Nace Vladimir Ilich Lenin, fundador de la Unión Soviética, continuador e innovador del marxismo
Tal día como hoy, el 22 de abril de 1870, nació en Simbirsk, Rusia, Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin, relevante continuador e innovador de la teoría marxista y máximo dirigente de la revolución socialista soviética.
Desde joven se integró a las luchas revolucionarias contra el zarismo. Su hermano mayor, Alejandro Ulianov, fue fusilado en 1887 por su participación en el atentado contra Alejandro III. Fue expulsado de la Universidad de Kazán por sus actividades políticas. Licenciado en Derecho en la Universidad de San Petersburgo. En 1905 fue arrestado y deportado a Siberia. Durante su deportación estudió profundamente el desarrollo del capitalismo en Rusia y escribió los resultados en su obra: “El Capitalismo en Rusia”. Desterrado, fundó el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (Posdr) y el periódico “Iskra”, cuyas páginas orientaron durante muchos años las luchas de los revolucionarios rusos.
Infatigable ideólogo, Lenin enriqueció el marxismo en las nuevas condiciones de la agudización de la crisis del capitalismo y la aparición del imperialismo. Fue un marxista creador que combatió beligerantemente las desviaciones a la izquierda y la derecha, el dogmatismo y el sectarismo. No se resignó a repetir como un catecismo las prédicas de Kart Marx, sino que enriqueció el marxismo sobre la base de las particularidades de Rusia en la época del imperialismo y de la guerra inter-imperialista. Entre sus obras fundamentales pueden mencionarse “El Estado”, en la cual se diferencia de los anarquistas, quienes pregonaban la desaparición del Estado, y sienta las bases de un nuevo Estado, el Estado socialista bajo la dirección de la clase obrera; “El izquierdismo, enfermedad infantil del marxismo”, obra de condena y ridiculización del extremismo izquierdista; “Un paso adelante, dos atrás”, sobre la táctica de los bolcheviques en la preparación de la revolución democrática y su transformación en revolución socialista; “¿Qué Hacer?”, programa del Posdr para ganar la mayoría de la clase obrera y organizarla para la conquista del poder; y “Marxismo y empirocriticismo” en defensa del marxismo contra las deformaciones burguesas y pequeño-burguesas.
Lenin se enfrentó a las falsificaciones de la ideología socialista revolucionaria. Una vez derrocado el zarismo, en 1917, Lenin se negó a respaldar al gobierno reformista de Aleksandr Kerensky, que proseguía la guerra y se apoyaba en la vieja política. Lenin preparó y dirigió la revolución de los soviets (consejos) de obreros, soldados y campesinos, organizados en el curso de la lucha contra el zarismo como expresión del nuevo poder revolucionario. El 7 de noviembre los soviets asaltaron el Palacio de Invierno en San Petersburgo y Lenin asumió el poder como jefe de la primera revolución socialista triunfante.
En el poder, Lenin instaló el gobierno de los Soviet, organizó el Ejército Rojo, hizo la paz con Alemania, nacionalizó la propiedad capitalista, los bancos y las fábricas; entregó las tierras a los campesinos y organizó un sistema colectivo para su producción, estableció la jornada de ocho horas de trabajo, derrotó la intervención de las potencias imperialistas y la guerra civil, reestructuró la economía sobre bases socialistas y unió a las múltiples nacionalidades oprimidas en el zarismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Lenin cambió el nombre de su partido, el Posar porque, según él, había sido ensuciado por los errores y las deformaciones, y adoptó el de Partido Comunista (Bolchevique) para no confundirse con la vieja socialdemocracia. En 1918 sufrió un atentado de manos de un extremista de izquierda. Murió en Gorka (hoy Nizhni Novgorod) en 1924
Tal día como hoy, el 22 de abril de 1870, nació en Simbirsk, Rusia, Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin, relevante continuador e innovador de la teoría marxista y máximo dirigente de la revolución socialista soviética.
Desde joven se integró a las luchas revolucionarias contra el zarismo. Su hermano mayor, Alejandro Ulianov, fue fusilado en 1887 por su participación en el atentado contra Alejandro III. Fue expulsado de la Universidad de Kazán por sus actividades políticas. Licenciado en Derecho en la Universidad de San Petersburgo. En 1905 fue arrestado y deportado a Siberia. Durante su deportación estudió profundamente el desarrollo del capitalismo en Rusia y escribió los resultados en su obra: “El Capitalismo en Rusia”. Desterrado, fundó el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (Posdr) y el periódico “Iskra”, cuyas páginas orientaron durante muchos años las luchas de los revolucionarios rusos.
Infatigable ideólogo, Lenin enriqueció el marxismo en las nuevas condiciones de la agudización de la crisis del capitalismo y la aparición del imperialismo. Fue un marxista creador que combatió beligerantemente las desviaciones a la izquierda y la derecha, el dogmatismo y el sectarismo. No se resignó a repetir como un catecismo las prédicas de Kart Marx, sino que enriqueció el marxismo sobre la base de las particularidades de Rusia en la época del imperialismo y de la guerra inter-imperialista. Entre sus obras fundamentales pueden mencionarse “El Estado”, en la cual se diferencia de los anarquistas, quienes pregonaban la desaparición del Estado, y sienta las bases de un nuevo Estado, el Estado socialista bajo la dirección de la clase obrera; “El izquierdismo, enfermedad infantil del marxismo”, obra de condena y ridiculización del extremismo izquierdista; “Un paso adelante, dos atrás”, sobre la táctica de los bolcheviques en la preparación de la revolución democrática y su transformación en revolución socialista; “¿Qué Hacer?”, programa del Posdr para ganar la mayoría de la clase obrera y organizarla para la conquista del poder; y “Marxismo y empirocriticismo” en defensa del marxismo contra las deformaciones burguesas y pequeño-burguesas.
Lenin se enfrentó a las falsificaciones de la ideología socialista revolucionaria. Una vez derrocado el zarismo, en 1917, Lenin se negó a respaldar al gobierno reformista de Aleksandr Kerensky, que proseguía la guerra y se apoyaba en la vieja política. Lenin preparó y dirigió la revolución de los soviets (consejos) de obreros, soldados y campesinos, organizados en el curso de la lucha contra el zarismo como expresión del nuevo poder revolucionario. El 7 de noviembre los soviets asaltaron el Palacio de Invierno en San Petersburgo y Lenin asumió el poder como jefe de la primera revolución socialista triunfante.
En el poder, Lenin instaló el gobierno de los Soviet, organizó el Ejército Rojo, hizo la paz con Alemania, nacionalizó la propiedad capitalista, los bancos y las fábricas; entregó las tierras a los campesinos y organizó un sistema colectivo para su producción, estableció la jornada de ocho horas de trabajo, derrotó la intervención de las potencias imperialistas y la guerra civil, reestructuró la economía sobre bases socialistas y unió a las múltiples nacionalidades oprimidas en el zarismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Lenin cambió el nombre de su partido, el Posar porque, según él, había sido ensuciado por los errores y las deformaciones, y adoptó el de Partido Comunista (Bolchevique) para no confundirse con la vieja socialdemocracia. En 1918 sufrió un atentado de manos de un extremista de izquierda. Murió en Gorka (hoy Nizhni Novgorod) en 1924
Lenin y el socialismo del Siglo XXI
Un gigante, posiblemente el mayor junto con Marx y Engels, es Lenin.
Su aportación teórica al comunismo es enorme, y además fue uno de los protagonistas más destacadas de uno de los hitos históricos más importantes para los de abajo, la Revolución de Octubre. Lenin es odiado por los de arriba porque demostró que los trabajadores, ellos solos, pueden tomar el poder; que es posible mover lo que hasta entonces parecía inamovible, que podemos construir un camino hacia un mundo mejor.
En esos días que estremecieron al mundo, los bolcheviques derrocharon tesón, capacidad organizativa, mucha imaginación y mucha capacidad de improvisación. Así lo afirmó el propio Lenin ante la delegación de los comunistas de todo el planeta: “en nuestra revolución no avanzamos por el camino de la teoría, sino por el de la práctica”.
Lenin era implacable en sus debates, apenas hacía concesiones y su tono era severo. Destrozaba a sus oponentes y casi parecía que les ridiculizaba, incluido a personas que tenía en alta estima, como Rosa Luxemburg. Sus fuertes convicciones unidas a esa manera clara de expresarse, constituyeron una guía que miles de comunistas alrededor de todo el mundo tomaron como manual para intentar trasladar la victoriosa experiencia de la Revolución de Octubre a sus respectivos países…no por una fe irracional en la doctrina de una suerte de “santo varón”, sino por un ejercicio de racionalidad: lo que había funcionado en Rusia, podría funcionar allí…
Y pasó el tiempo, y cada vez tomar el poder requería de un ejercicio que difería más y más de la forma en que los rusos llegaron a situarse en posición de asaltar el Palacio de Invierno. Muchos de los que lo habían tomado como un texto sagrado, frustrados, renegaron de él. Pero la fuerza de las palabras de Lenin es tan fuerte que, en cada generación, volvían a recurrir a él quienes buscaban la forma de emancipar a los de abajo.
Hoy sigue habiendo quienes reivindican la vigencia absoluta de su obra a la manera en que se reivindican las verdades de un profeta. Otros lo han abandonado por completo.
Hay también quienes, reclamándonos políticamente como hijos de Lenin y del resto de gigantes, intentamos (con alguna fortuna en ocasiones, con nulo acierto en otras, y, por qué no decirlo, con un éxito escaso en general) rescatar el valioso acervo teórico y práctico que nos legó y, tratando de interpretarlo a la luz de nuestros días, organizar la revolución del siglo XXI.
El socialismo se presenta ante nuestros ojos como un fenómeno terco. Cuando lo tumban en París se levanta en Petrogrado, y al caer allí resurge velozmente en Venezuela.
Estoy convencido de que hay una línea que une en la historia, como se unen los puntos en un cuadernillo infantil, a Espartaco, Robespierre, Lenin y Chávez. Y, al examinar con microscopio ese punto, puedes ver que dentro están inscritos los nombres de miles de personas que caminaron junto a ellos dejándonos este legado sobre el que nos asomamos. Se hace así casi obligado que, al recordar a Lenin, recordemos también a los miles de revolucionarios que nos dejaron su ejemplo comunista, con sus grandes errores (que intentaremos no repetir) y sus maravillosos aciertos (que intentaremos emular).
Subido a los hombres de ese gigante, que se compone de miles de gigantes anónimos, me atrevo a mirar a lo lejos y decir que, seguro, mañana la luz será para los más.
Un gigante, posiblemente el mayor junto con Marx y Engels, es Lenin.
Su aportación teórica al comunismo es enorme, y además fue uno de los protagonistas más destacadas de uno de los hitos históricos más importantes para los de abajo, la Revolución de Octubre. Lenin es odiado por los de arriba porque demostró que los trabajadores, ellos solos, pueden tomar el poder; que es posible mover lo que hasta entonces parecía inamovible, que podemos construir un camino hacia un mundo mejor.
En esos días que estremecieron al mundo, los bolcheviques derrocharon tesón, capacidad organizativa, mucha imaginación y mucha capacidad de improvisación. Así lo afirmó el propio Lenin ante la delegación de los comunistas de todo el planeta: “en nuestra revolución no avanzamos por el camino de la teoría, sino por el de la práctica”.
Lenin era implacable en sus debates, apenas hacía concesiones y su tono era severo. Destrozaba a sus oponentes y casi parecía que les ridiculizaba, incluido a personas que tenía en alta estima, como Rosa Luxemburg. Sus fuertes convicciones unidas a esa manera clara de expresarse, constituyeron una guía que miles de comunistas alrededor de todo el mundo tomaron como manual para intentar trasladar la victoriosa experiencia de la Revolución de Octubre a sus respectivos países…no por una fe irracional en la doctrina de una suerte de “santo varón”, sino por un ejercicio de racionalidad: lo que había funcionado en Rusia, podría funcionar allí…
Y pasó el tiempo, y cada vez tomar el poder requería de un ejercicio que difería más y más de la forma en que los rusos llegaron a situarse en posición de asaltar el Palacio de Invierno. Muchos de los que lo habían tomado como un texto sagrado, frustrados, renegaron de él. Pero la fuerza de las palabras de Lenin es tan fuerte que, en cada generación, volvían a recurrir a él quienes buscaban la forma de emancipar a los de abajo.
Hoy sigue habiendo quienes reivindican la vigencia absoluta de su obra a la manera en que se reivindican las verdades de un profeta. Otros lo han abandonado por completo.
Hay también quienes, reclamándonos políticamente como hijos de Lenin y del resto de gigantes, intentamos (con alguna fortuna en ocasiones, con nulo acierto en otras, y, por qué no decirlo, con un éxito escaso en general) rescatar el valioso acervo teórico y práctico que nos legó y, tratando de interpretarlo a la luz de nuestros días, organizar la revolución del siglo XXI.
El socialismo se presenta ante nuestros ojos como un fenómeno terco. Cuando lo tumban en París se levanta en Petrogrado, y al caer allí resurge velozmente en Venezuela.
Estoy convencido de que hay una línea que une en la historia, como se unen los puntos en un cuadernillo infantil, a Espartaco, Robespierre, Lenin y Chávez. Y, al examinar con microscopio ese punto, puedes ver que dentro están inscritos los nombres de miles de personas que caminaron junto a ellos dejándonos este legado sobre el que nos asomamos. Se hace así casi obligado que, al recordar a Lenin, recordemos también a los miles de revolucionarios que nos dejaron su ejemplo comunista, con sus grandes errores (que intentaremos no repetir) y sus maravillosos aciertos (que intentaremos emular).
Subido a los hombres de ese gigante, que se compone de miles de gigantes anónimos, me atrevo a mirar a lo lejos y decir que, seguro, mañana la luz será para los más.
1 comentario:
este es un hombre luchador
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