¿Cinco millones de oligarcas?
José Vicente Rangel
El presidente Hugo Chávez suele comentar que después de una elección en la que la oposición a su candidatura sacó cuatro millones de votos, Fidel Castro le dijo: "Chávez, en Venezuela no puede haber cuatro millones de oligarcas". En efecto, no hay en el país cuatro millones de oligarcas y mucho menos cinco millones, como lo registra el resultado del referendo aprobatorio de la enmienda constitucional. Cierto que el Sí ganó el 15F por amplio margen: un millón 300 mil sufragios de ventaja sobre el No, es decir, diez puntos más que la opción que se opuso a la aprobación de la enmienda. En cualquier país del mundo esta contundente diferencia no admite discusión. Por menos han ganado elecciones recientes otros mandatarios, sin ir muy lejos, en México, Calderón sobre López Obrador con menos de medio punto de ventaja; en EEUU, Obama sobre McCain con siete puntos, y en la Venezuela del pasado, durante la IV República, varios mandatarios ganaron de chiripa -ejemplo: Rafael Caldera frente a Gonzalo Barrios-. Por eso pienso que la discusión en torno al resultado de la última elección, a su legitimidad y transparencia, a lo convincente o no de los guarismos, es una ociosidad. O, simplemente, el recurso de algunos energúmenos que disparan contra Chávez y en el fondo lo hacen contra las conquistas sociales, la democracia y las instituciones forjadas por el pueblo.
No obstante, el chavismo, primera fuerza política y social del país, tiene que reflexionar sobre el último resultado comicial. Sin duda ratificó su condición de mayoría, pero no basta.
Los cinco millones de votos de la oposición no son cuento.
Aplicando la apreciación de Fidel a Chávez al resultado del 15F, hay que decir, responsablemente, que no hay en Venezuela cinco millones de oligarcas, y que algo no está marchando bien, de lo cual es reflejo lo electoral. Para ilustrar lo que ocurre está no sólo el análisis del voto adverso de la llamada clase media, altamente beneficiada con el actual gobierno. También, de acuerdo con lo que escribió Eleazar Díaz Rangel en su columna del 22/02/09, está el dato siguiente: "Significativa la cantidad de votos del No en sectores populares, de más bajos ingresos (IV-V o segmentos D-E): 3 millones 290 mil 661 que seguramente viven en los barrios pobres". Son venezolanos -agrego yo- favorecidos como nunca con las políticas oficiales. Por eso es que asumir a priori actitudes descalificadoras del logro electoral de la oposición el 15F, es una banalidad.
Es negar el pronunciamiento de un sector importante de la población y, lo que es peor, subestimar al adversario mediante una explicación superficial, que sólo sirve para alimentar el triunfalismo.
Para Chávez y el chavismo esos cinco millones de venezolanos que votaron por el No -un millón más que cuando Fidel hizo la reflexión-, son un desafío en el sentido democrático del término. Las opciones ante el fenómeno serían desestimar ese caudal apreciable de votantes y darle respuestas irracionales, o analizar el porqué de su volumen y, sobre todo, de su crecimiento en zonas populares.
Hay que estudiar la composición social, política, humana, de ese 45% de compatriotas que votó contra la enmienda, y que también lo hizo contra Chávez dada la estrecha vinculación que se creó entre su figura líder del proceso y lo que se votaba.
Chávez siempre insiste en la necesidad de no ser triunfalistas. En efecto, no hay que ser triunfalistas porque la vida cobra esa actitud. Si no se fue triunfalista en el proceso electoral de la enmienda, menos hay que ser después. El adversario consolidó espacios y profundizó su presencia en sectores populares y resulta obvio preguntar: ¿a qué obedeció el hecho, o para descifrarlo habrá que esperar a que el antichavismo se convierta en ganador? La pregunta es pertinente y en el chavismo tiene que existir interés en responderla.
José Vicente Rangel
El presidente Hugo Chávez suele comentar que después de una elección en la que la oposición a su candidatura sacó cuatro millones de votos, Fidel Castro le dijo: "Chávez, en Venezuela no puede haber cuatro millones de oligarcas". En efecto, no hay en el país cuatro millones de oligarcas y mucho menos cinco millones, como lo registra el resultado del referendo aprobatorio de la enmienda constitucional. Cierto que el Sí ganó el 15F por amplio margen: un millón 300 mil sufragios de ventaja sobre el No, es decir, diez puntos más que la opción que se opuso a la aprobación de la enmienda. En cualquier país del mundo esta contundente diferencia no admite discusión. Por menos han ganado elecciones recientes otros mandatarios, sin ir muy lejos, en México, Calderón sobre López Obrador con menos de medio punto de ventaja; en EEUU, Obama sobre McCain con siete puntos, y en la Venezuela del pasado, durante la IV República, varios mandatarios ganaron de chiripa -ejemplo: Rafael Caldera frente a Gonzalo Barrios-. Por eso pienso que la discusión en torno al resultado de la última elección, a su legitimidad y transparencia, a lo convincente o no de los guarismos, es una ociosidad. O, simplemente, el recurso de algunos energúmenos que disparan contra Chávez y en el fondo lo hacen contra las conquistas sociales, la democracia y las instituciones forjadas por el pueblo.
No obstante, el chavismo, primera fuerza política y social del país, tiene que reflexionar sobre el último resultado comicial. Sin duda ratificó su condición de mayoría, pero no basta.
Los cinco millones de votos de la oposición no son cuento.
Aplicando la apreciación de Fidel a Chávez al resultado del 15F, hay que decir, responsablemente, que no hay en Venezuela cinco millones de oligarcas, y que algo no está marchando bien, de lo cual es reflejo lo electoral. Para ilustrar lo que ocurre está no sólo el análisis del voto adverso de la llamada clase media, altamente beneficiada con el actual gobierno. También, de acuerdo con lo que escribió Eleazar Díaz Rangel en su columna del 22/02/09, está el dato siguiente: "Significativa la cantidad de votos del No en sectores populares, de más bajos ingresos (IV-V o segmentos D-E): 3 millones 290 mil 661 que seguramente viven en los barrios pobres". Son venezolanos -agrego yo- favorecidos como nunca con las políticas oficiales. Por eso es que asumir a priori actitudes descalificadoras del logro electoral de la oposición el 15F, es una banalidad.
Es negar el pronunciamiento de un sector importante de la población y, lo que es peor, subestimar al adversario mediante una explicación superficial, que sólo sirve para alimentar el triunfalismo.
Para Chávez y el chavismo esos cinco millones de venezolanos que votaron por el No -un millón más que cuando Fidel hizo la reflexión-, son un desafío en el sentido democrático del término. Las opciones ante el fenómeno serían desestimar ese caudal apreciable de votantes y darle respuestas irracionales, o analizar el porqué de su volumen y, sobre todo, de su crecimiento en zonas populares.
Hay que estudiar la composición social, política, humana, de ese 45% de compatriotas que votó contra la enmienda, y que también lo hizo contra Chávez dada la estrecha vinculación que se creó entre su figura líder del proceso y lo que se votaba.
Chávez siempre insiste en la necesidad de no ser triunfalistas. En efecto, no hay que ser triunfalistas porque la vida cobra esa actitud. Si no se fue triunfalista en el proceso electoral de la enmienda, menos hay que ser después. El adversario consolidó espacios y profundizó su presencia en sectores populares y resulta obvio preguntar: ¿a qué obedeció el hecho, o para descifrarlo habrá que esperar a que el antichavismo se convierta en ganador? La pregunta es pertinente y en el chavismo tiene que existir interés en responderla.
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