Un parto batracio a orillas del Orinoco llena de croares la geografía venezolana. El coro suena a canción colectiva. Un festín de colores como voces en Serenata.
Desde los ancestrales minerales de la entraña nacional, desde las profundidades raigales del ser Caribe-amazónico, desde las humedades creadoras de nuestra selva madre, desde la originalidad extrema de los paisajes que nos dan vida, desde los sagrados espacios históricos que nos hacen Patria, desde el incandescente taller donde se tiempla el salvador músculo proletario, desde esos amados rincones cual tepuyes se erigen cuatro tótems sobre los que florece la guayanesa voz venezolana.
Cuando arreciaba con furiosa prepotencia la ventisca tecnológica invasora, con su particular erosión sobre los huertos frutales de nuestro espíritu nacional; cuando los capitales disfrazados de cultura universal deglutían con insana fruición los restos de nuestra heredad musical, los siempre omnipresentes poderes creadores del pueblo, parieron una pequeña guerrilla cantora que resiste en la noche y asalta al amanecer cual canto de gallos libertadores.
Serenata Guayanesa ha sido la arepa de la comunión bolivariana donde se encuentra toda Venezuela para saberse viva, bella y esperanzada.
Todo el repertorio rítmico lo han tratado con soberano respeto, todas las melodías las han ejecutado con magistral virtuosismo, toda la poética la han cantado sin mezquindades, y con humildad la propia.
Serenata, como han quedado bautizados por la sabia cotidianidad criolla, es el pabellón con baranda, la cachapa con queso de mano, la empanada de cazón, el mojito con yuca, la pisca andina, la carne en vara, el patacón full equipo, la reina pepeada. ¡Tremendo menú caballeros! Así es Serenata, sabrosa como la mágica sazón de nuestras abuelas; elegante como receta de chef consagrado.
No debe extrañar que nos remitamos a la carta de sabores nacionales al hablar del cuarteto que más alegrías nos ha prodigado. Porque la versatilidad de Serenata en eso de rescatar y proyectar la música venezolana tiene los múltiples gustos del ser esencial que agiganta nuestra nacionalidad. Mixtura, alegría, espontaneidad, trabajo, solidaridad, comunicación, maravilla. Así somos, pregúntenle a Reverón o a Aquiles pa’ que vean. ¡Ni qué decir de aquél Simón!
Imaginemos esa paleta bajo el sol guaireño con el amarillo anaranjado verde jojoto y rojo pasión del ají dulce, y todos los colores de todas las flores que se comió el caballo de Nazoa antes que se lo prestara a Zamora para inventar los surcos del renacimiento libertario. Imaginemos el achote onoto aliño en la piel arauaka creando el púrpura de la bandera. Imaginemos por un instante que el oro áureo mirandino es sólo el maíz con que nos amasaron los gemelos transformadores del Popol Vuh. Imaginemos que azul es la mirada del titiritero que adorna de mangos los litorales para que el crepúsculo derrame delicias antes de dormir.
Imaginemos que toda la Patria es la ventana donde ellos cantan, que nuestros corazones son novias enamoradas, madres emocionadas, hijos agradecidos.
Serenata es darse, es madrugar por el otro, es compartir y saberse parte de un colectivo que requiere armonía, que exige disciplina, que pone en la mesa sus mejores platos. Que ofrece lo que tiene y no mira cuánto le queda. Porque siempre intentará volver a germinar. Algo así como el amor.
Ildefonso Finol
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..." Simón Bolívar, El Libertador.
Desde los ancestrales minerales de la entraña nacional, desde las profundidades raigales del ser Caribe-amazónico, desde las humedades creadoras de nuestra selva madre, desde la originalidad extrema de los paisajes que nos dan vida, desde los sagrados espacios históricos que nos hacen Patria, desde el incandescente taller donde se tiempla el salvador músculo proletario, desde esos amados rincones cual tepuyes se erigen cuatro tótems sobre los que florece la guayanesa voz venezolana.
Cuando arreciaba con furiosa prepotencia la ventisca tecnológica invasora, con su particular erosión sobre los huertos frutales de nuestro espíritu nacional; cuando los capitales disfrazados de cultura universal deglutían con insana fruición los restos de nuestra heredad musical, los siempre omnipresentes poderes creadores del pueblo, parieron una pequeña guerrilla cantora que resiste en la noche y asalta al amanecer cual canto de gallos libertadores.
Serenata Guayanesa ha sido la arepa de la comunión bolivariana donde se encuentra toda Venezuela para saberse viva, bella y esperanzada.
Todo el repertorio rítmico lo han tratado con soberano respeto, todas las melodías las han ejecutado con magistral virtuosismo, toda la poética la han cantado sin mezquindades, y con humildad la propia.
Serenata, como han quedado bautizados por la sabia cotidianidad criolla, es el pabellón con baranda, la cachapa con queso de mano, la empanada de cazón, el mojito con yuca, la pisca andina, la carne en vara, el patacón full equipo, la reina pepeada. ¡Tremendo menú caballeros! Así es Serenata, sabrosa como la mágica sazón de nuestras abuelas; elegante como receta de chef consagrado.
No debe extrañar que nos remitamos a la carta de sabores nacionales al hablar del cuarteto que más alegrías nos ha prodigado. Porque la versatilidad de Serenata en eso de rescatar y proyectar la música venezolana tiene los múltiples gustos del ser esencial que agiganta nuestra nacionalidad. Mixtura, alegría, espontaneidad, trabajo, solidaridad, comunicación, maravilla. Así somos, pregúntenle a Reverón o a Aquiles pa’ que vean. ¡Ni qué decir de aquél Simón!
Imaginemos esa paleta bajo el sol guaireño con el amarillo anaranjado verde jojoto y rojo pasión del ají dulce, y todos los colores de todas las flores que se comió el caballo de Nazoa antes que se lo prestara a Zamora para inventar los surcos del renacimiento libertario. Imaginemos el achote onoto aliño en la piel arauaka creando el púrpura de la bandera. Imaginemos por un instante que el oro áureo mirandino es sólo el maíz con que nos amasaron los gemelos transformadores del Popol Vuh. Imaginemos que azul es la mirada del titiritero que adorna de mangos los litorales para que el crepúsculo derrame delicias antes de dormir.
Imaginemos que toda la Patria es la ventana donde ellos cantan, que nuestros corazones son novias enamoradas, madres emocionadas, hijos agradecidos.
Serenata es darse, es madrugar por el otro, es compartir y saberse parte de un colectivo que requiere armonía, que exige disciplina, que pone en la mesa sus mejores platos. Que ofrece lo que tiene y no mira cuánto le queda. Porque siempre intentará volver a germinar. Algo así como el amor.
Ildefonso Finol
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..." Simón Bolívar, El Libertador.
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