jueves, 9 de junio de 2011

Lucha armada y lucha de ideas

El paradigma de la revolución armada cae ante el poderío militar del enemigo, hay que tomar armas que permitan derrotarlo: las ideas, la conciencia y organización popular en el marco democrático.
Raúl Bracho
Aleluya si fuese posible derrotar este imperio a balazos, habría caído una y mil veces ya. Cuba derrotó al ejército de Batista con los fusiles heroicos de la sierra maestra, pero de aquel tiempo a esta parte se hace imposible repetir la hazaña, no por falta de guerrilleros ni de rabia popular, sino por un imperio que maneja un poder bélico prácticamente invencible, al que se le puede resistir pero difícilmente derrotar. A la hora de querer someter con el genocidio y la fuerza brutal, el imperio derrumba a ejércitos grandiosos y los arrincona en la resistencia sometida a sus enormes fuerzas. El pueblo de Gaza y Libia son ejemplos de cómo se aleja la posibilidad de la victoria por las armas.
El sueño del Che de crear mil Vietnam solo podrá renacer en un momento histórico en el que el mismo imperio se enfrente ya a todas una humanidad sumida en la gran hambruna y miseria de su propio fin, quizá estando debilitado; pero por ahora, la carta que le queda y usa este imperio es sus grandes potenciales armamentísticos, su alta tecnología y su gran poder de destrucción con naves intripuladas, con enorme tecnología satelital y con bombas sumamente letales. Es su cara ante el mundo: la guerra.
Aun con esta situación de desigualdad, la lucha de los pueblos que claman cambios drásticos en el sistema, han encontrado nuevas armas más allá de las guerras: la famosa batalla de las ideas, proclamada por Fidel, nuestro gran timonel, basta para confirmar estas apreciaciones, el mismo nos denuncia el poder casi indestructible del imperio de la guerra, pero sembró el terreno de una nueva batalla: las ideas, la conciencia y la participación social.
Hugo Chávez Frías fue duramente criticado cuando al salir de la cárcel se convenció del camino democrático, de la vía electoral para la toma del poder político, los izquierdistas radicales no entendían ni entienden una revolución sin armas y sin guerras, a veces siendo más guerreristas que el mismo enemigo al que queremos derrotar. Sin embargo la historia le dio la razón, el pueblo revirtió las reglas establecidas de la seudo democracia neoliberal en la que el pueblo elegía a quien le enseñaban a elegir entre títeres del mismo cogollo oligarca, el pueblo descubrió que podía tomar el poder político votando por un candidato como Hugo Chávez, como Rafael Correa, como Kichner, como tantos otros que hoy están al frente de los gobiernos en nuestra América. La batalla de las ideas comienza a preocupar al imperio que no trata sino de demonizar a estos gobiernos y a tratar de ilegitimizarlos para poder llevar la contienda a su plano preferido: la guerra.
Por ello es necesario que se entienda, sobre todo en estos días, la importancia de la revolución bolivariana y los procesos que ésta ha generado en el continente, que se entienda que la paz es la mejor arma para derrotar al imperio, que este juego difícil de dormir con el enemigo, de aceptar reglas que ya estaban establecidas por nuestro enemigo e irlas derrotarlo lentamente y dentro del marco democrático, es un camino demasiado valioso como lo demuestra Venezuela con su nueva constitución, con su pueblo organizado y con todos los beneficios de los que disfruta nuestro pueblo luego de estos años de luchas y victorias: salud, educación, vivienda y organización comunal.
Nunca el proceso revolucionario que ha nacido desde nuestros pueblos agredió o descalificó a los movimientos armados que resisten en Colombia, a pesar de las grandes derrotas que sufren a diario por su gobierno oligarca y las bases americanas que lo atacan con demasiada desproporción, la lucha de cada pueblo merece el respeto a su libre determinación. Esto debe suceder de igual forma por su parte, el proceso enorme que avanza desde los países que desarrollamos la revolución en democracia merece el respeto de sus organizaciones revolucionarias, no deberán poner en riesgo al proceso que se enmarca dentro de la democracia internacional al ocasionar situaciones que el mismo imperio no tardaría en usar como pruebas para acusarnos de cómplices del terrorismo internacional, o de financiarlos y propiciarlos.
Considero un deber de las FARC mantenerse al margen del territorio venezolano, son tiempos muy distintos a los de la revolución cubana que triunfo con las armas y daba refugio a los movimientos armados similares a su propio origen, creo en el fondo que esto lo entiende muy bien el secretariado de las FARC y me basta para confirmarlo que entre tanta denuncia que se imprime a diario no he leído la primera que provenga oficialmente de ésta organización. De igual forma quienes de forma tan ligera alegan y acusan de contra revolucionaria a nuestro líder por las desafortunadas situaciones ocurridas deberían repensar las consecuencias políticas que envuelven estos sucesos, es que si alguno de ellos piensa que Chávez toma éstas decisiones por rabia al movimiento guerrillero o con algún tipo de placer, entonces no conocen quien es nuestro comandante. Yo se que son decisiones tomadas con dolor y con firmeza, con rabia de que se permita a camaradas revolucionarios ser atrapados fuera de las reglas de un juego que hay que cumplir para no arriesgar ni un milímetro el poder político y económico que se ha conquistado y que genera la única fuerza capaz de anteponerse al sistema y abrir una posibilidad posible a la revolución mundial.
Con mi mas fraterno apoyo a las FARC, a quien deseo las mejores victorias contra el gobierno pitiyanqui del oligarca Santos, y con mi invitación a quienes damos la batalla en Venezuela y la América nuestra para que sepamos entender la importancia de la marcha que ya lleva doce años derrotando en democracia al imperio, para defenderla afuera y adentro.
Muchas nuevas fuerzas de lucha piden en las plazas una nueva democracia: la democracia real. Es el clamor de los indignados y la misma nuestra, es el mismo camino por el que ya avanza Venezuela.
Venceremos

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