Febrero es un mes para la revolución
Para febrero de 1992, en Venezuela se escuchaba un grito enorme de frustración por el monstruo en que se había convertido la llamada “democracia representativa”. Ese clamor generalizado fue recogido por cinco tenientes coroneles, 14 mayores, 54 capitanes, 67 subtenientes, 65 suboficiales, 101 sargentos de tropa y más de 2 mil soldados, cuya misión era tumbar al gobierno del Carlos Andrés Pérez.
Los hombres que aquel 4 de febrero del 92 hicieron el intento por enderezar las cosas en un país cansado de la ineficiencia y la corrupción, pertenecían a 10 batallones y formaban parte de las guarniciones militares de los estados Aragua, Carabobo, Miranda, Zulia y el Distrito Federal. Fueron dirigidos por jóvenes oficiales: Hugo Chávez, Francisco Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos, Jesús Urdaneta Hernández y Jesús Ortiz Contreras, entre otros.
Ellos formaban parte de una organización conocida como Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), con una ideología política nacionalista y revolucionaria, basada en el pensamiento de Simón Bolívar. Hace ya 18 años de aquel 4 de febrero y para ese momento era casi imposible saber que se trataba de la semilla de lo que hoy conocemos como Revolución Bolivariana, cuyos once años celebramos también este 2 de febrero.
¿Por qué aquel grupo de hombres arriesgó la vida tratando de cambiar una nación' Los antecedentes y las consecuencias estarán siempre en el emblemático mes de febrero.
Después de la “coronación” de Pérez
Carlos Andrés Pérez disfrutaba de su segundo mandato y estaba seguro de que el país era el mismo que dejó en los años 70. Pero la economía ya no era la de antes. La deuda externa llegaba a los 35 mil millones de dólares, una de las más altas per cápita del continente. Las reservas internacionales habían tocado fondo y alcanzaban solamente para pagar una semana de importaciones. El 80 por ciento de los ingresos de 1988 se habían gastado en pagar los intereses de la deuda.
Pocos días después de una ostentosa toma de posesión, que muchos llamaron “coronación” por todo lo que tuvo de show, Pérez tuvo que hacer frente a las nuevas realidades, presionado por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Su 'gran viraje' eliminó los subsidios e inició el proceso de privatización de muchas industrias estatales. Fue un programa netamente neoliberal que produjo sus resultados en números fríos: si en 1989 el Producto Interno Bruto cayó en el ocho por ciento, en 1991 tuvo un alza del 9.3. Pero al mismo tiempo los sectores más débiles de la sociedad resultaron gravemente afectados en su nivel de vida. Para la época, dos terceras partes de la población vivía en la pobreza, relativa o absoluta. El aumento de precios en artículos de primera necesidad y en los pasajes hizo un daño irreparable.
Sólo dos semanas después de las medidas económicas, el 27 y el 28 de febrero del 89, estallaron los disturbios que se conocen como el 'Caracazo', con un saldo terrible que de acuerdo a lo informado por algunas fuentes podría pasar de los mil muertos. La brutal acción represiva del Gobierno involucró a las Fuerzas Armadas, lo que produjo profundo malestar en un sector que no estaba de acuerdo con utilizar la fuerza militar contra el pueblo.
Esa situación se unió a la corrupción generalizada y al aislamiento político de Pérez con su partido Acción Democrática, para conformar una mezcla explosiva que detonó el 4 de febrero del 92. Los oficiales que se levantaron se habían convertido en una especie de 'clase media militar”, que no soportó la descomposición de la cúpula que los comandaba.
El asalto al palacio presidencial se inició a las 12 de la noche del 4 de febrero. Al mismo tiempo se asaltaron la residencia presidencial (La Casona), y otras importantes ciudades del país. Los enfrentamientos fueron intensos en algunos casos, pero finalmente los insurgentes se rindieron. De allí salió el histórico “por ahora” del comandante arrestado que sólo años después se convertiría en el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías.
Febrero en revolución
Casual o no, la Revolución Bolivariana comenzó también en febrero de 1999, luego de una gran victoria popular en diciembre del año anterior. Con la justicia social y la democracia participativa y protagónica como objetivos claros, Chávez inició un período renovador, dirigido a refundar la República bajo una óptica socialista y a través de acciones clave como la convocatoria de la Asamblea Constituyente, contemplada como un proceso de relegitimación de todos los poderes, siempre con la participación directa del pueblo.
Venezolanos y venezolanas se convirtieron desde entonces en agentes de cambio, en actores del rediseño estructural del país, concebido desde las bases y con miras a transformar para siempre la democracia representativa en democracia participativa.
Tal como lo dijera Hugo Chávez en su Aló, Presidente, número 350 de este domingo 31 de enero: “Nuestra Constitución y nuestras leyes forman el cauce de un destino que nos involucra a todas y todos por igual. Aquí nadie está por encima de la ley y el Estado ya no está al servicio, como lo estuvo durante cien años, de los intereses y privilegios de los poderosos”.
Para febrero de 1992, en Venezuela se escuchaba un grito enorme de frustración por el monstruo en que se había convertido la llamada “democracia representativa”. Ese clamor generalizado fue recogido por cinco tenientes coroneles, 14 mayores, 54 capitanes, 67 subtenientes, 65 suboficiales, 101 sargentos de tropa y más de 2 mil soldados, cuya misión era tumbar al gobierno del Carlos Andrés Pérez.
Los hombres que aquel 4 de febrero del 92 hicieron el intento por enderezar las cosas en un país cansado de la ineficiencia y la corrupción, pertenecían a 10 batallones y formaban parte de las guarniciones militares de los estados Aragua, Carabobo, Miranda, Zulia y el Distrito Federal. Fueron dirigidos por jóvenes oficiales: Hugo Chávez, Francisco Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos, Jesús Urdaneta Hernández y Jesús Ortiz Contreras, entre otros.
Ellos formaban parte de una organización conocida como Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), con una ideología política nacionalista y revolucionaria, basada en el pensamiento de Simón Bolívar. Hace ya 18 años de aquel 4 de febrero y para ese momento era casi imposible saber que se trataba de la semilla de lo que hoy conocemos como Revolución Bolivariana, cuyos once años celebramos también este 2 de febrero.
¿Por qué aquel grupo de hombres arriesgó la vida tratando de cambiar una nación' Los antecedentes y las consecuencias estarán siempre en el emblemático mes de febrero.
Después de la “coronación” de Pérez
Carlos Andrés Pérez disfrutaba de su segundo mandato y estaba seguro de que el país era el mismo que dejó en los años 70. Pero la economía ya no era la de antes. La deuda externa llegaba a los 35 mil millones de dólares, una de las más altas per cápita del continente. Las reservas internacionales habían tocado fondo y alcanzaban solamente para pagar una semana de importaciones. El 80 por ciento de los ingresos de 1988 se habían gastado en pagar los intereses de la deuda.
Pocos días después de una ostentosa toma de posesión, que muchos llamaron “coronación” por todo lo que tuvo de show, Pérez tuvo que hacer frente a las nuevas realidades, presionado por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Su 'gran viraje' eliminó los subsidios e inició el proceso de privatización de muchas industrias estatales. Fue un programa netamente neoliberal que produjo sus resultados en números fríos: si en 1989 el Producto Interno Bruto cayó en el ocho por ciento, en 1991 tuvo un alza del 9.3. Pero al mismo tiempo los sectores más débiles de la sociedad resultaron gravemente afectados en su nivel de vida. Para la época, dos terceras partes de la población vivía en la pobreza, relativa o absoluta. El aumento de precios en artículos de primera necesidad y en los pasajes hizo un daño irreparable.
Sólo dos semanas después de las medidas económicas, el 27 y el 28 de febrero del 89, estallaron los disturbios que se conocen como el 'Caracazo', con un saldo terrible que de acuerdo a lo informado por algunas fuentes podría pasar de los mil muertos. La brutal acción represiva del Gobierno involucró a las Fuerzas Armadas, lo que produjo profundo malestar en un sector que no estaba de acuerdo con utilizar la fuerza militar contra el pueblo.
Esa situación se unió a la corrupción generalizada y al aislamiento político de Pérez con su partido Acción Democrática, para conformar una mezcla explosiva que detonó el 4 de febrero del 92. Los oficiales que se levantaron se habían convertido en una especie de 'clase media militar”, que no soportó la descomposición de la cúpula que los comandaba.
El asalto al palacio presidencial se inició a las 12 de la noche del 4 de febrero. Al mismo tiempo se asaltaron la residencia presidencial (La Casona), y otras importantes ciudades del país. Los enfrentamientos fueron intensos en algunos casos, pero finalmente los insurgentes se rindieron. De allí salió el histórico “por ahora” del comandante arrestado que sólo años después se convertiría en el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías.
Febrero en revolución
Casual o no, la Revolución Bolivariana comenzó también en febrero de 1999, luego de una gran victoria popular en diciembre del año anterior. Con la justicia social y la democracia participativa y protagónica como objetivos claros, Chávez inició un período renovador, dirigido a refundar la República bajo una óptica socialista y a través de acciones clave como la convocatoria de la Asamblea Constituyente, contemplada como un proceso de relegitimación de todos los poderes, siempre con la participación directa del pueblo.
Venezolanos y venezolanas se convirtieron desde entonces en agentes de cambio, en actores del rediseño estructural del país, concebido desde las bases y con miras a transformar para siempre la democracia representativa en democracia participativa.
Tal como lo dijera Hugo Chávez en su Aló, Presidente, número 350 de este domingo 31 de enero: “Nuestra Constitución y nuestras leyes forman el cauce de un destino que nos involucra a todas y todos por igual. Aquí nadie está por encima de la ley y el Estado ya no está al servicio, como lo estuvo durante cien años, de los intereses y privilegios de los poderosos”.
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