Por: Ángel V. Rivas
No le doy un adiós a Mario Benedetti, ¿por qué he de hacerlo si él está ahí…sobre el estante de la pared de mi habitación sonriéndome, hablándome, narrándome, diciéndome lo difícil que resulta ser un poeta, un escritor, en lucha contra tantos imposibles?
Paso mis dedos sobre el teclado de música y la última tecla es tan aguda como esas notas que en su momento emitía Morela Múños sobre el espacio de sus inolvidables conciertos populares los cuales nunca olvido. Es un sonido que al percibirlo me hace voltear la cara para que mi nieto pueda seguir comparándome con los personajes que nunca lloran y que son sus héroes y entre los cuales él me ha colocado. A mi edad llorar es rendirles culto a las emociones que he vivido, a quienes me han hecho vibrar con su humanismo, con su canto, con su poesía, con su lucha .
A los 88 años Mario Benedetti se ha marchado físicamente, mas a quién se le ocurre decir que la muerte se lleva los pensamientos sembrados en el alma de los pueblos… en el alma de quienes han sido protagonistas de una vida hermosa y vulnerable. No se muere el viento que nos trae su canto desde la montaña, no cae el guerrero que lucha por la justicia, no muere jamás el poeta que colgado sobre los hilos del alba, se balancea en la ventana, con su risa y su canto, llenándonos de optimismo y amor… Mario Benedetti se ha ido como se van los héroes: dejando una lucha y un ejemplo.
Es lo malo de llegar a viejo. Uno se acostumbra a los personajes como Mario y todos los días del mundo lo ve como el amigo eterno. Sí, le doy las gracias a la vida porque todavía conservo un vestigio de vida, para llorar por Mario, como lloré cuando murió Víctor Jara, Alí Primera, el Grupo Madera…como lloré cuando en playa Girón murieron hombres azules y rojos los hombre de Playa Girón… es igual al llanto de los días de Vietnam cuando el Napal quemaba los sueños de los niños a la orilla del río Mekong.
Quien no llora no sabe de lo que se pierde, pero mi llanto es agudo como lo dije antes, un lamento que se hunde igual a una daga, revolviendo recuerdos y en esos recuerdos veo los libros, las películas, de Mario Benedetti y exclamó con un grito que se niega a salir por ese temor a eso que alguien le sembró a muchos: “eres un hombre y los hombres no lloran”…no saben lo hermoso, lo divino que resulta llorar cuando en el corazón se nos encabritan los recuerdos de quienes nos han dado la mejor medicina al espíritu: ¡los libros!.
Pasaré algunos días tristes; es natural. Él ya no está por ahí de clínica en clínica, de piso a piso. Los males que le sembró el tiempo son naturales, sobre todo para quien siempre estuvo observando la vida desde un ángulo creativo, porque quien no crea nada no existe. Mario Benedetti entra en ese círculo divino donde están los inmortales, los que se han multiplicado como inolvidables, e imprescindible, según Bertold Brecht.
Murió Mario Benedetti, ¿qué cosa no? Ni siquiera la naturaleza es capaz de detener el tempo de los nuestros. No le doy un adiós a Mario Benedetti, ¿por qué he de hacerlo si él está ahí…sobre el estante de la pared de mi habitación sonriéndome, hablándome, narrándome, diciéndome lo difícil que resulta ser un poeta , un escritor, en lucha contra tantos imposibles?.
No le doy un adiós a Mario Benedetti, ¿por qué he de hacerlo si él está ahí…sobre el estante de la pared de mi habitación sonriéndome, hablándome, narrándome, diciéndome lo difícil que resulta ser un poeta, un escritor, en lucha contra tantos imposibles?
Paso mis dedos sobre el teclado de música y la última tecla es tan aguda como esas notas que en su momento emitía Morela Múños sobre el espacio de sus inolvidables conciertos populares los cuales nunca olvido. Es un sonido que al percibirlo me hace voltear la cara para que mi nieto pueda seguir comparándome con los personajes que nunca lloran y que son sus héroes y entre los cuales él me ha colocado. A mi edad llorar es rendirles culto a las emociones que he vivido, a quienes me han hecho vibrar con su humanismo, con su canto, con su poesía, con su lucha .
A los 88 años Mario Benedetti se ha marchado físicamente, mas a quién se le ocurre decir que la muerte se lleva los pensamientos sembrados en el alma de los pueblos… en el alma de quienes han sido protagonistas de una vida hermosa y vulnerable. No se muere el viento que nos trae su canto desde la montaña, no cae el guerrero que lucha por la justicia, no muere jamás el poeta que colgado sobre los hilos del alba, se balancea en la ventana, con su risa y su canto, llenándonos de optimismo y amor… Mario Benedetti se ha ido como se van los héroes: dejando una lucha y un ejemplo.
Es lo malo de llegar a viejo. Uno se acostumbra a los personajes como Mario y todos los días del mundo lo ve como el amigo eterno. Sí, le doy las gracias a la vida porque todavía conservo un vestigio de vida, para llorar por Mario, como lloré cuando murió Víctor Jara, Alí Primera, el Grupo Madera…como lloré cuando en playa Girón murieron hombres azules y rojos los hombre de Playa Girón… es igual al llanto de los días de Vietnam cuando el Napal quemaba los sueños de los niños a la orilla del río Mekong.
Quien no llora no sabe de lo que se pierde, pero mi llanto es agudo como lo dije antes, un lamento que se hunde igual a una daga, revolviendo recuerdos y en esos recuerdos veo los libros, las películas, de Mario Benedetti y exclamó con un grito que se niega a salir por ese temor a eso que alguien le sembró a muchos: “eres un hombre y los hombres no lloran”…no saben lo hermoso, lo divino que resulta llorar cuando en el corazón se nos encabritan los recuerdos de quienes nos han dado la mejor medicina al espíritu: ¡los libros!.
Pasaré algunos días tristes; es natural. Él ya no está por ahí de clínica en clínica, de piso a piso. Los males que le sembró el tiempo son naturales, sobre todo para quien siempre estuvo observando la vida desde un ángulo creativo, porque quien no crea nada no existe. Mario Benedetti entra en ese círculo divino donde están los inmortales, los que se han multiplicado como inolvidables, e imprescindible, según Bertold Brecht.
Murió Mario Benedetti, ¿qué cosa no? Ni siquiera la naturaleza es capaz de detener el tempo de los nuestros. No le doy un adiós a Mario Benedetti, ¿por qué he de hacerlo si él está ahí…sobre el estante de la pared de mi habitación sonriéndome, hablándome, narrándome, diciéndome lo difícil que resulta ser un poeta , un escritor, en lucha contra tantos imposibles?.
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