Columna del Diablo
La “quinta columna” no es un fantasma
La “quinta columna” no es un fantasma. Tampoco una fantasía. Igual a como lo hizo en los días cruciales de la guerra civil, para asentar una puñalada por la espalda a la República Española o en la hora de la traición en Francia o en Checoslovaquia, durante la II Guerra Mundial, para servir al fascismo, en Venezuela la “quinta columna” está ahí agazapada para hundir sus garras sobre la garganta de la Revolución Bolivariana.
Pero, a diferencia de aquella “quinta columna”, simulada, medio escondida, taimada o enmascarada, la actuante en Venezuela es descarada y desafiante.
Cierto que los “quintacolumnistas” aún se ponen la camisa y la boina rojas, pero su conducta ante el proceso revolucionario es de abierto sabotaje y zancadilla.
La “quinta columna” provoca el descontento del pueblo chavista por el trato que recibe el público en las oficinas oficiales, engaña a Chávez con informes que ocultan el atraso en las obras en construcción, destruye las misiones a través de la indolencia en la ejecución de los planes aprobados por Chávez, retrasa los pagos de pensionados, deteriora los hospitales, propaga la indisciplina social y la improductividad en el trabajo y cierra el paso a los chavistas en la administración pública. ¿Cuántos votos se perderán en las próximas elecciones por su culpa?
La “quinta columna” es un enemigo mortal. Usa la camisa roja, pero vota por los escuálidos. Dice que es revolucionario, pero difunde el pesimismo, llena las filas del egoísmo y el espíritu aristocrático de la pequeña burguesía. Se proclaman como “no políticos”. Están en el Gobierno o en las gobernaciones o en las alcaldías como “técnicos”. Se confiesan “apolíticos” cuando son agentes de la contrarrevolución sembrados en la filas del Gobierno para descomponerlo desde adentro
La “quinta columna” no es un fantasma
La “quinta columna” no es un fantasma. Tampoco una fantasía. Igual a como lo hizo en los días cruciales de la guerra civil, para asentar una puñalada por la espalda a la República Española o en la hora de la traición en Francia o en Checoslovaquia, durante la II Guerra Mundial, para servir al fascismo, en Venezuela la “quinta columna” está ahí agazapada para hundir sus garras sobre la garganta de la Revolución Bolivariana.
Pero, a diferencia de aquella “quinta columna”, simulada, medio escondida, taimada o enmascarada, la actuante en Venezuela es descarada y desafiante.
Cierto que los “quintacolumnistas” aún se ponen la camisa y la boina rojas, pero su conducta ante el proceso revolucionario es de abierto sabotaje y zancadilla.
La “quinta columna” provoca el descontento del pueblo chavista por el trato que recibe el público en las oficinas oficiales, engaña a Chávez con informes que ocultan el atraso en las obras en construcción, destruye las misiones a través de la indolencia en la ejecución de los planes aprobados por Chávez, retrasa los pagos de pensionados, deteriora los hospitales, propaga la indisciplina social y la improductividad en el trabajo y cierra el paso a los chavistas en la administración pública. ¿Cuántos votos se perderán en las próximas elecciones por su culpa?
La “quinta columna” es un enemigo mortal. Usa la camisa roja, pero vota por los escuálidos. Dice que es revolucionario, pero difunde el pesimismo, llena las filas del egoísmo y el espíritu aristocrático de la pequeña burguesía. Se proclaman como “no políticos”. Están en el Gobierno o en las gobernaciones o en las alcaldías como “técnicos”. Se confiesan “apolíticos” cuando son agentes de la contrarrevolución sembrados en la filas del Gobierno para descomponerlo desde adentro
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