Salvador Allende Gossens (Valparaíso, 1908 - Santiago de Chile, 1973) Político chileno, líder del Partido Socialista, del que también fue cofundador en 1933. Fue presidente de Chile desde 1970 hasta el golpe de estado dirigido por el general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973.
Salvador Allende perteneció a una familia de clase media acomodada. Estudió medicina y, ya desde su época de estudiante universitario, formó parte de grupos de tendencia izquierdista. Más tarde, alternó su dedicación a la política con el ejercicio profesional. Participó en la elección parlamentaria de 1937, y salió elegido diputado por Valparaíso. Fue ministro de sanidad del gabinete de Pedro Aguirre Cerdá entre 1939 y 1942. A partir de entonces se convirtió en líder indiscutible del partido socialista.
Allende lo había dicho días antes. Si se veía en el trance de que lo quisieran sacar del sitial donde el pueblo de Chile lo había puesto, él cumpliría con su deber, defendería la Casa de los Presidentes de Chile, no lo sacarían vivo de La Moneda. Pero el que Allende cumpliera es algo imperdonable para el imperio y sus tontos útiles de la derecha chilena. Así que después de como 35 años de esa dolorosa mañana, han salido algunos individuos a disertar acerca de cómo murió Allende y, según ellos, con toda mala intención, Allende se habría suicidado.
Con toda mala intención, lo decimos, porque el suicidio y los presidentes de Chile, tienen su historia, y la mala intención está en no mencionar esto.
A comienzos del siglo XX, en Chile hubo un presidente, José Manuel Balmaceda, quien intentó nacionalizar las minas de salitre, en manos de imperialistas ingleses. Hubo una guerra civil entre partidarios de los ingleses y partidarios de Balmaceda. Balmaceda perdió, pero no se dejó atrapar por los pro-imperialistas vencedores. Balmaceda se suicidó. Así que tratándose de recuperar riquezas básicas enfrentando a algún imperio y perder la batalla con suicidio del presidente, eso, en Chile, tiene una especial lectura de amor a la patria y dignidad. Pero eso no lo dicen, no lo mencionan los malnacidos que agarran sus quince minutos de fama haciéndole un mandado sucio al imperio, intentando sin lograrlo, bajar al presidente Allende del alto lugar donde lo tiene el pueblo chileno y todos los pueblos del mundo. Y así y todo pierden, porque, en Chile, en las circunstancias señaladas, hasta un suicidio es morir en combate.
Tres años después de la fecha victoriosa del 4 de septiembre, vino el dolor del 11 de septiembre chileno, cuando los fascistas de la oligarquía chilena y la CIA, a Salvador Allende le disparan con pistola, con fusil, con bazookas, con tanques, con rockets zumbados desde aviones supersónicos…¡sólo les faltó lanzarle una bomba atómica..! Entonces los malnacidos, como reprochándole a él la incapacidad de ellos para matarlo con tanto y dispar poder de fuego que tuvieron en esa dolorosa mañana, ahora intentan crear la matriz de que Allende se habría suicidado, vano intento de volverlo a matar, soñando disminuir su valor y su heroísmo ante los ojos de su pueblo. Pues bien equivocados están: el Presidente Allende murió en combate, combatiendo a sus cañones, combatiendo a sus cohetes y a sus tanques y a sus patrañas y a sus traiciones y a la puta madre que los parió..!
De ahí que esta gente cada día está más muerta, mientras Allende está cada día más vivo. Vivo allá en Caracas, en el Centro de Alta tecnología médica “Salvador Allende”, de Barrio Adentro-3… Y vivo junto a Fidel, vivo junto a Chávez, vivo junto a Lula, junto a Kitchner, junto a Tabaré, junto a Evo, junto a Correa, y cuando Daniel Ortega termina sus actos políticos cantando “El Pueblo Unido Jamás Será Vencido” de la Revolución Chilena, Allende está vivo en la felicidad de cualquier niño nicaragüense, o en el corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad del Planeta Tierra.
La víspera vi el enorme afiche de la exposición. Una madre amamantaba a su criatura y la sombra de ambos estaba bañada de sangre. Era un llamamiento silencioso, pero muy expresivo, a defender la vida contra el fascismo. Víctor Jara proponía organizar un viaje de propaganda por el país para alertar al pueblo. La exposición antifascista de la Universidad Técnica tenía que marcar el comienzo de esta acción.
Pero el 11 de septiembre la exposición no se inauguro. Salvador Allende hizo aquel día su último llamamiento al pueblo y no en el Foro Griego de la Universidad, sino en el palacio de La Moneda, rodeado por los putchistas. Allende hizo aquel día su último llamamiento al pueblo
Los putchistas se apoderaron de todas las fuerzas armadas. Después de la dimisión forzosa de los generales, correligionarios de Carlos Prats, que encabezaban el ejército de tierra, fueron destituidos de sus cargos el almirante Raúl Montero, comandante de la Marina de Guerra, y José María Sepúlveda, director general del cuerpo de carabineros, que no quería sumarse a los putchistas.
En las fuerzas armadas se efectuó una limpia de arriba a abajo. Los fascistas lograron convertir a muchos oficiales en ciegos instrumentos del complot, convenciéndolos de la necesidad de oponerse a la amenaza de exterminio de los cuadros de mando que, como ellos afirmaban, tramaba la Unidad Popular.
Pinochet encabezo el golpe El nuevo comandante en jefe, general Pinochet, que en vísperas había jurado fidelidad al presidente Allende, encabezo el golpe. Fascista encubierto con la máscara constitucionalista, Pinochet dio orden de asediar el palacio de La Moneda.
En estas condiciones Allende no se creyó con derecho a llamar al pueblo inerme a la lucha. Quería evitar un derramamiento inútil de sangre, pero decidió aceptar desigual combate en La Moneda. Sabía que con un puñado de los defensores del palacio no podría alcanzar la victoria militar. Pero el presidente estaba convencido de que el combate que libraría defendiendo el mandato del pueblo, sería una victoria moral y política de la Unidad Popular. No quería ver derrotada la bandera de la revolución, sino dejarla bien alta. El mandatario del pueblo prefirió morir arma en mano antes que capitular frente a los putchistas, estaba seguro que su muerte no seria estéril.
Jamás olvidare la firmeza con que hablaba Allende por los micrófonos de la emisora comunista Magallanes. Su voz sonaba sobre el estruendo de las explosiones:
-Ante los hechos solo me cabe decir a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un transito histórico, pagare con mi vida la lealtad del pueblo. Hice girar la manecilla de la radio portátil.
Después de los ataques aéreos las emisoras democráticas fueron callando una tras otra. Pero Magallanes seguía resistiendo. Los putchistas no pudieron interrumpir...seguiremos aquí hasta el final... el último discurso de Salvador Allende. Luego escuche la voz familiar del locutor, que dijo: “En cualquier momento nos pueden interrumpir, pero seguiremos aquí hasta el final”. En medio de los cañonazos salió al aire la canción de Sergio Ortega: El pueblo unido, interpretada por Quilapayun. Los que se encontraban en la emisora corearon el estribillo:
Y ahora el pueblo
que se alza en la lucha
con voz de gigante
gritando: ¡Adelante!
¡El pueblo unido
jamás será vencido!
Quienes estaban junto al micrófono sabían que los enemigos abrirían fuego contra ellos. Mi radio emitió un chasquido y una detonación ahogo las voces de los cantantes.
Trate en vano de comunicar por teléfono con Radio Magallanes cuando ceso de transmitir. Mientras tanto, en el centro de Santiago se levantaba una nube de humo. Los aviones de los putchistas estaban bombardeando el palacio presidencial.
Salvador Allende perteneció a una familia de clase media acomodada. Estudió medicina y, ya desde su época de estudiante universitario, formó parte de grupos de tendencia izquierdista. Más tarde, alternó su dedicación a la política con el ejercicio profesional. Participó en la elección parlamentaria de 1937, y salió elegido diputado por Valparaíso. Fue ministro de sanidad del gabinete de Pedro Aguirre Cerdá entre 1939 y 1942. A partir de entonces se convirtió en líder indiscutible del partido socialista.
Allende lo había dicho días antes. Si se veía en el trance de que lo quisieran sacar del sitial donde el pueblo de Chile lo había puesto, él cumpliría con su deber, defendería la Casa de los Presidentes de Chile, no lo sacarían vivo de La Moneda. Pero el que Allende cumpliera es algo imperdonable para el imperio y sus tontos útiles de la derecha chilena. Así que después de como 35 años de esa dolorosa mañana, han salido algunos individuos a disertar acerca de cómo murió Allende y, según ellos, con toda mala intención, Allende se habría suicidado.
Con toda mala intención, lo decimos, porque el suicidio y los presidentes de Chile, tienen su historia, y la mala intención está en no mencionar esto.
A comienzos del siglo XX, en Chile hubo un presidente, José Manuel Balmaceda, quien intentó nacionalizar las minas de salitre, en manos de imperialistas ingleses. Hubo una guerra civil entre partidarios de los ingleses y partidarios de Balmaceda. Balmaceda perdió, pero no se dejó atrapar por los pro-imperialistas vencedores. Balmaceda se suicidó. Así que tratándose de recuperar riquezas básicas enfrentando a algún imperio y perder la batalla con suicidio del presidente, eso, en Chile, tiene una especial lectura de amor a la patria y dignidad. Pero eso no lo dicen, no lo mencionan los malnacidos que agarran sus quince minutos de fama haciéndole un mandado sucio al imperio, intentando sin lograrlo, bajar al presidente Allende del alto lugar donde lo tiene el pueblo chileno y todos los pueblos del mundo. Y así y todo pierden, porque, en Chile, en las circunstancias señaladas, hasta un suicidio es morir en combate.
Tres años después de la fecha victoriosa del 4 de septiembre, vino el dolor del 11 de septiembre chileno, cuando los fascistas de la oligarquía chilena y la CIA, a Salvador Allende le disparan con pistola, con fusil, con bazookas, con tanques, con rockets zumbados desde aviones supersónicos…¡sólo les faltó lanzarle una bomba atómica..! Entonces los malnacidos, como reprochándole a él la incapacidad de ellos para matarlo con tanto y dispar poder de fuego que tuvieron en esa dolorosa mañana, ahora intentan crear la matriz de que Allende se habría suicidado, vano intento de volverlo a matar, soñando disminuir su valor y su heroísmo ante los ojos de su pueblo. Pues bien equivocados están: el Presidente Allende murió en combate, combatiendo a sus cañones, combatiendo a sus cohetes y a sus tanques y a sus patrañas y a sus traiciones y a la puta madre que los parió..!
De ahí que esta gente cada día está más muerta, mientras Allende está cada día más vivo. Vivo allá en Caracas, en el Centro de Alta tecnología médica “Salvador Allende”, de Barrio Adentro-3… Y vivo junto a Fidel, vivo junto a Chávez, vivo junto a Lula, junto a Kitchner, junto a Tabaré, junto a Evo, junto a Correa, y cuando Daniel Ortega termina sus actos políticos cantando “El Pueblo Unido Jamás Será Vencido” de la Revolución Chilena, Allende está vivo en la felicidad de cualquier niño nicaragüense, o en el corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad del Planeta Tierra.
La víspera vi el enorme afiche de la exposición. Una madre amamantaba a su criatura y la sombra de ambos estaba bañada de sangre. Era un llamamiento silencioso, pero muy expresivo, a defender la vida contra el fascismo. Víctor Jara proponía organizar un viaje de propaganda por el país para alertar al pueblo. La exposición antifascista de la Universidad Técnica tenía que marcar el comienzo de esta acción.
Pero el 11 de septiembre la exposición no se inauguro. Salvador Allende hizo aquel día su último llamamiento al pueblo y no en el Foro Griego de la Universidad, sino en el palacio de La Moneda, rodeado por los putchistas. Allende hizo aquel día su último llamamiento al pueblo
Los putchistas se apoderaron de todas las fuerzas armadas. Después de la dimisión forzosa de los generales, correligionarios de Carlos Prats, que encabezaban el ejército de tierra, fueron destituidos de sus cargos el almirante Raúl Montero, comandante de la Marina de Guerra, y José María Sepúlveda, director general del cuerpo de carabineros, que no quería sumarse a los putchistas.
En las fuerzas armadas se efectuó una limpia de arriba a abajo. Los fascistas lograron convertir a muchos oficiales en ciegos instrumentos del complot, convenciéndolos de la necesidad de oponerse a la amenaza de exterminio de los cuadros de mando que, como ellos afirmaban, tramaba la Unidad Popular.
Pinochet encabezo el golpe El nuevo comandante en jefe, general Pinochet, que en vísperas había jurado fidelidad al presidente Allende, encabezo el golpe. Fascista encubierto con la máscara constitucionalista, Pinochet dio orden de asediar el palacio de La Moneda.
En estas condiciones Allende no se creyó con derecho a llamar al pueblo inerme a la lucha. Quería evitar un derramamiento inútil de sangre, pero decidió aceptar desigual combate en La Moneda. Sabía que con un puñado de los defensores del palacio no podría alcanzar la victoria militar. Pero el presidente estaba convencido de que el combate que libraría defendiendo el mandato del pueblo, sería una victoria moral y política de la Unidad Popular. No quería ver derrotada la bandera de la revolución, sino dejarla bien alta. El mandatario del pueblo prefirió morir arma en mano antes que capitular frente a los putchistas, estaba seguro que su muerte no seria estéril.
Jamás olvidare la firmeza con que hablaba Allende por los micrófonos de la emisora comunista Magallanes. Su voz sonaba sobre el estruendo de las explosiones:
-Ante los hechos solo me cabe decir a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un transito histórico, pagare con mi vida la lealtad del pueblo. Hice girar la manecilla de la radio portátil.
Después de los ataques aéreos las emisoras democráticas fueron callando una tras otra. Pero Magallanes seguía resistiendo. Los putchistas no pudieron interrumpir...seguiremos aquí hasta el final... el último discurso de Salvador Allende. Luego escuche la voz familiar del locutor, que dijo: “En cualquier momento nos pueden interrumpir, pero seguiremos aquí hasta el final”. En medio de los cañonazos salió al aire la canción de Sergio Ortega: El pueblo unido, interpretada por Quilapayun. Los que se encontraban en la emisora corearon el estribillo:
Y ahora el pueblo
que se alza en la lucha
con voz de gigante
gritando: ¡Adelante!
¡El pueblo unido
jamás será vencido!
Quienes estaban junto al micrófono sabían que los enemigos abrirían fuego contra ellos. Mi radio emitió un chasquido y una detonación ahogo las voces de los cantantes.
Trate en vano de comunicar por teléfono con Radio Magallanes cuando ceso de transmitir. Mientras tanto, en el centro de Santiago se levantaba una nube de humo. Los aviones de los putchistas estaban bombardeando el palacio presidencial.
ULTIMAS PALABRAS DEL PRESIDENTE ALLENDE
Pagaré con mi vida la defensa de principios que son caros a esta patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltado a su palabra, roto la doctrina de las Fuerzas Armadas.
El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.
Una palabra para aquellos que llamándose demócratas han estado instigando esta sublevación, para aquellos que diciéndose representantes del pueblo, han estado turbia y torpemente actuando para hacer posible este paso que coloca a Chile en el despeñadero.
En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada, éste es un momento duro y difícil. Es posible que nos aplasten, pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.
Compatriotas: es posible que silencien las radios, y me despido de ustedes. En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con este ejemplo, para señalar que en este país hay hombres que saben cumplir con las obligaciones que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por la voluntad consciente de un presidente que tiene la dignidad del cargo...
Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron.
Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares... al almirante Merino... ... El general Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. Es este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, espero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctima del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena conquistar el poder para seguir defendiendo sus granujerías y sus privilegios. Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra: a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de su preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días están trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas de una sociedad capitalista.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha; me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder... La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa: me seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
Pagaré con mi vida la defensa de principios que son caros a esta patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltado a su palabra, roto la doctrina de las Fuerzas Armadas.
El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.
Una palabra para aquellos que llamándose demócratas han estado instigando esta sublevación, para aquellos que diciéndose representantes del pueblo, han estado turbia y torpemente actuando para hacer posible este paso que coloca a Chile en el despeñadero.
En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada, éste es un momento duro y difícil. Es posible que nos aplasten, pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.
Compatriotas: es posible que silencien las radios, y me despido de ustedes. En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con este ejemplo, para señalar que en este país hay hombres que saben cumplir con las obligaciones que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por la voluntad consciente de un presidente que tiene la dignidad del cargo...
Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron.
Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares... al almirante Merino... ... El general Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. Es este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, espero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctima del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena conquistar el poder para seguir defendiendo sus granujerías y sus privilegios. Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra: a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de su preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días están trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas de una sociedad capitalista.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha; me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder... La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa: me seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
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