HOY: Día de Los mártires de la revolución venezolana
Los mártires de la revolución venezolana
El 21 de junio es el día de los mártires de la revolución venezolana. Ese día, los militantes revolucionarios de las décadas del sesenta y setenta, recordábamos a Fabricio Ojeda, joven jefe de la revolución que presidió la Junta Patriótica contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y detectó, precozmente, la traición del Pacto de Punto Fijo al espíritu popular del 23 de Enero, por lo que renunció al cargo de diputado al Congreso nacional para asumir la lucha armada como vía a la conquista de la liberación nacional y el socialismo. Eran los tiempos del Frente de Liberación Nacional-Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FLN-Faln).
A Fabricio lo asesinaron en 1966 los esbirros torturadores de la democracia adeco-copeyana, ésos que se formaron con criminales de la talla de Posada Carriles. Simularon un suicidio que nadie creyó.
Todavía en agosto de 1976, en un encuentro de jóvenes dirigentes del PRV-Ruptura realizado en la facultad de Ingeniería Forestal de la ULA, tuve la ocasión de escuchar de boca de la compañera de Fabricio, su testimonio vital sobre aquel héroe de la Patria que sólo pensaba en cómo recobrar la libertad para reorganizar las escasas fuerzas revolucionarias que quedaban, y continuar la lucha.
Porque creer que una revolución puede triunfar pacíficamente y sostenerse, es engañarse. El Che lo dijo a su modo, claro y monolítico: “Porque en una revolución se muere o se triunfa, si es verdadera”. No hay cambio pacífico posible cuando se trata de transformar sociedades dominadas por minorías privilegiadas. Las clases opresoras se aferran de tal manera a su predominio, que son capaces de promover la violencia más letal. Asesinan en masa para conservar el poder y conspiran sin descanso para recuperarlo, cuando lo han perdido como en el caso venezolano.
Las venezolanas y los venezolanos tenemos razones históricas poderosas para sentirnos orgullosos de las generaciones que dieron sus vidas por la revolución, nuestros héroes y mártires del siglo XX, precursores de la idea socialista y constructores, con su propia sangre, de los revolucionarios de hoy. Ellos son ejemplo para nosotros y para nuestros hijos; ejemplo de desprendimiento y valor. Ellos son gente como: Carlos Aponte, Chema Saher, Tito González Heredia, Noel Rodríguez, Alberto Lovera, Choropo, Argimiro Gabaldón, Jesús Márquez Finol “El Motilón”, Américo Silva, Amadito Petit, Jorge Rodríguez, y todos los campesinos, estudiantes y obreros caídos en la lucha por una sociedad más justa.
Los nuevos militantes revolucionarios deben conocer la historia de estos compañeros y tantos otros que nos precedieron. Su ejemplo es un aliciente espiritual para nuestras convicciones y para el fortalecimiento del compromiso que significa en este momento la defensa de la revolución ante los ataques —lógicos, por demás— de la contrarrevolución de adentro y de afuera.
El imperialismo no va a descansar en su afán de detenernos y apoderarse, con la ayuda de los lacayos internos, de las principales reservas petroleras del mundo. Esta Venezuela revolucionaria que es el espejo donde hoy se miran los pueblos de América, debe recordar con amor a aquéllos que aún sin posibilidades reales de triunfar, prefirieron exponerse a la muerte antes que claudicar.
Perseveraron y abrieron un camino. Honor y gloria a Fabricio Ojeda y a los de su estirpe. La Patria no los olvidará.
Texto: Yldefonso Finol
Los mártires de la revolución venezolana
El 21 de junio es el día de los mártires de la revolución venezolana. Ese día, los militantes revolucionarios de las décadas del sesenta y setenta, recordábamos a Fabricio Ojeda, joven jefe de la revolución que presidió la Junta Patriótica contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y detectó, precozmente, la traición del Pacto de Punto Fijo al espíritu popular del 23 de Enero, por lo que renunció al cargo de diputado al Congreso nacional para asumir la lucha armada como vía a la conquista de la liberación nacional y el socialismo. Eran los tiempos del Frente de Liberación Nacional-Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FLN-Faln).
A Fabricio lo asesinaron en 1966 los esbirros torturadores de la democracia adeco-copeyana, ésos que se formaron con criminales de la talla de Posada Carriles. Simularon un suicidio que nadie creyó.
Todavía en agosto de 1976, en un encuentro de jóvenes dirigentes del PRV-Ruptura realizado en la facultad de Ingeniería Forestal de la ULA, tuve la ocasión de escuchar de boca de la compañera de Fabricio, su testimonio vital sobre aquel héroe de la Patria que sólo pensaba en cómo recobrar la libertad para reorganizar las escasas fuerzas revolucionarias que quedaban, y continuar la lucha.
Porque creer que una revolución puede triunfar pacíficamente y sostenerse, es engañarse. El Che lo dijo a su modo, claro y monolítico: “Porque en una revolución se muere o se triunfa, si es verdadera”. No hay cambio pacífico posible cuando se trata de transformar sociedades dominadas por minorías privilegiadas. Las clases opresoras se aferran de tal manera a su predominio, que son capaces de promover la violencia más letal. Asesinan en masa para conservar el poder y conspiran sin descanso para recuperarlo, cuando lo han perdido como en el caso venezolano.
Las venezolanas y los venezolanos tenemos razones históricas poderosas para sentirnos orgullosos de las generaciones que dieron sus vidas por la revolución, nuestros héroes y mártires del siglo XX, precursores de la idea socialista y constructores, con su propia sangre, de los revolucionarios de hoy. Ellos son ejemplo para nosotros y para nuestros hijos; ejemplo de desprendimiento y valor. Ellos son gente como: Carlos Aponte, Chema Saher, Tito González Heredia, Noel Rodríguez, Alberto Lovera, Choropo, Argimiro Gabaldón, Jesús Márquez Finol “El Motilón”, Américo Silva, Amadito Petit, Jorge Rodríguez, y todos los campesinos, estudiantes y obreros caídos en la lucha por una sociedad más justa.
Los nuevos militantes revolucionarios deben conocer la historia de estos compañeros y tantos otros que nos precedieron. Su ejemplo es un aliciente espiritual para nuestras convicciones y para el fortalecimiento del compromiso que significa en este momento la defensa de la revolución ante los ataques —lógicos, por demás— de la contrarrevolución de adentro y de afuera.
El imperialismo no va a descansar en su afán de detenernos y apoderarse, con la ayuda de los lacayos internos, de las principales reservas petroleras del mundo. Esta Venezuela revolucionaria que es el espejo donde hoy se miran los pueblos de América, debe recordar con amor a aquéllos que aún sin posibilidades reales de triunfar, prefirieron exponerse a la muerte antes que claudicar.
Perseveraron y abrieron un camino. Honor y gloria a Fabricio Ojeda y a los de su estirpe. La Patria no los olvidará.
Texto: Yldefonso Finol
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