Diario VEA: Gringos caras duras
Funcionarios del Departamento de Estado en Washington han expresado, según trasmite la prensa, su preocupación por las armas que piensa adquirir el gobierno de Venezuela.
Agregan los comentarios norteamericanos que tales adquisiciones rompen “el equilibrio en suramerica” y ponen “en peligro la estabilidad de la región”.
Resulta una demostración de elevado cinismo tales manifestaciones en boca de un funcionario del gobierno norteamericano.
El gobierno de Estados Unidos es el mayor consumidor de material de guerra y, al mismo tiempo, el principal productor y vendedor de armas. Europa, África y Asia están surcados de bases militares norteamericanas. Hay ejércitos norteamericanos de ocupación y en combate en Irak y Afganistán. Tropas de Estados Unidos se encuentran en operaciones en Los Balcanes y en Colombia, desde hace años. Desde su inicio como Estado independiente, Estados Unidos no ha pasado un solo día sin encontrarse en guerra con otro país o en territorio de otro Estado. En Colombia, en las narices de Venezuela, Estados Unidos instala actualmente siete bases militares. ¿Es que acaso tal acción no es una amenaza a la estabilidad regional?
En el marco de la situación de rearme de Colombia con el apoyo y los suministros militares de Estados Unidos, nadie, sino un cara dura, puede reprocharla a Venezuela la adquisición de armas para defenderse de cualquiera agresión del exterior.
El Estado y el presidente Chávez faltarían a sus más elementales deberes con la seguridad nacional si ante la agresiva política de Uribe y de Estados Unidos no tomaran medidas a fin de dotar al país de los recursos indispensables para defender su independencia e integridad territorial.
Las armas venezolanas no son para agredir a nadie sino para la libertad y la gloria de Venezuela, como en Boyacá, en Pichincha, en Bomboná, en Pantano de Vargas, en Ayacucho.
Funcionarios del Departamento de Estado en Washington han expresado, según trasmite la prensa, su preocupación por las armas que piensa adquirir el gobierno de Venezuela.
Agregan los comentarios norteamericanos que tales adquisiciones rompen “el equilibrio en suramerica” y ponen “en peligro la estabilidad de la región”.
Resulta una demostración de elevado cinismo tales manifestaciones en boca de un funcionario del gobierno norteamericano.
El gobierno de Estados Unidos es el mayor consumidor de material de guerra y, al mismo tiempo, el principal productor y vendedor de armas. Europa, África y Asia están surcados de bases militares norteamericanas. Hay ejércitos norteamericanos de ocupación y en combate en Irak y Afganistán. Tropas de Estados Unidos se encuentran en operaciones en Los Balcanes y en Colombia, desde hace años. Desde su inicio como Estado independiente, Estados Unidos no ha pasado un solo día sin encontrarse en guerra con otro país o en territorio de otro Estado. En Colombia, en las narices de Venezuela, Estados Unidos instala actualmente siete bases militares. ¿Es que acaso tal acción no es una amenaza a la estabilidad regional?
En el marco de la situación de rearme de Colombia con el apoyo y los suministros militares de Estados Unidos, nadie, sino un cara dura, puede reprocharla a Venezuela la adquisición de armas para defenderse de cualquiera agresión del exterior.
El Estado y el presidente Chávez faltarían a sus más elementales deberes con la seguridad nacional si ante la agresiva política de Uribe y de Estados Unidos no tomaran medidas a fin de dotar al país de los recursos indispensables para defender su independencia e integridad territorial.
Las armas venezolanas no son para agredir a nadie sino para la libertad y la gloria de Venezuela, como en Boyacá, en Pichincha, en Bomboná, en Pantano de Vargas, en Ayacucho.
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