El patán del Ministerio y la conciencia de clase, en la revolución bolivariana.
Ser revolucionarios de sillón o de discurso no nos dejará ningún sabor en la boca, solo el sudor de la lucha, el compromiso constante, el fragor diario nos brindará a todos la gran victoria.
Raúl Bracho
La impaciencia, unida a la desesperación política, sólo da análisis del árbol, no del bosque de nuestra revolución. El proceso revolucionario que nace en nuestra América precisa de paciencia, de pasos firmes hacia su consolidación, precisa de una marcha que no pierda jamás el rumbo aun a pesar de que deberá atravesar tormentas y deberá lidiar contra las críticas destructivas de quienes anidan conflictos de poder antes que la claridad meridiana de la necesidad de fortalecernos, sea donde sea que quede nuestro puesto de lucha.
Los movimientos que han emergido de la toma del poder político en centro y suramérica, nacen del descontento espontáneo de las clases mayoritarias de nuestras naciones, no de una conciencia clara e ideológicamente robusta y por tanto son fuerzas emergentes que deben ir desarrollándose a la par del mismo proceso, quiere decir esto que debemos ir creando la conciencia revolucionaria necesaria para consolidar el poder popular. No hay poder popular sin conciencia de clase y no hay conciencia de clase sin estudio y aprendizaje, sin el desarrollo de la dialéctica, de la comparación, del análisis y de la discusión en nuestras bases.
Es un trabajo de hormigas, un diario luchar por crear conciencia popular, por crear poder popular. Ese es el deber ser de todo el que se sienta comprometido con nuestro diario vivir. Nuestra revolución no nace marcada con un rompimiento tajante con el modelo capitalista, como solía suceder en los movimientos revolucionarios hasta aquella primera experiencia de Allende en 1.973 y las actuales victorias en nuestro continente luego del triunfo de Hugo Rafael Chávez Frías. Nuestra revolución nace de la toma del poder político apenas y debe luchar a diario en contra no sólo del poder económico, religioso y mediático, sino contra el hombre viejo, enraizado en nuestras propias conciencias.
Ministerios e instituciones, funcionarios, alcaldías y gobernaciones, todo lo que lleve la bandera de nuestra revolución lleva también un fardo muy pesado, la burocracia, los infiltrados, la corrupción, la ineficiencia que era clásica en los gobiernos anteriores a la revolución, permanecen y distancian, desencantan, confunden y retardan el mismo proceso revolucionario. El tener conciencia de esta debilidad es lo que hace obligatorio ir cediendo el poder al pueblo, ir creando la conciencia en la clase asalariada para que más temprano que tarde esta asuma los mandos de sus propias instituciones, la lucha e insistencia en la formación de cuadros dentro de todas las instancias de poder se da a diario para ganar una de las batallas más difíciles, un enemigo que duerme dentro de nosotros, el hombre viejo, el que habla de revolución y piensa en corrupción, el que habla de justicia y busca privilegios, el que habla de pueblo y no es capaz de escucharlo y defenderlo cuando lo tiene parado frente a su escritorio.
La clase proletaria sin conciencia no es más que una clase arribista y acomplejada, que sueña con ser la clase rica, que la excusa y defiende con la vaga esperanza de pertenecer a ella algún día. La clase proletaria sin conciencia revolucionaria es fácilmente la clase que al colocarla en puestos de mando se corrompe. Bien ponía un ejemplo hace poco, quizá algo exagerado pero que viene bien recordar: si trabajas con el gobierno y no te haces rico, eres un pobre pendejo, ese es el pensamiento de muchos, pero si trabajas con el gobierno y robas eres un corrupto. ¿entonces? Todo esto denota que no hay conciencia de clase. Por ello es que la lucha más importante que se debe dar es la de la conciencia revolucionaria, la de la toma de conciencia de clase por los más pobres pues de ellos es el futuro de la revolución y de ellos debe ser el mando y la conducción de nuestra revolución.
Se que en nuestra revolución bolivariana es esta la lucha la que se libra diariamente, sin prisa pero sin pausa, es el camino que nuestro comandante nos reclama, estudiar, leer, discutir, analizar, proponer y criticar de forma constructiva, el camino a la capacidad de criterio propio, la toma de las herramientas ideológicas para que sea el mismo pueblo quien construya y defienda su revolución.
Al respecto, quiero copiar este aporte para la discusión, un párrafo del “Que hacer” de Lenin en donde nos señala luces para nuestra reflexión:
“La conciencia de las masa obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden, a base de hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, necesariamente de actualidad, a observar a cada una de las otras clases sociales, en todas las manifestaciones de la vida intelectual, moral y política de esas clases; sino aprenden a aplicar en la práctica el análisis materialista de todos los aspectos de la actividad y de la vida de todas las clases, capas y grupos de la población”
Entonces este es un debate importante, el estudio de nuestra clase social comparado a las otras, es el centro vital que dará la verdadera conciencia de clase, ésta dará la conciencia revolucionaria y de la formación de estos cuadros nacerán los líderes verdaderos incorruptibles y comprometidos que iran tomando los mandos de nuestra revolución.
Sigue diciendo el camarada Lenin:
“El obrero debe formarse una idea clara de la naturaleza económica y de la fisonomía social y política del terrateniente (capitalista) y del cura, del dignatario y del campesino, del estudiante y del vagabundo, conocer sus lados fuertes y sus puntos flacos, saber orientarse en las frases y sofismas de toda índole más corrientes con los que cada clase y cada capa encubre sus apetitos egoístas y su verdadera naturaleza, saber distinguir que instituciones y leyes reflejan estos u otros intereses y como los reflejan.”
Sin prisa pero sin pausa, el camino es largo pero es el camino, como dijera Argimiro Gabaldón, es preciso ser consecuentes y militantes. Ser revolucionarios de sillón o de discurso no nos dejará ningún sabor en la boca, solo el sudor de la lucha, el compromiso constante, el fragor diario nos brindará a todos la gran victoria.
Adelante, siempre adelante: venceremos!
Ser revolucionarios de sillón o de discurso no nos dejará ningún sabor en la boca, solo el sudor de la lucha, el compromiso constante, el fragor diario nos brindará a todos la gran victoria.
Raúl Bracho
La impaciencia, unida a la desesperación política, sólo da análisis del árbol, no del bosque de nuestra revolución. El proceso revolucionario que nace en nuestra América precisa de paciencia, de pasos firmes hacia su consolidación, precisa de una marcha que no pierda jamás el rumbo aun a pesar de que deberá atravesar tormentas y deberá lidiar contra las críticas destructivas de quienes anidan conflictos de poder antes que la claridad meridiana de la necesidad de fortalecernos, sea donde sea que quede nuestro puesto de lucha.
Los movimientos que han emergido de la toma del poder político en centro y suramérica, nacen del descontento espontáneo de las clases mayoritarias de nuestras naciones, no de una conciencia clara e ideológicamente robusta y por tanto son fuerzas emergentes que deben ir desarrollándose a la par del mismo proceso, quiere decir esto que debemos ir creando la conciencia revolucionaria necesaria para consolidar el poder popular. No hay poder popular sin conciencia de clase y no hay conciencia de clase sin estudio y aprendizaje, sin el desarrollo de la dialéctica, de la comparación, del análisis y de la discusión en nuestras bases.
Es un trabajo de hormigas, un diario luchar por crear conciencia popular, por crear poder popular. Ese es el deber ser de todo el que se sienta comprometido con nuestro diario vivir. Nuestra revolución no nace marcada con un rompimiento tajante con el modelo capitalista, como solía suceder en los movimientos revolucionarios hasta aquella primera experiencia de Allende en 1.973 y las actuales victorias en nuestro continente luego del triunfo de Hugo Rafael Chávez Frías. Nuestra revolución nace de la toma del poder político apenas y debe luchar a diario en contra no sólo del poder económico, religioso y mediático, sino contra el hombre viejo, enraizado en nuestras propias conciencias.
Ministerios e instituciones, funcionarios, alcaldías y gobernaciones, todo lo que lleve la bandera de nuestra revolución lleva también un fardo muy pesado, la burocracia, los infiltrados, la corrupción, la ineficiencia que era clásica en los gobiernos anteriores a la revolución, permanecen y distancian, desencantan, confunden y retardan el mismo proceso revolucionario. El tener conciencia de esta debilidad es lo que hace obligatorio ir cediendo el poder al pueblo, ir creando la conciencia en la clase asalariada para que más temprano que tarde esta asuma los mandos de sus propias instituciones, la lucha e insistencia en la formación de cuadros dentro de todas las instancias de poder se da a diario para ganar una de las batallas más difíciles, un enemigo que duerme dentro de nosotros, el hombre viejo, el que habla de revolución y piensa en corrupción, el que habla de justicia y busca privilegios, el que habla de pueblo y no es capaz de escucharlo y defenderlo cuando lo tiene parado frente a su escritorio.
La clase proletaria sin conciencia no es más que una clase arribista y acomplejada, que sueña con ser la clase rica, que la excusa y defiende con la vaga esperanza de pertenecer a ella algún día. La clase proletaria sin conciencia revolucionaria es fácilmente la clase que al colocarla en puestos de mando se corrompe. Bien ponía un ejemplo hace poco, quizá algo exagerado pero que viene bien recordar: si trabajas con el gobierno y no te haces rico, eres un pobre pendejo, ese es el pensamiento de muchos, pero si trabajas con el gobierno y robas eres un corrupto. ¿entonces? Todo esto denota que no hay conciencia de clase. Por ello es que la lucha más importante que se debe dar es la de la conciencia revolucionaria, la de la toma de conciencia de clase por los más pobres pues de ellos es el futuro de la revolución y de ellos debe ser el mando y la conducción de nuestra revolución.
Se que en nuestra revolución bolivariana es esta la lucha la que se libra diariamente, sin prisa pero sin pausa, es el camino que nuestro comandante nos reclama, estudiar, leer, discutir, analizar, proponer y criticar de forma constructiva, el camino a la capacidad de criterio propio, la toma de las herramientas ideológicas para que sea el mismo pueblo quien construya y defienda su revolución.
Al respecto, quiero copiar este aporte para la discusión, un párrafo del “Que hacer” de Lenin en donde nos señala luces para nuestra reflexión:
“La conciencia de las masa obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden, a base de hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, necesariamente de actualidad, a observar a cada una de las otras clases sociales, en todas las manifestaciones de la vida intelectual, moral y política de esas clases; sino aprenden a aplicar en la práctica el análisis materialista de todos los aspectos de la actividad y de la vida de todas las clases, capas y grupos de la población”
Entonces este es un debate importante, el estudio de nuestra clase social comparado a las otras, es el centro vital que dará la verdadera conciencia de clase, ésta dará la conciencia revolucionaria y de la formación de estos cuadros nacerán los líderes verdaderos incorruptibles y comprometidos que iran tomando los mandos de nuestra revolución.
Sigue diciendo el camarada Lenin:
“El obrero debe formarse una idea clara de la naturaleza económica y de la fisonomía social y política del terrateniente (capitalista) y del cura, del dignatario y del campesino, del estudiante y del vagabundo, conocer sus lados fuertes y sus puntos flacos, saber orientarse en las frases y sofismas de toda índole más corrientes con los que cada clase y cada capa encubre sus apetitos egoístas y su verdadera naturaleza, saber distinguir que instituciones y leyes reflejan estos u otros intereses y como los reflejan.”
Sin prisa pero sin pausa, el camino es largo pero es el camino, como dijera Argimiro Gabaldón, es preciso ser consecuentes y militantes. Ser revolucionarios de sillón o de discurso no nos dejará ningún sabor en la boca, solo el sudor de la lucha, el compromiso constante, el fragor diario nos brindará a todos la gran victoria.
Adelante, siempre adelante: venceremos!
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