones y bloqueos contra su propio país… A falta de causas más justas que defender, marchan a favor del aumento de las matrículas escolares, del derecho a la especulación y a la estafa, alegando que la libertad no es más que el poder escoger entre una dañina variedad de arroces saborizados o, peor aún, que ésta radica en el control remoto de un televisor.
Así, mientras intentamos construir un país justo libre y soberano, ellos hablan de dictadura, exigiendo a voz en cuello sus privilegios huecos y ejerciendo libremente su derecho a la estupidez.
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