Yo, madre desnaturalizada
CAROLA CHÁVEZ
Shh! disimula que ahí viene el niño.
—¿Mamá, de qué hablas?
—De sexo, mi vidita, pene, vagina, orgasmo, ya sabes…
—¡Ah! menos mal, pensé que hablabas de política.
Niños y política, la peor, la más aberrante mezcla que puede hacer adulto alguno. Delito que nos hace clamar por la pena capital, el garrote vil, la purificadora hoguera.
Vuelve nuestra oposición enardecida, vuelven a salvar a nuestros niños, y cuando digo nuestros, me refiero a cualquier menor que viva expuesto a la irresponsabilidad casi delincuencial de sus padres socialistas. Degenerados padres que creemos que nuestros hijos pueden ser beneficiarios o víctimas de la política, por lo tanto y para darle herramientas, permitimos que se sumerjan en sus vericuetos, haciendo el mejor esfuerzo para facilitar toda la información que necesiten, tal como lo hacemos con cualquier otro tema que estos adictos al “por qué” nos pongan sobre la mesa.
Lo malo, lo verdaderamente repugnante, es que los carricitos sean expuestos a ideas que, para decirlo con delicadeza, no son ideas de derecha.
Es nuestra zurda tendencia lo que exaspera a estos súbitos protectores de la infancia. Ellos, que patearon el derecho a la educación de sus hijos durante el paro petrolero, “Hasta que Chávez caiga, aunque los chamos pierdan el año”. Ellos, que lanzaron a la calle a sus tiernos aspirantes a bachiller, con sus mochilas llenas de piedras, gorritas de RCTV y aquel dulce canto de “Y va a caer, este gobierno va a caer”. Ellos que arrullan a sus niños con la marcha de Globovisión. Son ellos precisamente los que hoy, como siempre, chillan para salvar, no a sus hijos que ya están impregnados de derecha, sino a otros muchachos, en otros colegios, en otras condiciones, que tienen otros puntos de vista y quieren expresarlos. Chillan porque nuestros hijos también quieren participar en política, pero no quemando chaguaramos con sus manos blancas, sino comunicando ideas con tinta roja.
Yo, madre desnaturalizada, quiero que mis gordas lean, pregunten, discutan, en la casa, en el cole, con sus amigos, con todo el mundo, sobre el Che, Reagan, Nixon o Fidel, que hablen de Franco, Gaitán, Perón, Bush, de Chávez, de los movimientos sociales, de la privatización de nuestro continente, del FMI. Que aprendan a deshilachar las noticias, a formar su criterio, a exponer y defender ideas, sin disimulos, sin guiones, sin consignas ni nalgas blancas. En fin, que aprendan a pensar para que sepan decidir.
Es que la política, mamás y papás horrorizados, no es una mala palabra, y el socialismo, aunque sí es contagioso, no es una enfermedad. La bendición. Amén.
CAROLA CHÁVEZ
Shh! disimula que ahí viene el niño.
—¿Mamá, de qué hablas?
—De sexo, mi vidita, pene, vagina, orgasmo, ya sabes…
—¡Ah! menos mal, pensé que hablabas de política.
Niños y política, la peor, la más aberrante mezcla que puede hacer adulto alguno. Delito que nos hace clamar por la pena capital, el garrote vil, la purificadora hoguera.
Vuelve nuestra oposición enardecida, vuelven a salvar a nuestros niños, y cuando digo nuestros, me refiero a cualquier menor que viva expuesto a la irresponsabilidad casi delincuencial de sus padres socialistas. Degenerados padres que creemos que nuestros hijos pueden ser beneficiarios o víctimas de la política, por lo tanto y para darle herramientas, permitimos que se sumerjan en sus vericuetos, haciendo el mejor esfuerzo para facilitar toda la información que necesiten, tal como lo hacemos con cualquier otro tema que estos adictos al “por qué” nos pongan sobre la mesa.
Lo malo, lo verdaderamente repugnante, es que los carricitos sean expuestos a ideas que, para decirlo con delicadeza, no son ideas de derecha.
Es nuestra zurda tendencia lo que exaspera a estos súbitos protectores de la infancia. Ellos, que patearon el derecho a la educación de sus hijos durante el paro petrolero, “Hasta que Chávez caiga, aunque los chamos pierdan el año”. Ellos, que lanzaron a la calle a sus tiernos aspirantes a bachiller, con sus mochilas llenas de piedras, gorritas de RCTV y aquel dulce canto de “Y va a caer, este gobierno va a caer”. Ellos que arrullan a sus niños con la marcha de Globovisión. Son ellos precisamente los que hoy, como siempre, chillan para salvar, no a sus hijos que ya están impregnados de derecha, sino a otros muchachos, en otros colegios, en otras condiciones, que tienen otros puntos de vista y quieren expresarlos. Chillan porque nuestros hijos también quieren participar en política, pero no quemando chaguaramos con sus manos blancas, sino comunicando ideas con tinta roja.
Yo, madre desnaturalizada, quiero que mis gordas lean, pregunten, discutan, en la casa, en el cole, con sus amigos, con todo el mundo, sobre el Che, Reagan, Nixon o Fidel, que hablen de Franco, Gaitán, Perón, Bush, de Chávez, de los movimientos sociales, de la privatización de nuestro continente, del FMI. Que aprendan a deshilachar las noticias, a formar su criterio, a exponer y defender ideas, sin disimulos, sin guiones, sin consignas ni nalgas blancas. En fin, que aprendan a pensar para que sepan decidir.
Es que la política, mamás y papás horrorizados, no es una mala palabra, y el socialismo, aunque sí es contagioso, no es una enfermedad. La bendición. Amén.
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