La identidad del 19 de abril
Freddy J. Melo
En las proximidades del nuevo aniversario de esta gloriosa fecha vuelve uno a oír respecto a su apreciación ciertos disparates, surgidos de no se sabe dónde y en trance de afianzamiento por vía de la ligereza mediática, entre ellos el de llamarlo “día de la firma de la Independencia”, cuestión que produce alarma y exige aclaración. Con la vista en tal fin intentaré poner aquí un grano de arena.
Todos sabemos cuán necesaria es la conciencia histórica para la conformación del espíritu nacional, necesidad que, por obvias razones, deviene vital en un acontecer revolucionario como el aquí adelantado. Nomás debemos observar cómo la historia es, en manos del líder del proceso, el más formidable instrumento para educar al pueblo, para mostrarle, con los fuegos y relámpagos de los grandes hechos y con el entramado social que los incuba y produce, el magnífico potencial que en dicho pueblo anida, la fibra moral que lo constituye, la probada capacidad que posee para superar adversidades y construir nuevos mundos. Y es inherente al conocimiento de cualquier suceso memorable la precisión con la cual se lo perciba e identifique, pues las confusiones oscurecen o desvirtúan su significado.
No se trata, por supuesto, del saber especializado del historiador, sino del elemental correspondiente a todo ciudadano y que la escuela primaria debe suministrar sin falta, o cuyo signo en caso de participante o de testigo uno debiera interpretar con aproximada exactitud. Sin embargo, por lo general no ocurre así. Verbigracia, antes de que el Presidente propusiera “golpe y revolución” véase la indeterminación de los medios bolivarianos para referirse a los acontecimientos de abril de 2002.
Sobre el 5 de julio se presenta una confusión que debió ser aclarada hace tiempo mediante una adecuada campaña educativa. Suelen decir los medios que ese día rememora “la firma del acta de la Independencia”. El equívoco proviene del famoso cuadro de Martín Tovar y Tovar, quien intentó reflejar la trascendental fecha imaginando la acción de la firma. (Juan Lovera, testigo presencial, pintó uno que permite la duda). Ese día es el mayor de la nacionalidad porque en él acaeció la proclamación o declaración de la Independencia, se validó jurídicamente por el primer Congreso o Congreso Constituyente la decisión de no seguir siendo colonia del reino de España, se afirmó la voluntad de ser a partir de entonces república soberana, con capacidad de autodeterminación y autogobierno. La firma del acta de lo ocurrido ese día se produjo posteriormente, y es, claro está, un episodio secundario.
Sobre el 19 de abril, amén de la barbaridad señalada al comienzo, ha habido otras calificaciones imprecisas también debidas a la “gran prensa”, tales como “el día del inicio de la Independencia” o “el del primer paso” hacia ella. Estas denominaciones se acercan a la naturaleza del suceso, pero opino –y permítaseme esta audacia de ciudadano común– que todavía carecen de rigor. Primero, porque allí se mantiene el cordón umbilical con la monarquía y el verdadero día de inicio de la Independencia es el 5 de julio, por lo cual aplicar ese título al 19 de abril es contribuir a mantener el otro error. Segundo, ¿y todos los levantamientos, insurrecciones y movimientos que marcaron el siglo XVIII y los comienzos del XIX con caracteres ígneos no fueron pasos hacia la Independencia? Hasta en el siglo XVI aparece Miguel de Buría, al frente de mesnadas de negros e indios contra el régimen español. Las revueltas de Andresote (1730), San Felipe (1741), El Tocuyo (1744) y Panaquire (1749 y 1751, con Juan Francisco de León, contra la Compañía Guipuzcoana); la de los comuneros en los Andes (1781); las egregias de José Leonardo Chirino (1795), Gual y España (1797) y el gran Miranda (1806); la de “los mantuanos” (1808), y la del 2 de abril de 1810 (que llevó al confinamiento de Bolívar, entre otros, inhabilitándolo para el 19), ¿no fueron pasos hacia la Independencia?
El 19 de abril se gesta la Primera República, la cual nacerá jurídica y formalmente el 5 de julio. Se establece en aquel acto un primer gobierno de criollos (“en nombre de Fernando VII”) que adoptó decisiones políticas, diplomáticas y militares y convocó al Congreso Constituyente. Es sin duda una fecha magna, y recuérdese que el Libertador, en frase singularmente emotiva, dijo más tarde: “el 19 de abril nació Colombia”. ¿Pero cuál es la diferencia esencial? Que en esta ocasión se triunfó mientras las demás tentativas culminaron en derrota. Entonces, el 19 de abril es el “Día del primer paso triunfal hacia la Independencia”, o “del primer Gobierno de criollos”, o “del primer Gobierno criollo”. A mi juicio, así, o en cualquier otra forma que destaque esos rasgos, debería denominarse.
Freddy J. Melo
En las proximidades del nuevo aniversario de esta gloriosa fecha vuelve uno a oír respecto a su apreciación ciertos disparates, surgidos de no se sabe dónde y en trance de afianzamiento por vía de la ligereza mediática, entre ellos el de llamarlo “día de la firma de la Independencia”, cuestión que produce alarma y exige aclaración. Con la vista en tal fin intentaré poner aquí un grano de arena.
Todos sabemos cuán necesaria es la conciencia histórica para la conformación del espíritu nacional, necesidad que, por obvias razones, deviene vital en un acontecer revolucionario como el aquí adelantado. Nomás debemos observar cómo la historia es, en manos del líder del proceso, el más formidable instrumento para educar al pueblo, para mostrarle, con los fuegos y relámpagos de los grandes hechos y con el entramado social que los incuba y produce, el magnífico potencial que en dicho pueblo anida, la fibra moral que lo constituye, la probada capacidad que posee para superar adversidades y construir nuevos mundos. Y es inherente al conocimiento de cualquier suceso memorable la precisión con la cual se lo perciba e identifique, pues las confusiones oscurecen o desvirtúan su significado.
No se trata, por supuesto, del saber especializado del historiador, sino del elemental correspondiente a todo ciudadano y que la escuela primaria debe suministrar sin falta, o cuyo signo en caso de participante o de testigo uno debiera interpretar con aproximada exactitud. Sin embargo, por lo general no ocurre así. Verbigracia, antes de que el Presidente propusiera “golpe y revolución” véase la indeterminación de los medios bolivarianos para referirse a los acontecimientos de abril de 2002.
Sobre el 5 de julio se presenta una confusión que debió ser aclarada hace tiempo mediante una adecuada campaña educativa. Suelen decir los medios que ese día rememora “la firma del acta de la Independencia”. El equívoco proviene del famoso cuadro de Martín Tovar y Tovar, quien intentó reflejar la trascendental fecha imaginando la acción de la firma. (Juan Lovera, testigo presencial, pintó uno que permite la duda). Ese día es el mayor de la nacionalidad porque en él acaeció la proclamación o declaración de la Independencia, se validó jurídicamente por el primer Congreso o Congreso Constituyente la decisión de no seguir siendo colonia del reino de España, se afirmó la voluntad de ser a partir de entonces república soberana, con capacidad de autodeterminación y autogobierno. La firma del acta de lo ocurrido ese día se produjo posteriormente, y es, claro está, un episodio secundario.
Sobre el 19 de abril, amén de la barbaridad señalada al comienzo, ha habido otras calificaciones imprecisas también debidas a la “gran prensa”, tales como “el día del inicio de la Independencia” o “el del primer paso” hacia ella. Estas denominaciones se acercan a la naturaleza del suceso, pero opino –y permítaseme esta audacia de ciudadano común– que todavía carecen de rigor. Primero, porque allí se mantiene el cordón umbilical con la monarquía y el verdadero día de inicio de la Independencia es el 5 de julio, por lo cual aplicar ese título al 19 de abril es contribuir a mantener el otro error. Segundo, ¿y todos los levantamientos, insurrecciones y movimientos que marcaron el siglo XVIII y los comienzos del XIX con caracteres ígneos no fueron pasos hacia la Independencia? Hasta en el siglo XVI aparece Miguel de Buría, al frente de mesnadas de negros e indios contra el régimen español. Las revueltas de Andresote (1730), San Felipe (1741), El Tocuyo (1744) y Panaquire (1749 y 1751, con Juan Francisco de León, contra la Compañía Guipuzcoana); la de los comuneros en los Andes (1781); las egregias de José Leonardo Chirino (1795), Gual y España (1797) y el gran Miranda (1806); la de “los mantuanos” (1808), y la del 2 de abril de 1810 (que llevó al confinamiento de Bolívar, entre otros, inhabilitándolo para el 19), ¿no fueron pasos hacia la Independencia?
El 19 de abril se gesta la Primera República, la cual nacerá jurídica y formalmente el 5 de julio. Se establece en aquel acto un primer gobierno de criollos (“en nombre de Fernando VII”) que adoptó decisiones políticas, diplomáticas y militares y convocó al Congreso Constituyente. Es sin duda una fecha magna, y recuérdese que el Libertador, en frase singularmente emotiva, dijo más tarde: “el 19 de abril nació Colombia”. ¿Pero cuál es la diferencia esencial? Que en esta ocasión se triunfó mientras las demás tentativas culminaron en derrota. Entonces, el 19 de abril es el “Día del primer paso triunfal hacia la Independencia”, o “del primer Gobierno de criollos”, o “del primer Gobierno criollo”. A mi juicio, así, o en cualquier otra forma que destaque esos rasgos, debería denominarse.
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