lunes, 29 de marzo de 2010

La crucifixión de Chávez

La crucifixión de Chávez
Matar a Chávez sería lo mismo que crucificar a Jesús de Nazaret nuevamente, será hacerlo eterno, como al Che, como a Luther King y como a tantos que se cargaron con la pólvora de sus balas asesinas.
Raúl Bracho
Allá por los patios de la Academia Militar llegó un día un llanero llamado Tribilín. El mismo nos cuenta en sus discursos que Adán Chávez, su hermano mayor, fue su primer ductor en su formación ideológica izquierdista. Tribilín jugaba baseball y leía a Bolívar, escribía diarios donde desde su corta edad iba guardando notas para lo que sería su vida. Llegó a dudar que había nacido para soldado, pero no desistió y siguió catequizando entre sus compañeros lo que sería su proyecto de vida: Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez, como las tres raíces para una nueva república, la quinta republica de Venezuela.
Flaco, alto, medio poeta y soñador. Con un verbo especial que convertía en extraordinarios discursos cada vez que hablaba, fueron atrayendo a su alrededor a muchos de sus compañeros. Quizá pensaba a veces que hubiera sido mejor ser guerrillero, pero el movimiento armado de esos años ya estaba en su decadencia y terminó aceptando la pacificación que proponía Rafael Caldera. Siguió con rigor sus años de militar, ya estaba sentenciado al dedo que lo señalaba como peligroso, pero seguía hablando y leyendo, leyendo y hablando.
Por aquellos años que siguieron al Caracazo, ya le parecía que solo tomar el poder con un levantamiento armado sería la forma de poder crear la Quinta República que soñaba. Todos sabemos más o menos lo que ocurrió. Una madrugada del 4 de Febrero Tribilín y sus amigos comenzaron el levantamiento. Blindados, tanques y aviones se movilizaron bajo la voz del Teniente Coronel Hugo Chávez Frías aquella noche previa y al despuntar del alba todos despertamos bajo el asombro y el tiroteo. El comandante Chávez había intentado sublevarse, movilizó al ejército a nivel nacional y logró tomar casi todos los blancos propuestos, pero falló en Caracas. Rápidamente la reacción del generalato fiel a Carlos Andrés Pérez había logrado someterlos, todos los que estábamos vivos no podremos olvidar su alocución a la patria diciendo que no se habían logrado los objetivos: “por ahora”.
Años después, en 1998 Chávez llegaba a Presidente de Venezuela por una mayoría aplastante en aquellas elecciones de Diciembre. Todos recordamos como de manera casi inverosímil el pueblo cada vez se plegaba a votar por Chávez, las encuestas fueron derrumbando de forma abismal todas las predicciones y no tuvo más camino la godarria que darle el mando. Así Rafael Caldera, el mismo que le diera el indulto para sacarlo de la cárcel, lo juramentó como Presidente.
Aun recuerdo su primera alocución al país desde la casona, residencia presidencial. Había salido a caminar por los pasillos y nos narraba de la imponente majestuosidad del mobiliario, de las obras de arte y de la riqueza en la que se sentía atrapado. Chávez ya había firmado un pacto con el pueblo, un pacto al que jamás le será infiel. Se tardó en aprender a manejar la maquinaria del Estado, se equivocó no una, muchas veces, pero sabía hacia donde iba y de a poco fue armando su verdadero equipo de gobierno. La reacción pretendía cautivarlo con los favores del poder, todos pensaba que Chávez se pondría un precio. Esto nunca pasó.
La Constituyente se aprobó y dio sepultura a la constitución moribunda sobre la que había jurado al aceptar el mando. El pasar de sus años de gobierno, en los que tuvo cada vez una ruptura más definitiva con los poderes oligarcas, le puso enfrente de un golpe que lo derrocó y al que el pueblo y los soldados que lo seguían supieron dominar, luego vino el paro petrolero, que terminó permitiendo a Chávez tomar el poder de PDVSA, de la renta petrolera que nunca había podido dominar. La creación de la Quinta República nació con la nueva constitución. 11 veces ha sido consultado el pueblo y 11 veces el pueblo a dicho Chávez.
Hugo Chávez Frías mismo lo dice, aquel Chávez incauto y desprevenido de Abril del 2.002, cuando un golpe lo derrocó ya no lo volverán a encontrar. Chávez a sabido aprender el tamaño de su enemigo y su enemigo aun no sabe como salir de él. Chávez es la peor pesadilla del imperio. Su voz comenzó una marcha cuyo polvo se levanta por todos los caminos del mundo, reinventó el socialismo cuando ya el mismo imperio se sentía vencedor. Su voz y su imagen son conocidas por la humanidad aun más allá del castigo mediático que ha pretendido inútilmente satanizarlo.
Ha 11 años de su llegada al poder, la Revolución Bolivariana de Venezuela cuenta con una enorme fortaleza, la voz de Chávez y el ejemplo de nuestra patria siembran aquella trilogía de Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez en la conciencia del pueblo. Martí, Ohiggins, Morazán y hasta el mismo Carlos Marx lo acompañan en los campos donde libra sus batallas. El imperio, que por demás sufre una crisis de recesión inmanejable, sigue encontrando en Chávez al gran culpable del sentimiento antiimperialista y norteamericano.
Las armas del siglo XXI en manos del imperio, apuntan su nuca. Chávez debe ser crucificado, a toda costa. ¿Es reducible el pueblo que lo acompaña? ¿Podría ser tan fácil como sucedió en Honduras? Obviamente que la tarea es casi imposible. Matar a Chávez sería lo mismo que crucificar a Jesús de Nazaret nuevamente, será hacerlo eterno, como al Che, como a Luther King y como a tantos que se cargaron con la pólvora de sus balas asesinas. El Comandante Presidente no tiene desgaste, el pueblo sabe muy bien hacia donde marcha su camino, el socialismo cada día es más una realidad palpable, el poder popular se crece y suplanta cada vez más a inoperantes compañeros que se rinden por dinero. El pueblo es el último que dejará de creer en Hugo Chávez Frías, esto lo sabe Chávez y lo sabe muy bien el imperio.
Guste o no a quien me lea, Hugo Chávez Frías es un luchador de la humanidad amado por los pueblos, como lo fue Jesús, el revolucionario, como lo fue el Che, como lo es Fidel Castro. El pueblo no lo llevará al madero, esta vez no pasará lo mismo que pasó con Bolívar.
Chávez a veces nos pregunta: ¿y cuando murió Bolívar en Cartagena, donde estaba el pueblo? ¿Por qué el pueblo no salió a defender a Bolívar? Hoy el pueblo sabe que vacilar es `perdernos, que no hay marcha atrás. A pesar del comienzo de una ofensiva integral orquestada por el pentágono con alianzas implícitas de todos los factores del pasado, a pesar del hostigamiento mediático, de la generación de supuestas disidencias como fuerzas para mediatizar su liderazgo, Chávez es más Chávez que nunca, como dice el dicho: “los llaneros son del tamaño de las circunstancias”
¡Venceremos!

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