viernes, 22 de julio de 2011

La verdad y la palabra empeñada como valores revolucionarios

Antonia Muñoz
La verdad y la palabra empeñada como valores revolucionarios


Cuando buena parte de las y los venezolanos en 1998 decidimos depositar la confianza en Hugo Chávez Frías y el Movimiento Bolivariano que él lideraba, lo hicimos porque creímos y seguimos creyendo en el proyecto de cambio material y espiritual anunciado. En aquel momento, estábamos convencidos que era necesario cambiar la forma de conducir al país, porque la existente estaba distorsionando en diversos ámbitos el comportamiento de la sociedad venezolana. En el 2011, nuestro máximo líder nos exige el cumplimiento de las líneas estratégicas que nos presentó el 21 de enero del presente año en Vargas. Lo esencial de los cambios clamados por el pueblo y solicitados por el Presidente Chávez es: “CAMBIAR LA CULTURA POLÍTICA CAPITALISTA POR LA SOCIALISTA”. Es decir que nos urgen a buscar la estrategia para que termine de morir la manera de gobernar capitalista de la cuarta república y se establezca un gobierno de hombres y mujeres nuevas; esto sin tener que esperar a que los niños y niñas actuales se hagan adultos. Perfección no podemos procurar ni esperar porque los seres humanos somos imperfectos. Sin embargo; sería catastrófico e imperdonable que reprodujéramos los errores y los vicios del pasado.
En la presente reflexión abordaremos sólo dos valores, que parecieran simples detalles, pero ahí es donde está el diablo. Los primeros llamados a dar un paso al frente son quienes representan la vanguardia del PSUV y de otros partidos de la revolución. Sin esperar perfección; porque perfecto sólo Dios; quienes nos autodenominamos revolucionarios, debemos consagrarnos a la tarea de facilitar la reeducación, organización, participación y protagonismo popular. Sin embargo, estamos claros que cambiar actitudes y comportamientos que tienen profundas raíces culturales es una tarea muy difícil y de largo aliento. Aprendimos del “comandante Carache”, Argimiro Gabaldón, que: “el camino es duro, muy duro, pero es el camino”.
Hace unas 4 o 5 décadas atrás, decir la verdad era parte de la enseñanza familiar y escolar. Crear un altar a la verdad no puede ser cosa pasada de moda. Eso es similar a que pase de moda honrar a padres y madres, respetar a nuestros maestros o maestras y respetar a los mayores. Alguien podría insistir que tal propósito cae dentro de la utopía, pero basta ver la descomposición social del país y me dirán si fue o no un error descuidar esos aspectos. Algunos para justificarse suelen decir que la verdad no existe porque cada quien tiene su verdad, que la verdad siempre estará impregnada de la subjetividad de cada quien, que por eso la verdad es relativa, así que, pueden haber tantas verdades como seres humanos pensantes. Este razonamiento me parece un excelente argumento para tergiversar la verdad, que no es otra cosa que falsear la verdad, que al final es equivalente a mentir. En nuestra opinión, la verdad es la base de la libertad y de la justicia, como lo expresa la Biblia en Juan 8: 32:”Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
Ojalá todas y todos los revolucionarios como dignos hijos de Simón Bolívar nos apegáramos a sus enseñanzas cuando nos dice que: “hacer bien y aprender la verdad son las únicas ventajas que la Providencia nos ha concedido en la tierra”. Bolívar continúa moralizándonos con sus ejemplos de vida cuando le escribe a su dilecto amigo; el Mariscal Antonio José de Sucre en los siguientes términos: “Ud. sabe que no se mentir, y también sabe Ud. que la elevación de mi alma no se degrada jamás al fingimiento”. En el arte de gobernar en revolución se impone la dictadura de la verdad por muy dura que esta sea, ya que por lo general somos inmediatistas o cortoplacistas, queremos soluciones instantáneas, casi que somos una sociedad “nestea”. A manera de ejemplo me referiré al artículo 51 de la CRBV, el cual según la opinión de mucha gente se incumple sistemáticamente, porque en muchas oportunidades la gente “no obtiene ni oportuna ni adecuada respuesta a sus peticiones de parte de las y los funcionarios públicos”, muchos de las y los cuales no han caído en cuenta que son servidores públicos.
En relación a lo anterior, nos permitimos una recomendación que no es libresca, sino producto de la experiencia: En cada institución, dependiendo de su tamaño y complejidad, debe existir alguien o un equipo encargado de responder con la verdad por delante. La respuesta a cada petición no siempre puede ser un si, aunque es lo ideal. Sin embargo, podemos asegurarles que aunque la gente no se vaya contenta, siempre preferirá que le digan la verdad a que lo despachen con una mentira disfrazada de “caldo de sustancia o tente allá”. ¿Qué sentido y que de revolucionario tiene decirle a alguien que venga en una semana o el mes que viene, si se sabe que no existe la menor posibilidad de dar una respuesta positiva en el lapso señalado? De nuevo Bolívar: “LA VERDAD PURA Y SIMPLE ES LA MEJOR MANERA DE PERSUADIR. Si un proyecto presentado o una solicitud de cualquier naturaleza no es viable técnica o financieramente hablando, es mejor negarla con la explicación correspondiente. Tampoco se trata de “un no, porque no me da la gana”.
Finalmente, entendamos que entre los cambios que la gente espera están el apego a la verdad y el cumplimiento de la palabra empeñada por parte de gobernantes y el funcionariado público. Mucha gente quisiera que pusiéramos en práctica, aquello que oíamos de nuestros padres y abuelos: MI PALABRA ES UN DOCUMENTO. Ojalá no haya quien diga: eso era en los tiempos de Bolívar, cuando el 08 de octubre de 1812 le aseguró a su tío Juan Nepomuceno Ribas a quien le pedía un crédito para cubrir necesidad de un tercero: ME VERÍA COMO UN HOMBRE INDIGNO, SI FUERE CAPAZ DE ASEGURAR LO QUE NO ESTOY CIERTO DE CUMPLIR. Hagamos lo que el pueblo añora. Con Dios por delante, trabajemos por esta utopía posible Nosotros viviremos para verlo! Nosotros venceremos.
San Fernando, 20 de julio de 2011

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