¡Bolívar Vive! (Sobre ilusos, ilusionados e ilusionistas)
Ah, gente loca que marcha gritando ¡Bolívar Vive!, y agitando un “alerta que camina, la espada de Bolívar por América Latina”. ¡Qué gente tan loca!
Bien locos que somos los bolivarianos a la vista de los sostenedores del sistema. Esos conservadores de status quo nos consideran unos ilusos. Aceptamos ser ilusos en tanto soñadores. ¿Acaso algún logro positivo de la humanidad no tuvo que ser antes el sueño de algún loco?
La Revolución Bolivariana, que es la forma de asegurarle esta vida al Libertador, requiere contar siempre con la mayoría popular. Esa mayoría es la garantía de que el mito de la resurrección vaya haciéndose cada día palpable utopía.
Ese es el universo de los ilusionados, los millones de convencidos que ponemos el hombro para que ande el santo de nuestras esperanzas. Somos la movilización oportuna que conjura conspiraciones y el voto seguro en todo evento electoral. Sin esta mayoría la Revolución se hace insostenible.
Hay entre nosotros, sin embargo, el grupo venenoso de los ilusionistas. Son los expertos hipnotizadores que le sacan filo a una bola criolla. O al menos te lo hacen creer. Prestidigitadores cuales clones de un Midas que todo lo vuelve oro, desde el carné partidista y la cédula, hasta el sello de una institución. Son los magos de las empresas maletines, los neo-burgueses bolivaristas y los 15 y último.
Ilusos e ilusionados debemos derrotar a los ilusionistas, pues ellos pueden hacer desaparecer, con su maléfico poder mágico, el mito de la resurrección bolivariana.
¿Qué cómo pueden hacerlo? El aumento del poder de los ilusionistas, que pasa casi siempre por desplazar de los espacios gubernamentales y partidistas a los buenos ilusos, es inversamente proporcional al número de ilusionados. Es decir, su efecto corrosivo destruye en todos los sentidos. Son un puñal de doble filo, que hiere el alma de la Revolución porque le restan credibilidad.
En sentido contrario, cuando la Revolución desenmascara a los ilusionistas, esos astutos falseadores del honor, se hace justicia a los ilusos y crece el entusiasmo en los ilusionados, con la particularidad, que éstos se multiplican como las abejas cuando la primavera los acaricia con un triunfo de la justicia.
Ilusionados e ilusos queremos construir el socialismo, una sociedad sin la miseria material y espiritual que azota estos tiempos. Una sociedad de trabajadores y labriegos propietarios del mañana que moldean con sus manos. Una sociedad donde la poesía se desayuna en los colegios y la guerra la espantamos con canciones. Una sociedad para bajar al Cristo de la cruz y montarlo en el caballo que se alimentaba de jardines. Sociedad de iguales, la República Humana de Bartolomé de Las Casas.
Pero todo eso necesita que mantengamos nuestra mayoría y de ser posible, la aumentemos. Por eso al caer a tierra tenemos que fijar la mirada en la eficacia política, la productividad revolucionaria y el buen gobierno. La ineficacia y la impunidad conforman el hábitat de los ilusionistas, donde nuestros enemigos pueden hurgar y hacer llaga en la fe de los ilusionados.
Nuestra causa merece todos los esfuerzos y nuestro líder toda la confianza. Cerremos filas en torno suyo. Ganemos la batalla. Y sigamos coreando a 179 años de su siembra, ¡Bolívar Vive, la lucha sigue!
Ildefonso Finol
Constituyente
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador.
Ah, gente loca que marcha gritando ¡Bolívar Vive!, y agitando un “alerta que camina, la espada de Bolívar por América Latina”. ¡Qué gente tan loca!
Bien locos que somos los bolivarianos a la vista de los sostenedores del sistema. Esos conservadores de status quo nos consideran unos ilusos. Aceptamos ser ilusos en tanto soñadores. ¿Acaso algún logro positivo de la humanidad no tuvo que ser antes el sueño de algún loco?
La Revolución Bolivariana, que es la forma de asegurarle esta vida al Libertador, requiere contar siempre con la mayoría popular. Esa mayoría es la garantía de que el mito de la resurrección vaya haciéndose cada día palpable utopía.
Ese es el universo de los ilusionados, los millones de convencidos que ponemos el hombro para que ande el santo de nuestras esperanzas. Somos la movilización oportuna que conjura conspiraciones y el voto seguro en todo evento electoral. Sin esta mayoría la Revolución se hace insostenible.
Hay entre nosotros, sin embargo, el grupo venenoso de los ilusionistas. Son los expertos hipnotizadores que le sacan filo a una bola criolla. O al menos te lo hacen creer. Prestidigitadores cuales clones de un Midas que todo lo vuelve oro, desde el carné partidista y la cédula, hasta el sello de una institución. Son los magos de las empresas maletines, los neo-burgueses bolivaristas y los 15 y último.
Ilusos e ilusionados debemos derrotar a los ilusionistas, pues ellos pueden hacer desaparecer, con su maléfico poder mágico, el mito de la resurrección bolivariana.
¿Qué cómo pueden hacerlo? El aumento del poder de los ilusionistas, que pasa casi siempre por desplazar de los espacios gubernamentales y partidistas a los buenos ilusos, es inversamente proporcional al número de ilusionados. Es decir, su efecto corrosivo destruye en todos los sentidos. Son un puñal de doble filo, que hiere el alma de la Revolución porque le restan credibilidad.
En sentido contrario, cuando la Revolución desenmascara a los ilusionistas, esos astutos falseadores del honor, se hace justicia a los ilusos y crece el entusiasmo en los ilusionados, con la particularidad, que éstos se multiplican como las abejas cuando la primavera los acaricia con un triunfo de la justicia.
Ilusionados e ilusos queremos construir el socialismo, una sociedad sin la miseria material y espiritual que azota estos tiempos. Una sociedad de trabajadores y labriegos propietarios del mañana que moldean con sus manos. Una sociedad donde la poesía se desayuna en los colegios y la guerra la espantamos con canciones. Una sociedad para bajar al Cristo de la cruz y montarlo en el caballo que se alimentaba de jardines. Sociedad de iguales, la República Humana de Bartolomé de Las Casas.
Pero todo eso necesita que mantengamos nuestra mayoría y de ser posible, la aumentemos. Por eso al caer a tierra tenemos que fijar la mirada en la eficacia política, la productividad revolucionaria y el buen gobierno. La ineficacia y la impunidad conforman el hábitat de los ilusionistas, donde nuestros enemigos pueden hurgar y hacer llaga en la fe de los ilusionados.
Nuestra causa merece todos los esfuerzos y nuestro líder toda la confianza. Cerremos filas en torno suyo. Ganemos la batalla. Y sigamos coreando a 179 años de su siembra, ¡Bolívar Vive, la lucha sigue!
Ildefonso Finol
Constituyente
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador.
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