La embajada de Dignidad
Por Rafael Leyva:
El asedio a la embajada de Cuba en Caracas no comenzó realmente el día 12 de abril del 2002, cuando un grupo de bandidos iracundos cercaron la sede diplomática y dejaron sin agua y electricidad sus instalaciones. Para comprenderlo en su justa medida hay que retroceder hasta 1998, con el inicio de campañas comunicacionales que desatan los sectores de la ultraderecha venezolana, apoyados por los medios de comunicación privados.
Mediante mensajes subliminales y en ocasiones directos, se inocula al pueblo y sobre todo a la clase media, noticias con altas dosis de anticomunismo y la supuesta "cubanización". La felonía estaba dirigida contra Chávez, y se basaba en la llegada al país de miles de médicos y deportistas de la nación hermana, hecho que marcaría el inicio de las misiones sociales de la Revolución.
Con anterioridad salió a la luz pública el publicitado caso del falso agente de la seguridad cubana, Juan Álvaro Rosabal, quien denunció públicamente la supuesta infiltración masiva en el país de agentes de inteligencia al servicio de Fidel, que buscaban lavar el cerebro a los venezolanos.
La mentira, con sus patas cortas no pudo correr mucho y la verdad emergió cuando el antillano se retractó, explicando que todo era una gran falsedad pues sus declaraciones formaban parte de una campaña en contra del gobierno bolivariano, orquestada por el abogado Ricardo Koesling y grupos de "gusanos" cubanos residentes en Venezuela, que habían pagado para montar la olla mediática.
Una de las primeras señales del inicio del plan golpista se da el día 9 de abril cuando representantes de la oposición usan el tema de la supuesta salida de armas desde la embajada cubana para azuzar a los partidarios antichavistas.
Comienza el cerco
El 12 de abril, una turba conformada aproximadamente por unas treinta personas rodea la zona de la embajada cubana y utilizando automóviles cierran las calles colindantes. La furia comienza sobre los carros de los diplomáticos cubanos que son destruidos en su totalidad, para después guiar su saña contra la entrada de la embajada y sus muros.
Luego se tornan más violentos y amenazan con invadir el territorio cubano y sin importar la presencia de mujeres y niños en su interior, cortan los servicios de agua y electricidad, enquistando una lúgubre frase en las páginas de la historia venezolana: ¡Se van a tener que comer las alfombras!
Todo esto bajo la anuencia de la policía del municipio de Baruta y del alcalde de la entidad, Henrique Capriles Radonski, a quien se le concede la entrada a la embajada junto a un equipo de un canal de televisión privado.
La actitud grosera de los manifestantes que apoyan el golpe de Estado y al gobierno de facto de Carmona El Breve, se exacerba cuando Radonski sale sin poder negar o afirmar que en la embajada se resguardaban a dirigentes revolucionarios que eran perseguidos por los asesinos sedientos de poder y sangre revolucionaria.
Por Rafael Leyva:
El asedio a la embajada de Cuba en Caracas no comenzó realmente el día 12 de abril del 2002, cuando un grupo de bandidos iracundos cercaron la sede diplomática y dejaron sin agua y electricidad sus instalaciones. Para comprenderlo en su justa medida hay que retroceder hasta 1998, con el inicio de campañas comunicacionales que desatan los sectores de la ultraderecha venezolana, apoyados por los medios de comunicación privados.
Mediante mensajes subliminales y en ocasiones directos, se inocula al pueblo y sobre todo a la clase media, noticias con altas dosis de anticomunismo y la supuesta "cubanización". La felonía estaba dirigida contra Chávez, y se basaba en la llegada al país de miles de médicos y deportistas de la nación hermana, hecho que marcaría el inicio de las misiones sociales de la Revolución.
Con anterioridad salió a la luz pública el publicitado caso del falso agente de la seguridad cubana, Juan Álvaro Rosabal, quien denunció públicamente la supuesta infiltración masiva en el país de agentes de inteligencia al servicio de Fidel, que buscaban lavar el cerebro a los venezolanos.
La mentira, con sus patas cortas no pudo correr mucho y la verdad emergió cuando el antillano se retractó, explicando que todo era una gran falsedad pues sus declaraciones formaban parte de una campaña en contra del gobierno bolivariano, orquestada por el abogado Ricardo Koesling y grupos de "gusanos" cubanos residentes en Venezuela, que habían pagado para montar la olla mediática.
Una de las primeras señales del inicio del plan golpista se da el día 9 de abril cuando representantes de la oposición usan el tema de la supuesta salida de armas desde la embajada cubana para azuzar a los partidarios antichavistas.
Comienza el cerco
El 12 de abril, una turba conformada aproximadamente por unas treinta personas rodea la zona de la embajada cubana y utilizando automóviles cierran las calles colindantes. La furia comienza sobre los carros de los diplomáticos cubanos que son destruidos en su totalidad, para después guiar su saña contra la entrada de la embajada y sus muros.
Luego se tornan más violentos y amenazan con invadir el territorio cubano y sin importar la presencia de mujeres y niños en su interior, cortan los servicios de agua y electricidad, enquistando una lúgubre frase en las páginas de la historia venezolana: ¡Se van a tener que comer las alfombras!
Todo esto bajo la anuencia de la policía del municipio de Baruta y del alcalde de la entidad, Henrique Capriles Radonski, a quien se le concede la entrada a la embajada junto a un equipo de un canal de televisión privado.
La actitud grosera de los manifestantes que apoyan el golpe de Estado y al gobierno de facto de Carmona El Breve, se exacerba cuando Radonski sale sin poder negar o afirmar que en la embajada se resguardaban a dirigentes revolucionarios que eran perseguidos por los asesinos sedientos de poder y sangre revolucionaria.
Una de las muestras gráficas que mejor recopila estos hechos es el documental "Asedio a una embajada", en el que se observa la digna respuesta del embajador de Cuba en Venezuela Germán Sánchez Otero, quien se opone a la intención de que la embajada sea hurgada por Capriles, a quien le advierte que defenderán la sede diplomática cubana al costo que fuese necesario, y la sangre derramada pesaría sobre las conciencias de los responsables del vandálico hecho.
Los cerros lloraron hombres y mujeres que bajaron
Al pueblo venezolano no se le puede achacar ni un ápice de responsabilidad en este bochornoso suceso, pues es conocido que de los cerros de la ciudad de Caracas brotaron sus hijos que bajaron hasta Miraflores para rescatar de la muerte a su presidente y patear la cobardía de los infames golpistas.
Los verdaderos responsables fueron personeros de la mafia antiterrorista cubana americana, dirigidos por el abogado Ricargo Kesling, Salvador Romaní, y el tristemente célebre Henry López Sisco, quienes se encargaron de llevar como borregos sanguinolentos a los asaltantes de la embajada, que durante 5 días mantuvieron el asedio.
Los medios de Comunicación también jugaron su papel de morbosa complacencia cuando mostraron, -frotándose las manos- las imágenes del acto monstruoso, sin repudiarlo.
A los sitiadores les llamaron "sociedad civil", los mismos representantes de nada y nadie, que en unas horas saldrían impulsados por sus propios esfínteres, cuando la ola de pueblo devolvió a Chávez a la presidencia y a la embajada cubana su dignidad.
De los agresores contra la sede cubana sólo quedó el tufo rancio y las imágenes en el tiempo para recordarnos quiénes son los que nos adversan y qué harían de volver al poder, al menos por unas horas.
Este es otro de los casos en los que la impunidad viola a la justicia en nuestro país pues hasta hoy, nadie ha pagado por la violencia desatada contra el personal diplomático extranjero y la sede de un país hermano como Cuba. Capriles Radonski no sólo se sacudió de sus responsabilidades y fue absuelto, sino que ahora está a cargo de la gobernación de un estado tan importante como Miranda.
Entonces es imprescindible recordar a nuestro pueblo, todos los días, a cada minuto, de dónde venimos y por lo que hemos atravesado en la lucha por la Revolución Bolivariana, con sus héroes y canallas, que en el caso de los últimos, más pronto que tarde tendrán que ser encausados. En ese juicio no obtendrán indulto alguno, porque la historia sólo absuelve a los hombres y mujeres que aman y construyen.
Los cerros lloraron hombres y mujeres que bajaron
Al pueblo venezolano no se le puede achacar ni un ápice de responsabilidad en este bochornoso suceso, pues es conocido que de los cerros de la ciudad de Caracas brotaron sus hijos que bajaron hasta Miraflores para rescatar de la muerte a su presidente y patear la cobardía de los infames golpistas.
Los verdaderos responsables fueron personeros de la mafia antiterrorista cubana americana, dirigidos por el abogado Ricargo Kesling, Salvador Romaní, y el tristemente célebre Henry López Sisco, quienes se encargaron de llevar como borregos sanguinolentos a los asaltantes de la embajada, que durante 5 días mantuvieron el asedio.
Los medios de Comunicación también jugaron su papel de morbosa complacencia cuando mostraron, -frotándose las manos- las imágenes del acto monstruoso, sin repudiarlo.
A los sitiadores les llamaron "sociedad civil", los mismos representantes de nada y nadie, que en unas horas saldrían impulsados por sus propios esfínteres, cuando la ola de pueblo devolvió a Chávez a la presidencia y a la embajada cubana su dignidad.
De los agresores contra la sede cubana sólo quedó el tufo rancio y las imágenes en el tiempo para recordarnos quiénes son los que nos adversan y qué harían de volver al poder, al menos por unas horas.
Este es otro de los casos en los que la impunidad viola a la justicia en nuestro país pues hasta hoy, nadie ha pagado por la violencia desatada contra el personal diplomático extranjero y la sede de un país hermano como Cuba. Capriles Radonski no sólo se sacudió de sus responsabilidades y fue absuelto, sino que ahora está a cargo de la gobernación de un estado tan importante como Miranda.
Entonces es imprescindible recordar a nuestro pueblo, todos los días, a cada minuto, de dónde venimos y por lo que hemos atravesado en la lucha por la Revolución Bolivariana, con sus héroes y canallas, que en el caso de los últimos, más pronto que tarde tendrán que ser encausados. En ese juicio no obtendrán indulto alguno, porque la historia sólo absuelve a los hombres y mujeres que aman y construyen.
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