El 18 de Septiembre se cumplen 55 años de la muerte de un gran pintor venezolano como lo fue Armando Reverón el titiritero, el muñequero, el pintor del pueblo con pinceladas de sueño como decía nuestro cantor Alí Primera.
1954. Muere Armando Reverón, el genio de la pintura y quien logró capturar en sus cuadros la luz, dejándola atrapada en sus creaciones, Murió de un accidente cerebro vascular, dejando tras sí un mundo caótico y hermoso, pleno de fantasías, de muñecas de trapo, de iluminaciones.
Es la suya una obra que, al paso de los años y con mayor énfasis, es un orgullo venezolano y universal.
Estudio Bellas Artes y su rendimiento le valió una pensión de estudios en Europa. Regresó a Venezuela a mediados de 1915, cuando comenzó a construir, en Macuto (Vargas), el Castillete, que le serviría de morada para el resto de su vida. Las continuas crisis depresivas obligaron a su reclusión en el sanatorio San Jorge (Ccs). Recuperado, no volvió a pintar como antes. A partir de este momento se refugió en un universo mágico que, en torno a objetos y muñecas creados por él, dio origen a la última y delirante etapa expresionista de su obra; etapa figurativa caracterizada por el empleo de materiales tales como tizas y creyones. La última de sus crisis tuvo lugar en 1953, y de nuevo fue internado en la clínica, el mismo año en que le era conferido el Premio Nacional de Pintura. Confortado por ese tardío estímulo, trabajaba con ahínco para una exposición que había anunciado el Museo de Bellas Artes, cuando le sobrevino la muerte
1954. Muere Armando Reverón, el genio de la pintura y quien logró capturar en sus cuadros la luz, dejándola atrapada en sus creaciones, Murió de un accidente cerebro vascular, dejando tras sí un mundo caótico y hermoso, pleno de fantasías, de muñecas de trapo, de iluminaciones.
Es la suya una obra que, al paso de los años y con mayor énfasis, es un orgullo venezolano y universal.
Estudio Bellas Artes y su rendimiento le valió una pensión de estudios en Europa. Regresó a Venezuela a mediados de 1915, cuando comenzó a construir, en Macuto (Vargas), el Castillete, que le serviría de morada para el resto de su vida. Las continuas crisis depresivas obligaron a su reclusión en el sanatorio San Jorge (Ccs). Recuperado, no volvió a pintar como antes. A partir de este momento se refugió en un universo mágico que, en torno a objetos y muñecas creados por él, dio origen a la última y delirante etapa expresionista de su obra; etapa figurativa caracterizada por el empleo de materiales tales como tizas y creyones. La última de sus crisis tuvo lugar en 1953, y de nuevo fue internado en la clínica, el mismo año en que le era conferido el Premio Nacional de Pintura. Confortado por ese tardío estímulo, trabajaba con ahínco para una exposición que había anunciado el Museo de Bellas Artes, cuando le sobrevino la muerte
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