Dólar, carnaval e industria
En Venezuela hay oportunidades de sobra para pensar que el impulso del turismo tiene un efecto multiplicador sobre el sector productivo. ¿Quién no compra artesanías cuando va a El Hatillo en Caracas o al pueblo de Tintorero en el estado Lara?
Una de las desviaciones que estaba implicando el tipo de cambio anclado por tanto tiempo a 2,15, era la salida masiva de venezolanos al exterior para hacer turismo de compras, pues nuestra moneda (el bolívar fuerte) tenía un cambio con respecto al dólar que, ficticiamente, nos hacía tener un poder de compra en otros países muy por encima del real.
El ajuste cambiario no solamente corrige el fenómeno anterior, sino que puede ser una – de las tantas variables- necesarias para incentivar el proceso a la inversa: que los extranjeros visiten nuestro país, pues los dólares que ellos poseen, al ser cambiados a Bs.F, obviamente rendirán más y así podrán tener mayor capacidad de compra de productos o servicios en Venezuela, con el consecuente efecto dinamizador que eso tiene en nuestra economía.
A propósito de estos carnavales 2010, es bueno recordar que el desarrollo del turismo y su impulso son una herramienta para apuntalar el crecimiento del sector industrial venezolano y en especial la artesanía, las micros, pequeñas y medianas industrias. La gran masa de turistas del mundo e incluso los venezolanos que hacen turismo en Venezuela, cada día se inclinan más por vincularse con las tradiciones, costumbres o culturas de las zonas que visitan.
En Venezuela hay oportunidades de sobra para pensar que el impulso del turismo tiene un efecto multiplicador sobre el sector productivo. ¿Quién no compra artesanías cuando va a El Hatillo en Caracas o al pueblo de Tintorero en el estado Lara? ¿Quién no compra las panelitas de San Joaquín en la Autopista Regional del Centro? ¿Quién no compra los diversos “souvenir” realizados por los Yanomami, Yekuana o Piaroas cuando va al estado Amazona? ¿Quién no compra una franela con el estampado de Choroní, Margarita o Morrocoy, muchas de las cuales son fabricadas en el país, aunque sea el bordado?
Y todo esto genera fuentes de empleos para los emprendedores, artesanos, pequeños y medianos industriales. Hay muchos ejemplos que sentencian la correlación entre turismo y desarrollo productivo. Cuando la actividad turística impulsa la construcción de posadas, hoteles, restaurantes, etc. parte de los insumos que se necesitan para erigir y operar este tipo de hospedajes son suministrados por el sector de la pequeña y mediana industria: cabillas, bloques, puertas de madera o metal, mobiliario y lencería, alimentos, entre otros, lo que hace que el boom turístico encienda muchas chimeneas de nuestras fábricas. Queda de nuestra parte, atender y prestar el mejor servicio posible a coterráneos y extranjeros en estos carnavales de 2010.
Miguel Pérez Abad
En Venezuela hay oportunidades de sobra para pensar que el impulso del turismo tiene un efecto multiplicador sobre el sector productivo. ¿Quién no compra artesanías cuando va a El Hatillo en Caracas o al pueblo de Tintorero en el estado Lara?
Una de las desviaciones que estaba implicando el tipo de cambio anclado por tanto tiempo a 2,15, era la salida masiva de venezolanos al exterior para hacer turismo de compras, pues nuestra moneda (el bolívar fuerte) tenía un cambio con respecto al dólar que, ficticiamente, nos hacía tener un poder de compra en otros países muy por encima del real.
El ajuste cambiario no solamente corrige el fenómeno anterior, sino que puede ser una – de las tantas variables- necesarias para incentivar el proceso a la inversa: que los extranjeros visiten nuestro país, pues los dólares que ellos poseen, al ser cambiados a Bs.F, obviamente rendirán más y así podrán tener mayor capacidad de compra de productos o servicios en Venezuela, con el consecuente efecto dinamizador que eso tiene en nuestra economía.
A propósito de estos carnavales 2010, es bueno recordar que el desarrollo del turismo y su impulso son una herramienta para apuntalar el crecimiento del sector industrial venezolano y en especial la artesanía, las micros, pequeñas y medianas industrias. La gran masa de turistas del mundo e incluso los venezolanos que hacen turismo en Venezuela, cada día se inclinan más por vincularse con las tradiciones, costumbres o culturas de las zonas que visitan.
En Venezuela hay oportunidades de sobra para pensar que el impulso del turismo tiene un efecto multiplicador sobre el sector productivo. ¿Quién no compra artesanías cuando va a El Hatillo en Caracas o al pueblo de Tintorero en el estado Lara? ¿Quién no compra las panelitas de San Joaquín en la Autopista Regional del Centro? ¿Quién no compra los diversos “souvenir” realizados por los Yanomami, Yekuana o Piaroas cuando va al estado Amazona? ¿Quién no compra una franela con el estampado de Choroní, Margarita o Morrocoy, muchas de las cuales son fabricadas en el país, aunque sea el bordado?
Y todo esto genera fuentes de empleos para los emprendedores, artesanos, pequeños y medianos industriales. Hay muchos ejemplos que sentencian la correlación entre turismo y desarrollo productivo. Cuando la actividad turística impulsa la construcción de posadas, hoteles, restaurantes, etc. parte de los insumos que se necesitan para erigir y operar este tipo de hospedajes son suministrados por el sector de la pequeña y mediana industria: cabillas, bloques, puertas de madera o metal, mobiliario y lencería, alimentos, entre otros, lo que hace que el boom turístico encienda muchas chimeneas de nuestras fábricas. Queda de nuestra parte, atender y prestar el mejor servicio posible a coterráneos y extranjeros en estos carnavales de 2010.
Miguel Pérez Abad
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