Tal día como hoy, el 23 de noviembre de 1856, murió de difteria y en la mayor pobreza, en Paita, Perú, la general Manuela Sáenz.
Muere de difteria y en la mayor pobreza, la coronela Manuela Sáenz, la “Libertadora del Libertador”, en un olvidado pueblecito del Perú. “¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? Ah, yo no vivo de las preocupaciones sociales”, escribió a su esposo. Camino a su muerte, Bolívar la llamó: “Yo no puedo estar sin ti, ven, ven, ven…”
Nacida en Quito, Ecuador, el 27 de diciembre de 1797, se enamoró del Libertador Simón Bolívar en 1822 cuando tenía 25 años, y compartió con él años de amores y gloria casi hasta su muerte. Con gran valentía y arrojo participó en más de una batalla durante la campaña del Sur, ganándose su ascenso al grado de coronel del Ejército Libertador.
El momento más culminante de su vida, conservado en la memoria de los pueblos, fue cuando salvó la vida de Bolívar, la funesta noche del 25 de septiembre de 1828 en el Palacio de Gobierno en Bogotá (Colombia).
Desde hacía años, la fracción inspirada y organizada por Francisco de Paula Santander mantenía una campaña de calumnias, mediante rumores y artículos en la prensa, contra la reputación de Bolívar, hasta formar una vasta conspiración. En varias ocasiones fracasaron sus intentos por asesinar al Libertador. Manuela Sáenz lo salvó la noche del 25 de septiembre de 1828.
Bolívar se había retirado temprano a su habitación en el Palacio de Gobierno por sentirse quebrantado. Los asesinos penetraron en el palacio, sorprendiendo y matando a quienes se les opusieron. Manuela, quien acompañaba al Libertador, oyó el tumulto. Rápidamente despertó a Bolívar, lo ayudó a vestirse y a escapar por una ventana hacia la calle, mientras ella, espada en mano, hizo frente a los asesinos.
Manuelita estaba casada con el inglés James Thorne. En ocasión de los insistentes requerimientos de éste solicitando que regresara a su lado, ella le escribió: “¿Y Ud. cree que yo después de ser la querida de este General por siete años y con la seguridad de poseer su corazón, prefiriera ser la mujer del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo o de la Santísima Trinidad? Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que Ud. llama honor ¿Me cree Ud. menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? Ah, yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente”.
Manuela Sáenz no sólo fue la amante de Bolívar, fue su secretaria, su amanuense, cuidaba su archivo y combatía cuando era necesario. Ya camino a Santa Marta (Colombia), cuando se aproxima a sus últimos días, el Libertador le escribe: “Tu amor da una vida que está expirando. Yo no puedo estar sin ti, no puedo privarme voluntariamente de mi Manuela. No tengo tanta fuerza como tú para no verte: Apenas basta una inmensa distancia. Te veo, aunque lejos de ti. Ven, ven, ven luego. Tuyo de alma”.
En 2007 el presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa, decretó su ascenso póstumo a general del Ejército.
Muere de difteria y en la mayor pobreza, la coronela Manuela Sáenz, la “Libertadora del Libertador”, en un olvidado pueblecito del Perú. “¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? Ah, yo no vivo de las preocupaciones sociales”, escribió a su esposo. Camino a su muerte, Bolívar la llamó: “Yo no puedo estar sin ti, ven, ven, ven…”
Nacida en Quito, Ecuador, el 27 de diciembre de 1797, se enamoró del Libertador Simón Bolívar en 1822 cuando tenía 25 años, y compartió con él años de amores y gloria casi hasta su muerte. Con gran valentía y arrojo participó en más de una batalla durante la campaña del Sur, ganándose su ascenso al grado de coronel del Ejército Libertador.
El momento más culminante de su vida, conservado en la memoria de los pueblos, fue cuando salvó la vida de Bolívar, la funesta noche del 25 de septiembre de 1828 en el Palacio de Gobierno en Bogotá (Colombia).
Desde hacía años, la fracción inspirada y organizada por Francisco de Paula Santander mantenía una campaña de calumnias, mediante rumores y artículos en la prensa, contra la reputación de Bolívar, hasta formar una vasta conspiración. En varias ocasiones fracasaron sus intentos por asesinar al Libertador. Manuela Sáenz lo salvó la noche del 25 de septiembre de 1828.
Bolívar se había retirado temprano a su habitación en el Palacio de Gobierno por sentirse quebrantado. Los asesinos penetraron en el palacio, sorprendiendo y matando a quienes se les opusieron. Manuela, quien acompañaba al Libertador, oyó el tumulto. Rápidamente despertó a Bolívar, lo ayudó a vestirse y a escapar por una ventana hacia la calle, mientras ella, espada en mano, hizo frente a los asesinos.
Manuelita estaba casada con el inglés James Thorne. En ocasión de los insistentes requerimientos de éste solicitando que regresara a su lado, ella le escribió: “¿Y Ud. cree que yo después de ser la querida de este General por siete años y con la seguridad de poseer su corazón, prefiriera ser la mujer del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo o de la Santísima Trinidad? Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que Ud. llama honor ¿Me cree Ud. menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? Ah, yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente”.
Manuela Sáenz no sólo fue la amante de Bolívar, fue su secretaria, su amanuense, cuidaba su archivo y combatía cuando era necesario. Ya camino a Santa Marta (Colombia), cuando se aproxima a sus últimos días, el Libertador le escribe: “Tu amor da una vida que está expirando. Yo no puedo estar sin ti, no puedo privarme voluntariamente de mi Manuela. No tengo tanta fuerza como tú para no verte: Apenas basta una inmensa distancia. Te veo, aunque lejos de ti. Ven, ven, ven luego. Tuyo de alma”.
En 2007 el presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa, decretó su ascenso póstumo a general del Ejército.
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