La cumbre con África
Manuel Quijada
L a idea de reunir en Margarita a los gobiernos de África y a los de América Latina enaltece al presidente Chávez. Intentar fusionar el espíritu de lucha para la consagración de la libertad latinoamericana y el afianzamiento de la dignidad africana, tan maltrecha por la brutalidad de los países coloniales hasta recientemente despojados como han estado siempre de bondad, de conmiseración y de sensibilidad. Es un gesto de grandeza que muestra el espíritu de todo revolucionario para corregir la historia.
África se divide, en su parte norte, cuna de una de las más formidables de las civilizaciones, como la egipcia, y de ciudades como la cuna de Aníbal, Cartago existió en el hoy Túnez, cuyo progreso y huella los romanos trataron de eliminar de la imaginación del hombre, arrasándola, exterminándola hasta convertirla en cenizas, pero no pudieron pues su grandiosidad aún vive en nuestro pensamiento; y civilizaciones antiguas como las de Marrueco, Argelia y Libia, que iluminan la historia de la humanidad. Y la otra, la mitad del continente, la parte más sufrida, expoliada inmisericordemente y que lleva grabada en sus espaldas el dolor y las marcas del sufrimiento, como las que llevan en el lomo los animales de carga fustigados con el látigo y la ferocidad del arriero implacable.
Pero el aire de la revolución y las ansias de libertad y progreso han alimentado el espíritu de grandes luchadores como Nasser, Lumumba, Nkrumah, Ségou Touré, Boutiflika, Sanghor, Agostino Neto, Bem Bella, Gaddafi, Nyerere, Kenyatta y muchos otros.
El mundo pobre ha despertado y se ha erguido contra los poderosos armados hasta los dientes, egoístas, crueles y dominadores despiadados, hoy arrinconados y refugiándose en sus territorios con sus riquezas y prosperidad obtenidas con la explotación de sus antiguas colonias, sus dominaciones, con la piratería y el saqueo, practicados hasta la saciedad.
África, herida pero orgullosa de sus líderes, como el mártir Mandela, anhelante de justicia y de protección de su dignidad es la fuerza que hace falta para imponer un mundo nuevo. La cumbre de Margarita es una luz más que ilumina el camino hacia la libertad, independencia y progreso de los pueblos.
L a idea de reunir en Margarita a los gobiernos de África y a los de América Latina enaltece al presidente Chávez. Intentar fusionar el espíritu de lucha para la consagración de la libertad latinoamericana y el afianzamiento de la dignidad africana, tan maltrecha por la brutalidad de los países coloniales hasta recientemente despojados como han estado siempre de bondad, de conmiseración y de sensibilidad. Es un gesto de grandeza que muestra el espíritu de todo revolucionario para corregir la historia.
África se divide, en su parte norte, cuna de una de las más formidables de las civilizaciones, como la egipcia, y de ciudades como la cuna de Aníbal, Cartago existió en el hoy Túnez, cuyo progreso y huella los romanos trataron de eliminar de la imaginación del hombre, arrasándola, exterminándola hasta convertirla en cenizas, pero no pudieron pues su grandiosidad aún vive en nuestro pensamiento; y civilizaciones antiguas como las de Marrueco, Argelia y Libia, que iluminan la historia de la humanidad. Y la otra, la mitad del continente, la parte más sufrida, expoliada inmisericordemente y que lleva grabada en sus espaldas el dolor y las marcas del sufrimiento, como las que llevan en el lomo los animales de carga fustigados con el látigo y la ferocidad del arriero implacable.
Pero el aire de la revolución y las ansias de libertad y progreso han alimentado el espíritu de grandes luchadores como Nasser, Lumumba, Nkrumah, Ségou Touré, Boutiflika, Sanghor, Agostino Neto, Bem Bella, Gaddafi, Nyerere, Kenyatta y muchos otros.
El mundo pobre ha despertado y se ha erguido contra los poderosos armados hasta los dientes, egoístas, crueles y dominadores despiadados, hoy arrinconados y refugiándose en sus territorios con sus riquezas y prosperidad obtenidas con la explotación de sus antiguas colonias, sus dominaciones, con la piratería y el saqueo, practicados hasta la saciedad.
África, herida pero orgullosa de sus líderes, como el mártir Mandela, anhelante de justicia y de protección de su dignidad es la fuerza que hace falta para imponer un mundo nuevo. La cumbre de Margarita es una luz más que ilumina el camino hacia la libertad, independencia y progreso de los pueblos.
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