sábado, 18 de septiembre de 2010

Un país sin pobres, ¿ni ricos? ¡Zás!

Un país sin pobres, ¿ni ricos? ¡Zás!
Pedro Salima
El empeño del Presidente Chávez en lograr un país de iguales, sin pobres ni ricos, es preocupante; pero preocupante de verdad. No se trata del cuentico de las casas que nos van a quitar, de nuestros hijos que va a adoptar el Estado, ni de la ideologización en las escuelas y todo ese taquititaqui que nos inventamos. Es algo más grave.
¿Qué puede hacer un cura, parado en el altar, en plena misa, que no tenga pobres por los cuáles pedir? Diablos, nos quedaríamos sin curas. Todos sabemos que la misericordia de Dios es con los pobres, pues los ricos tienen ganado el cielo a punta de jugosas contribuciones.
Cuando un cura habla de las ovejas descarriadas que debemos salvar, usted de inmediato pinta en su imaginación a un pobre, nunca a un rico. No sé si son vainas de uno, pero así funciona.
Salgamos del mundo de los curas y vamos al civil. Imagínese a las señoras encopetadas que en alguna época del año se reúnen para juntar comida, ropa, juguetes y cachivaches a fin de regalárselos a los pobres en un acto de generosidad, ¿qué van a hacer si no hay pobres? Se quedarían sin clientes. Estas infortunadas señoras tendrán que meterse su caridad quién sabe por dónde.
¿Qué será de esos maratónicos programas televisivos donde los artistas se sacrifican para reunir algo para los pobres? Eso sería de muerte lenta, pues ningún artista sensible va a soportar una vida en la que no tenga un día disponible para los echarle una manito a los niños del páramo u otros de semejante situación.
Terrible destino le espera a las señoras de la alta burguesía que se sienten regocijadas, en paz con Dios, cuando en diciembre le dan un regalito al hijo de la mujer de servicio. Ya no tendrían con quién cumplir ese gesto de bondad.
Imagínese usted al señor empresario que durante un año le arranca el pellejo a los trabajadores, los humilla, los machuca moralmente, les roba el salario, pero tiene reservado un 24 de diciembre por la tarde para destapar una botella de whisky y compartirla con ellos. ¡Le estamos robando a ese hombre su media tarde de felicidad, de reencuentro con Dios!
¿Y el drama que viviría la aristócrata que ya no podría regalarle una botellita de vino al recogedor de basura? Pobre mujer, luego de pasarse un año sin poder acercarse a ese hombre a menos de veinte metros para no verse afectada por el mal olor, asume una postura heroica y un día de diciembre se le aproxima para regalarle un vinito.
Ya no podrá hacerlo. Qué golpe tan mortal a la señora.
Y lo peor, compatriotas, lo inaceptable, lo que nos obliga a enfrentarnos a Chávez y sus ideas de igualdas social, es el destino de las telenovelas. ¿De qué van a escribir los libretistas de esos monumentos a la cultura popular si ya no podrán tener niñas pobres enamoradas del papacito adinerado y con auto último modelo?
Será el acabose.

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