CAMILO CIENFUEGOS.
En Octubre de 1959, Camilo recibió la misión de desbaratar el primer intento significativo de sedición y traición en el mando de Camagüey por Hubert Matos. Lo detuvo y ocupó la fortaleza como no se acostumbra en ningún otro país. Se presentó armado con la moral, la audacia, la fidelidad y la valentía que todos le reconocían. En poco tiempo pudo recibir a Fidel que llegó rodeado y acompañado por un mar de pueblo.
En los avatares para resolver las consecuencias de aquella vil intentona, Camilo desapareció en una avioneta a causa de una tempestad. Su tumba sería el mar. Ese día, el 28 de Octubre de 1959, moría tempranamente, a la edad de 27 años, el Comandante que le había expresado a Fidel que más fácil le sería dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza, y a quien Fidel, en un gesto significativo, preguntara ¿voy bien, Camilo?, durante su discurso el 8 de enero de 1959 en ciudad de La Habana.
Moría así Camilo, y sería mejor decir que nacía un nuevo Camilo, el recordado y mantenido vivo en el imaginario popular, con su sombrero alón, la sempiterna sonrisa, las consabidas bromas del cubano, quizás uno de los pocos capaz, a pesar de los caracteres diferentes, de intercambiar todos tipos de bromas y jaranas con el Che, como hermanos de lucha y combate en que devinieron con los años. Che, el descubridor de las cualidades de guerrillero de Camilo, según confesara en uno de sus más sentidos escritos, resaltando sus cualidades innatas y adquiridas, había perdido sin dudas a parte de sí mismo, al igual que ocurrió con Fidel y todos los dirigentes de la Revolución, y lo que es indiscutible, como le pasó al pueblo de Cuba.
Hoy 50 años después de aquella desaparición física, ocurrirá, como todos los años, el sentido homenaje, convertido en tradición, que los cubanos, hombres, mujeres, y niños, depositen con cariño flores en el mar y los ríos en recuerdo perenne de Camilo Cienfuegos Gorriarán, que todavía nos acompaña con estos versos, de Bonifacio Byrne, que inmortalizó para la conciencia del pueblo: “Si deshecha en menudos pedazos/, llega a ser mi bandera, algún día/, nuestros muertos alzando los brazos/, la sabrán defender todavía”
En Octubre de 1959, Camilo recibió la misión de desbaratar el primer intento significativo de sedición y traición en el mando de Camagüey por Hubert Matos. Lo detuvo y ocupó la fortaleza como no se acostumbra en ningún otro país. Se presentó armado con la moral, la audacia, la fidelidad y la valentía que todos le reconocían. En poco tiempo pudo recibir a Fidel que llegó rodeado y acompañado por un mar de pueblo.
En los avatares para resolver las consecuencias de aquella vil intentona, Camilo desapareció en una avioneta a causa de una tempestad. Su tumba sería el mar. Ese día, el 28 de Octubre de 1959, moría tempranamente, a la edad de 27 años, el Comandante que le había expresado a Fidel que más fácil le sería dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza, y a quien Fidel, en un gesto significativo, preguntara ¿voy bien, Camilo?, durante su discurso el 8 de enero de 1959 en ciudad de La Habana.
Moría así Camilo, y sería mejor decir que nacía un nuevo Camilo, el recordado y mantenido vivo en el imaginario popular, con su sombrero alón, la sempiterna sonrisa, las consabidas bromas del cubano, quizás uno de los pocos capaz, a pesar de los caracteres diferentes, de intercambiar todos tipos de bromas y jaranas con el Che, como hermanos de lucha y combate en que devinieron con los años. Che, el descubridor de las cualidades de guerrillero de Camilo, según confesara en uno de sus más sentidos escritos, resaltando sus cualidades innatas y adquiridas, había perdido sin dudas a parte de sí mismo, al igual que ocurrió con Fidel y todos los dirigentes de la Revolución, y lo que es indiscutible, como le pasó al pueblo de Cuba.
Hoy 50 años después de aquella desaparición física, ocurrirá, como todos los años, el sentido homenaje, convertido en tradición, que los cubanos, hombres, mujeres, y niños, depositen con cariño flores en el mar y los ríos en recuerdo perenne de Camilo Cienfuegos Gorriarán, que todavía nos acompaña con estos versos, de Bonifacio Byrne, que inmortalizó para la conciencia del pueblo: “Si deshecha en menudos pedazos/, llega a ser mi bandera, algún día/, nuestros muertos alzando los brazos/, la sabrán defender todavía”
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