Un GRANO DE MAIZ
¿POR QUÉ LUCHAMOS, QUÉ DEFENDEMOS?
Desde que la historia es historia, siempre los soldados revolucionarios se han hecho estas preguntas. Ellas retumbaron en el alma de los soldados la noche antes de la Batalla de Carabobo. Se fueron con los soldados de Bolívar hasta el fin del continente. Cabalgaron junto a los llaneros de Zamora. Rugieron en Iracara, los Humocaros, en el Bachiller. Salieron una madrugada desde Maracay, venían a Caracas a saldar las cuentas que quedaron pendientes en San Pedro Alejandrino.
Las respuestas son muy importantes, de ellas depende la emoción de la Batalla. Ensayemos unas. ¿Por qué luchamos hoy, qué defendemos hoy?
La respuesta debe colocarnos en el río de la historia. Entonces, debemos decir: luchamos por lo mismo que luchó Bolívar cuando se encumbró sobre su tiempo y pidió la liberación de los esclavos, luchamos por la liberación del humano.
La batalla es siempre la misma, es la batalla de los opresores contra los oprimidos.
La primera tarea del soldado revolucionario es conocer los bandos en pugna, y colocarse al lado, enrolarse en el ejército de los pobres de la tierra, no importa su tamaño, las dificultades, ese ejército será la continuidad de las mejores luchas de la especie, y ese es el lugar de los militantes de la vida.
Hoy en Venezuela somos afortunados, la historia nos ha dado la oportunidad de ser vanguardia en la lucha por la sobrevivencia del humano y de la vida.
Somos llamados a construir el ejemplo, a dar la señal de que un mundo viable es posible, de que la humanidad no está perdida, el capitalismo se puede superar.
Vivimos una Revolución Socialista, hay razones para estar orgullosos:
Las Misiones enseñaron a leer al pueblo, lo rescataron de la prehistoria, son muestra evidente de la intención redentora de esta Revolución, le devolvieron al pueblo su identidad, su dignidad. Las Misiones de Sanación indicaron que el hombre es el centro de los afanes de lo que hoy construimos.
Muchos cambios, muchos avances se podrían mostrar, también errores, carencias, pero no hay dudas, estamos en el camino que nos dijo Argimiro, difícil, lleno de contradicciones, pero estamos en el camino.
Por sobre todos los logros hay uno que justifica la batalla decisiva, en el que debemos pensar en la hora postrera:
Esta Revolución, el Comandante, han despertado al pueblo, lo han regresado a su condición de revolucionario, de los que luchan por la vida, lo han elevado sobre lo mezquino, le han dado objetivos hermosos, sagrados por los cuales luchar, lo han rescatado de la parsimonia de los pueblos sometidos, el aburrimientos de los rebaños manipulados, lo han regresado a su condición de pueblo y Ejército Libertador, solidario con la humanidad, en pocas palabras, han rescatado su condición de humano.
En las batallas que se avecinan, cualquiera sea la forma que adopten, electoral o militar, sepamos que estamos librando la batalla milenaria contra los inhumanos, los opresores, y esa es una razón sagrada para luchar.
¡Chávez es Socialismo!
¡El Nobel para Los Cinco!
¿POR QUÉ LUCHAMOS, QUÉ DEFENDEMOS?
Desde que la historia es historia, siempre los soldados revolucionarios se han hecho estas preguntas. Ellas retumbaron en el alma de los soldados la noche antes de la Batalla de Carabobo. Se fueron con los soldados de Bolívar hasta el fin del continente. Cabalgaron junto a los llaneros de Zamora. Rugieron en Iracara, los Humocaros, en el Bachiller. Salieron una madrugada desde Maracay, venían a Caracas a saldar las cuentas que quedaron pendientes en San Pedro Alejandrino.
Las respuestas son muy importantes, de ellas depende la emoción de la Batalla. Ensayemos unas. ¿Por qué luchamos hoy, qué defendemos hoy?
La respuesta debe colocarnos en el río de la historia. Entonces, debemos decir: luchamos por lo mismo que luchó Bolívar cuando se encumbró sobre su tiempo y pidió la liberación de los esclavos, luchamos por la liberación del humano.
La batalla es siempre la misma, es la batalla de los opresores contra los oprimidos.
La primera tarea del soldado revolucionario es conocer los bandos en pugna, y colocarse al lado, enrolarse en el ejército de los pobres de la tierra, no importa su tamaño, las dificultades, ese ejército será la continuidad de las mejores luchas de la especie, y ese es el lugar de los militantes de la vida.
Hoy en Venezuela somos afortunados, la historia nos ha dado la oportunidad de ser vanguardia en la lucha por la sobrevivencia del humano y de la vida.
Somos llamados a construir el ejemplo, a dar la señal de que un mundo viable es posible, de que la humanidad no está perdida, el capitalismo se puede superar.
Vivimos una Revolución Socialista, hay razones para estar orgullosos:
Las Misiones enseñaron a leer al pueblo, lo rescataron de la prehistoria, son muestra evidente de la intención redentora de esta Revolución, le devolvieron al pueblo su identidad, su dignidad. Las Misiones de Sanación indicaron que el hombre es el centro de los afanes de lo que hoy construimos.
Muchos cambios, muchos avances se podrían mostrar, también errores, carencias, pero no hay dudas, estamos en el camino que nos dijo Argimiro, difícil, lleno de contradicciones, pero estamos en el camino.
Por sobre todos los logros hay uno que justifica la batalla decisiva, en el que debemos pensar en la hora postrera:
Esta Revolución, el Comandante, han despertado al pueblo, lo han regresado a su condición de revolucionario, de los que luchan por la vida, lo han elevado sobre lo mezquino, le han dado objetivos hermosos, sagrados por los cuales luchar, lo han rescatado de la parsimonia de los pueblos sometidos, el aburrimientos de los rebaños manipulados, lo han regresado a su condición de pueblo y Ejército Libertador, solidario con la humanidad, en pocas palabras, han rescatado su condición de humano.
En las batallas que se avecinan, cualquiera sea la forma que adopten, electoral o militar, sepamos que estamos librando la batalla milenaria contra los inhumanos, los opresores, y esa es una razón sagrada para luchar.
¡Chávez es Socialismo!
¡El Nobel para Los Cinco!
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