El imperialismo yanqui lograba una vez más su objetivo de dominación estratégica por intermedio de gobiernos lacayos a sus intereses. Lo que los adecos bautizaron luego como la “Revolución de Octubre”, era tan solo una gorilada más al estilo de Carmona Estanga, o de la actual patria hermana de Honduras.
(Foto: Se jugaban el futuro del País)
18 de Octubre de 1945
Por: Pompeyo Alvarez Utrera
En el devenir inquieto de la historia contemporánea de Venezuela, hay fechas que pudieran considerarse emblemáticas y que han significado un quiebre en la continuidad del transcurrir de épocas relativamente recientes y la fluidez que se requiere en el tiempo para alcanzar madurez y concreciones.
Una de esas fechas es el 18 de octubre de 1945. Ese día se escenificó en nuestro país un hecho fatídico que además de enlutar un sin número de familias venezolanas, rompió con un proceso histórico que enrumbaba, para entonces a nuestra nación, por un sendero pacifico de cambios positivos que sin duda, nos llevarían a alcanzar metas de claras certidumbres.
Para la época, el presidente era el general Isaías Medina Angarita, electo por el Congreso Nacional según la modalidad de elección en segundo grado que existía entonces. Debido a una serie de circunstancias e intrigas, un grupo de militares de rango medio en conchupancia con el recién nacido partido Acción Democrática le asestó un vulgar golpe de estado, al cual, llamaron sus protagonistas rumbosamente “la revolución de octubre” que rompió de manera violenta el hilo constitucional.
El general Medina llega a la presidencia sucediendo al también general Eleazar López Contreras en una etapa de la vida política nacional, que pudiera calificarse de transición, ya que, se venía de una larga dictadura como lo fue el mandato del general Juan Vicente Gómez.
No era fácil manejar los destinos del país que se asomaba tímidamente al ejercicio de la democracia, sin embargo, con los defectos inherentes heredados del reciente pasado de fuerza, Medina crea las bases para una apertura democrática que lo lleva a legalizar los partidos políticos entre ellos: Acción Democrática y el Partido Comunista de Venezuela. Asimismo, se rodea de personajes insignes en su gestión, incluyendo en su gabinete a hombres de la talla de Arturo Uslar Pietri, quienes harían un trabajo social excelente especialmente en materia petrolera que para aquellos momentos era casi de la exclusividad de las empresas trasnacionales que imponían sus criterios al gobierno. Así nació, en 1943, una reforma petrolera, como Ley, que regiría las relaciones entre las compañías aceiteras extranjeras y el Estado venezolano, la cual, regulába el régimen entreguista de concesiones, obligaba a las empresas extranjeras a regirse por la legislación en Venezuela, eliminaba los groseros privilegios de las compañías, otorgaba a nuestro país una participación mas justa en los beneficios a través de impuestos y regalías e incluía en su articulado la importante cláusula de Reversión que imponía que a los 40 años después, es decir en 1983, todas las instalaciones y establecimientos de las trasnacionales petroleras pasarían a manos del Estado venezolano sin desembolso para la nación.
Es de mencionar, que en aquel período, no hubo persecución por motivos políticos, ni presos, ni exiliados. Así como también, se inició la legislación moderna del Trabajo, el Seguro Social Obligatorio, se crearon la Contraloría General y el Banco Central alcanzandose grandes progresos en materia de Salud, Educación y el bienestar Social.
A pesar de ese panorama halagador y progresista, la conjura del sector militar y político representado por Acción Democrática se alza con la victoria y Medina es derrocado. Ese suceso bochornoso da pié para comenzar un lapso negativo y de desplome que desemboca en los diez años de dictadura de Pérez Jiménez y luego en el lamentable transcurrir de la aplicación del oscuro pacto de Punto Fijo que virtualmente hundió a Venezuela en el tremedal de la exclusión, la ignorancia, la pobreza material y espiritual y la corrupción desmedida.
A los 62 años de aquel desgraciado evento -- bache en nuestra historia republicana -- hacemos este recordatorio dedicado a las nuevas generaciones y enfatizamos que el proceso de cambios actualmente en marcha, se encamina a paso firme, a recomponer al país.
El Socialismo Bolivariano que está en plena instauración, se empeña en eliminar los errores del pasado y crear una nueva Patria para el disfrute de todos los venezolanos. El pequeño grupo que se beneficiaba y excluía a la mayoría está en franca contracción y rumbo a la derrota definitiva. Sin embargo, debemos estar alertas. La fiera herida aun posee poder económico nacional e internacional que la hace peligrosa…pero por encima de todas las acechanzas y los peligros…¡Venceremos!!!
Un parto de montes (la “Revolución de Octubre”)
Freddy J. Melo
El 18 de octubre de 1945 se produjo entre nosotros un cambio aparatoso vendido como revolucionario y de consecuencias a la postre trágicas y negativas, una especie de parto de los montes de alto costo. Fue derrocado el gobierno del general Isaías Medina Angarita por la acción de un grupo militar que se pretendía progresista y la complicidad de un político falsificador de la historia, que buscaba a como diera lugar abrir cancha a su autopregonada “vocación de poder”. El enllavamiento de Marcos Pérez Jiménez y Rómulo Betancourt sirvió, a despecho del primero, para marcar la impronta del segundo a lo largo de varias décadas de transcurrir republicano, lo cual constituyó la única y real victoria del “caudillo” adeco y el encrespamiento de su ego --el Napoleón de Guatire--, pero al mismo tiempo la desgracia, para el país, de la contención y aun el retroceso de sus posibilidades de desarrollo autónomo y verdaderamente democrático. Porque Betancourt, como en otra ocasión he dicho, vivió al revés, Midas de la mentira, fingiendo revolución para engañar y enrolar a buena parte del pueblo y con ese “capital” tratar de insertarse, lo cual al fin logró, en el complejo de poder dominante, que supo asimilarlo y extraerle el jugo. Con lo que su “vocación” llegó a ser sólo un hecho ficcional, que sus validos siguen alimentando.
Para justificar el golpe (la “Revolución de Octubre”, ficción al delirio), fundamentalmente se adujo que era necesario culminar la superación del gomecismo mediante una mayor amplitud política y económica, sustituyendo el sistema electoral restringido y de tercer grado por la elección universal y directa del Presidente de la República y el Congreso, aumentando la participación en las ganancias de la industria petrolera, realizando una reforma agraria antilatifundista y repudiando la corrupción y el enriquecimiento ilícito. Un planteamiento que fue exitoso en cuanto a su carácter encubridor –la historiografía oficial se apoya en él--, pero que no resiste el escalpelo de investigadores no comprometidos con intereses de clases dominantes. Un paseo por trabajos, entre otros, de Juan Bautista Fuenmayor, Arturo Cardozo, Simón Sáez Mérida, Moisés Moleiro y Oscar Battaglini, con bastantes diferencias de enfoque pero sólida riqueza de análisis e información, pone en evidencia la superchería. Battaglini, en su notable obra El medinismo, demuestra que el del último ex ministro de Guerra y Marina fue “un gobierno de la corriente burguesa unificada alrededor de la consigna de ‘sembrar el petróleo’, un proyecto de reorganización capitalista de la sociedad”, que buscaba superar la condición rentística-petrolera de la economía y procurar la modernización institucional, política e ideológica del Estado, con un sentido nacionalista y democrático. Naturalmente, remanentes del gomecismo había también allí, pero desplazados de las posiciones determinantes; el grueso de la reacción se agrupaba afuera, bajo el liderazgo del general López Contreras, quien había roto radicalmente con Medina. Éste había fundado un partido, el PDV, lo que indicaba un propósito de despersonalización del poder, había legalizado a AD y el PCV y administraba con sujeción a legalidad y sin represión.
Así, pues, se había adelantado bastante en cuanto a la superación del gomecismo. La consigna de la elección universal no fue esgrimida en la campaña comicial de 1946, ya que AD y el PDV llegaron a un acuerdo en torno a la candidatura de Diógenes Escalante y el compromiso de la innovación electoral para 1951, apertura del siguiente período. El estatuto petrolero de 1943 era lo suficientemente avanzado para causar la inquina de las compañías y Betancourt no le introdujo cambios reales cuando empezó a despachar en Miraflores.
Por: Pompeyo Alvarez Utrera
En el devenir inquieto de la historia contemporánea de Venezuela, hay fechas que pudieran considerarse emblemáticas y que han significado un quiebre en la continuidad del transcurrir de épocas relativamente recientes y la fluidez que se requiere en el tiempo para alcanzar madurez y concreciones.
Una de esas fechas es el 18 de octubre de 1945. Ese día se escenificó en nuestro país un hecho fatídico que además de enlutar un sin número de familias venezolanas, rompió con un proceso histórico que enrumbaba, para entonces a nuestra nación, por un sendero pacifico de cambios positivos que sin duda, nos llevarían a alcanzar metas de claras certidumbres.
Para la época, el presidente era el general Isaías Medina Angarita, electo por el Congreso Nacional según la modalidad de elección en segundo grado que existía entonces. Debido a una serie de circunstancias e intrigas, un grupo de militares de rango medio en conchupancia con el recién nacido partido Acción Democrática le asestó un vulgar golpe de estado, al cual, llamaron sus protagonistas rumbosamente “la revolución de octubre” que rompió de manera violenta el hilo constitucional.
El general Medina llega a la presidencia sucediendo al también general Eleazar López Contreras en una etapa de la vida política nacional, que pudiera calificarse de transición, ya que, se venía de una larga dictadura como lo fue el mandato del general Juan Vicente Gómez.
No era fácil manejar los destinos del país que se asomaba tímidamente al ejercicio de la democracia, sin embargo, con los defectos inherentes heredados del reciente pasado de fuerza, Medina crea las bases para una apertura democrática que lo lleva a legalizar los partidos políticos entre ellos: Acción Democrática y el Partido Comunista de Venezuela. Asimismo, se rodea de personajes insignes en su gestión, incluyendo en su gabinete a hombres de la talla de Arturo Uslar Pietri, quienes harían un trabajo social excelente especialmente en materia petrolera que para aquellos momentos era casi de la exclusividad de las empresas trasnacionales que imponían sus criterios al gobierno. Así nació, en 1943, una reforma petrolera, como Ley, que regiría las relaciones entre las compañías aceiteras extranjeras y el Estado venezolano, la cual, regulába el régimen entreguista de concesiones, obligaba a las empresas extranjeras a regirse por la legislación en Venezuela, eliminaba los groseros privilegios de las compañías, otorgaba a nuestro país una participación mas justa en los beneficios a través de impuestos y regalías e incluía en su articulado la importante cláusula de Reversión que imponía que a los 40 años después, es decir en 1983, todas las instalaciones y establecimientos de las trasnacionales petroleras pasarían a manos del Estado venezolano sin desembolso para la nación.
Es de mencionar, que en aquel período, no hubo persecución por motivos políticos, ni presos, ni exiliados. Así como también, se inició la legislación moderna del Trabajo, el Seguro Social Obligatorio, se crearon la Contraloría General y el Banco Central alcanzandose grandes progresos en materia de Salud, Educación y el bienestar Social.
A pesar de ese panorama halagador y progresista, la conjura del sector militar y político representado por Acción Democrática se alza con la victoria y Medina es derrocado. Ese suceso bochornoso da pié para comenzar un lapso negativo y de desplome que desemboca en los diez años de dictadura de Pérez Jiménez y luego en el lamentable transcurrir de la aplicación del oscuro pacto de Punto Fijo que virtualmente hundió a Venezuela en el tremedal de la exclusión, la ignorancia, la pobreza material y espiritual y la corrupción desmedida.
A los 62 años de aquel desgraciado evento -- bache en nuestra historia republicana -- hacemos este recordatorio dedicado a las nuevas generaciones y enfatizamos que el proceso de cambios actualmente en marcha, se encamina a paso firme, a recomponer al país.
El Socialismo Bolivariano que está en plena instauración, se empeña en eliminar los errores del pasado y crear una nueva Patria para el disfrute de todos los venezolanos. El pequeño grupo que se beneficiaba y excluía a la mayoría está en franca contracción y rumbo a la derrota definitiva. Sin embargo, debemos estar alertas. La fiera herida aun posee poder económico nacional e internacional que la hace peligrosa…pero por encima de todas las acechanzas y los peligros…¡Venceremos!!!
Un parto de montes (la “Revolución de Octubre”)
Freddy J. Melo
El 18 de octubre de 1945 se produjo entre nosotros un cambio aparatoso vendido como revolucionario y de consecuencias a la postre trágicas y negativas, una especie de parto de los montes de alto costo. Fue derrocado el gobierno del general Isaías Medina Angarita por la acción de un grupo militar que se pretendía progresista y la complicidad de un político falsificador de la historia, que buscaba a como diera lugar abrir cancha a su autopregonada “vocación de poder”. El enllavamiento de Marcos Pérez Jiménez y Rómulo Betancourt sirvió, a despecho del primero, para marcar la impronta del segundo a lo largo de varias décadas de transcurrir republicano, lo cual constituyó la única y real victoria del “caudillo” adeco y el encrespamiento de su ego --el Napoleón de Guatire--, pero al mismo tiempo la desgracia, para el país, de la contención y aun el retroceso de sus posibilidades de desarrollo autónomo y verdaderamente democrático. Porque Betancourt, como en otra ocasión he dicho, vivió al revés, Midas de la mentira, fingiendo revolución para engañar y enrolar a buena parte del pueblo y con ese “capital” tratar de insertarse, lo cual al fin logró, en el complejo de poder dominante, que supo asimilarlo y extraerle el jugo. Con lo que su “vocación” llegó a ser sólo un hecho ficcional, que sus validos siguen alimentando.
Para justificar el golpe (la “Revolución de Octubre”, ficción al delirio), fundamentalmente se adujo que era necesario culminar la superación del gomecismo mediante una mayor amplitud política y económica, sustituyendo el sistema electoral restringido y de tercer grado por la elección universal y directa del Presidente de la República y el Congreso, aumentando la participación en las ganancias de la industria petrolera, realizando una reforma agraria antilatifundista y repudiando la corrupción y el enriquecimiento ilícito. Un planteamiento que fue exitoso en cuanto a su carácter encubridor –la historiografía oficial se apoya en él--, pero que no resiste el escalpelo de investigadores no comprometidos con intereses de clases dominantes. Un paseo por trabajos, entre otros, de Juan Bautista Fuenmayor, Arturo Cardozo, Simón Sáez Mérida, Moisés Moleiro y Oscar Battaglini, con bastantes diferencias de enfoque pero sólida riqueza de análisis e información, pone en evidencia la superchería. Battaglini, en su notable obra El medinismo, demuestra que el del último ex ministro de Guerra y Marina fue “un gobierno de la corriente burguesa unificada alrededor de la consigna de ‘sembrar el petróleo’, un proyecto de reorganización capitalista de la sociedad”, que buscaba superar la condición rentística-petrolera de la economía y procurar la modernización institucional, política e ideológica del Estado, con un sentido nacionalista y democrático. Naturalmente, remanentes del gomecismo había también allí, pero desplazados de las posiciones determinantes; el grueso de la reacción se agrupaba afuera, bajo el liderazgo del general López Contreras, quien había roto radicalmente con Medina. Éste había fundado un partido, el PDV, lo que indicaba un propósito de despersonalización del poder, había legalizado a AD y el PCV y administraba con sujeción a legalidad y sin represión.
Así, pues, se había adelantado bastante en cuanto a la superación del gomecismo. La consigna de la elección universal no fue esgrimida en la campaña comicial de 1946, ya que AD y el PDV llegaron a un acuerdo en torno a la candidatura de Diógenes Escalante y el compromiso de la innovación electoral para 1951, apertura del siguiente período. El estatuto petrolero de 1943 era lo suficientemente avanzado para causar la inquina de las compañías y Betancourt no le introdujo cambios reales cuando empezó a despachar en Miraflores.
La ley agraria betancourista fue absolutamente inferior, dejaba campante el latifundio al remitir la reforma a “tierras de la Nación” y condicionarla a “planes y ordenamientos técnicos”. La lucha contra la corrupción resultó un brochazo hermoseador y las medidas intentadas al respecto tuvieron un evidente sesgo de retaliación política. Sólo el ingreso de las multitudes a la palestra, mediante el voto, se logró en el trieno 45-48.
Pero eso hubiera venido sin duda a partir de 1951, y bajo el betancourismo fue pasto de una demagogia irresponsable, engendradora de esperanzas que iban al haber del “caudillo” y de ideología desviadora de los caminos revolucionarios. El bloque de poder imperialismo-capital bancario-comercio importador-latifundio, que Medina había desafiado, siquiera con timidez, se consolidó y, pasando por Pérez Jiménez y el cuadragenio “democrático”, sumó al resto de la burguesía para atornillar su dominio explotador… Hasta que llegó la Revolución Bolivariana.
1 comentario:
porquería de pag.
nunca había visto tanta ignorancia junta... pobres perdedores que no tienen nada que hacer
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