Es marxista…
Reinaldo Quijada
Clase Media Revolucionaria
¡Nuestro proceso revolucionario es marxista! Así lo acaba de señalar el Presidente Chávez. Una revolución socialista tiene que ser, indefectiblemente, marxista. Puede ser además cristiana y bolivariana, y otras cosas más, pero lo que no puede dejar de ser, si es auténticamente socialista, es marxista. El marxismo despierta cada 100 años, cuando despierta el pueblo, pudiéramos decir, parafraseando la famosa frase de Neruda, sobre Bolívar. Y debe ser reinventado cada 100 años, cuando se levanta el clamor de las desigualdades… Se pudiera discutir la conveniencia política de haberla definido como marxista. Tendríamos que preguntarnos si nuestro pueblo está preparado para esa marcha. Creemos que todavía no lo está. La oposición ha hecho fiesta de ello y va a buscar sacarle provecho electoral.
Varios de nuestros diputados y altos funcionarios públicos, presentes en el hemiciclo parlamentario, deben haber tragado grueso. Digámoslo sin ambages porque es una realidad conocida. A pesar de estas apreciaciones, consideramos que es un inmenso paso, dejar de lado tanto pragmatismo y ubicarnos, decididamente, en el campo de las convicciones más profundas, terreno sin el cual no es posible construir un auténtico proceso revolucionario. Esto nos obliga a trabajar con el pueblo, a reunirnos con las comunidades, a intentar ser más coherentes en lo ideológico y a concientizar a nuestra gente en el significado humano de una construcción socialista.
Y a crear e inventar. La tarea es inmensa. No estamos acostumbrados a ello, empezando por el propio PSUV. Sorprende (y era de esperarse) que el PSUV no haya dicho esa boca es mía. Esto desnuda la realidad operativa del PSUV, a la cual debemos confrontarnos, de manera crítica, sin miedo. También tendremos que enfrentar la realidad ideológica de muchas de nuestras instituciones y de muchas de nuestras acciones de gobierno. Un Banco de Venezuela que hace una campaña publicitaria masiva, estimulando el consumo, con la intención de captar clientes, pero obviando el objetivo socialista. Y nadie dice nada. Un Instituto Nacional de Hipódromos y otros entes públicos, como el SENIAT, incentivando el juego, con un gasto monumental en propaganda, en toda la prensa nacional (excluyendo VEA), con juegos nuevos como la Polla Max, la promoción de venta de unas llamadas “máquinas azules” para jugar “legal” y la proliferación de casinos, salas de juego y centros de apuesta hípica. Y nadie dice nada. Un consumismo desbordado y generalizado.
Y nadie dice nada. ¿Tendremos, como pueblo, la fuerza y la valentía suficientes para enfrentar el reto que significa una construcción socialista? Recientemente Guillermo García Ponce, “Un grano de maíz”, Vladimir Acosta, Roy Chaderton Matos y muchos más, han venido expresando sus preocupaciones, por el destino de nuestro proceso revolucionario. Chaderton titula unas reflexiones suyas, que hacemos nuestras, “¿Y si perdiéramos las elecciones?”, que apuntan, más allá del grave hecho en sí, a la responsabilidad histórica que tenemos todos los revolucionarios y revolucionarias de la patria de Bolívar, con los pueblos del mundo.
¿Tendremos la fuerza y la valentía suficientes para enfrentar este reto?
Reinaldo Quijada
Clase Media Revolucionaria
¡Nuestro proceso revolucionario es marxista! Así lo acaba de señalar el Presidente Chávez. Una revolución socialista tiene que ser, indefectiblemente, marxista. Puede ser además cristiana y bolivariana, y otras cosas más, pero lo que no puede dejar de ser, si es auténticamente socialista, es marxista. El marxismo despierta cada 100 años, cuando despierta el pueblo, pudiéramos decir, parafraseando la famosa frase de Neruda, sobre Bolívar. Y debe ser reinventado cada 100 años, cuando se levanta el clamor de las desigualdades… Se pudiera discutir la conveniencia política de haberla definido como marxista. Tendríamos que preguntarnos si nuestro pueblo está preparado para esa marcha. Creemos que todavía no lo está. La oposición ha hecho fiesta de ello y va a buscar sacarle provecho electoral.
Varios de nuestros diputados y altos funcionarios públicos, presentes en el hemiciclo parlamentario, deben haber tragado grueso. Digámoslo sin ambages porque es una realidad conocida. A pesar de estas apreciaciones, consideramos que es un inmenso paso, dejar de lado tanto pragmatismo y ubicarnos, decididamente, en el campo de las convicciones más profundas, terreno sin el cual no es posible construir un auténtico proceso revolucionario. Esto nos obliga a trabajar con el pueblo, a reunirnos con las comunidades, a intentar ser más coherentes en lo ideológico y a concientizar a nuestra gente en el significado humano de una construcción socialista.
Y a crear e inventar. La tarea es inmensa. No estamos acostumbrados a ello, empezando por el propio PSUV. Sorprende (y era de esperarse) que el PSUV no haya dicho esa boca es mía. Esto desnuda la realidad operativa del PSUV, a la cual debemos confrontarnos, de manera crítica, sin miedo. También tendremos que enfrentar la realidad ideológica de muchas de nuestras instituciones y de muchas de nuestras acciones de gobierno. Un Banco de Venezuela que hace una campaña publicitaria masiva, estimulando el consumo, con la intención de captar clientes, pero obviando el objetivo socialista. Y nadie dice nada. Un Instituto Nacional de Hipódromos y otros entes públicos, como el SENIAT, incentivando el juego, con un gasto monumental en propaganda, en toda la prensa nacional (excluyendo VEA), con juegos nuevos como la Polla Max, la promoción de venta de unas llamadas “máquinas azules” para jugar “legal” y la proliferación de casinos, salas de juego y centros de apuesta hípica. Y nadie dice nada. Un consumismo desbordado y generalizado.
Y nadie dice nada. ¿Tendremos, como pueblo, la fuerza y la valentía suficientes para enfrentar el reto que significa una construcción socialista? Recientemente Guillermo García Ponce, “Un grano de maíz”, Vladimir Acosta, Roy Chaderton Matos y muchos más, han venido expresando sus preocupaciones, por el destino de nuestro proceso revolucionario. Chaderton titula unas reflexiones suyas, que hacemos nuestras, “¿Y si perdiéramos las elecciones?”, que apuntan, más allá del grave hecho en sí, a la responsabilidad histórica que tenemos todos los revolucionarios y revolucionarias de la patria de Bolívar, con los pueblos del mundo.
¿Tendremos la fuerza y la valentía suficientes para enfrentar este reto?
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