En nuestro espacio político, los revolucionarios no podemos quedarnos a nivel de lo fenomenológico.
Hay que ir a la raíz de los hechos, para entender al mundo y actuar con base en la verdad
Así como en los fenómenos paranormales la existencia de la cuarta dimensión es imperceptible al cerebro humano, en las relaciones sociales hay también componentes invisibles. La cuarta dimensión no se puede ver. Es intangible. Lo extrasensorial es aún inexplicable. El alma, los espíritus, los milagros, todo este mundo que lo creemos mágico y que sigue siendo un misterio, no lo capta el cerebro del hombre terrenal. Se mantiene en el plano de lo incomprensible.
Sucede igual en las relaciones político-sociales. La génesis de los hechos son imperceptibles. Lo cubre el fenómeno, que si es visible y explicable. El fenómeno es la apariencia, mientras que la causa que lo genera (genoestructura), no es percibida por la gran mayoría de la humanidad. La raíz está oculta, inmersa en los lugares más recónditos de la justificación.
Este es el mundo de lo fáctico y por lo tanto podemos derivar nuestros juicios. Sin embargo, si permanecemos en este nivel de lo fenomenológico, nos sucederá lo mismo que con la cuarta dimensión. Sin percibir la esencia de las cosas. Porque lo fenomenológico no es la verdad. Es consecuencia de una verdad.
La esencia de los hechos es la génesis de los fenómenos; por ejemplo, la causa del inminente ataque a Irán (apoyada tanto por Mcain como por Barak) y la política trazada para contener el desarrollo de la revolución iraní, no es las armas atómicas sino el petróleo. Motor vital para la subsistencia del Imperio y las potencias mundiales. La estrategia del dominio mundial que incluye la apropiación de toda la energía del mundo se ubica en la dimensión estructural de los hechos mundiales. Por lo tanto, lo que va a generar la puesta en marcha del plan militar del Comando Central de EE.UU., para incendiar el Golfo Pérsico e intentar liquidar la revolución iraní es el dominio del espectro global.
Evidentemente, a partir de lo estructural, que es precisamente la causa principal de los conflictos, emergen los distintos fenómenos y revelaciones.
Es decir, toda la gama de sucesos que terminan de explicar las conductas de los pueblos. Pero, sin la existencia de ese embrión estructural los fenómenos no aparecerían.
La guerra es consecuencia de las contradicciones de las potencias que toman decisiones en nombre de la paz. Cada elemento involucrado, en cualquiera de los conflictos actuales, mantiene sus propias demandas que son consideradas justas. Su verdad y su razón se imponen para no ceder ante su oponente. Lo que EE.UU., considera como terrorismo, es para el islam la guerra santa contra el enemigo.
Sucede igual en las relaciones político-sociales. La génesis de los hechos son imperceptibles. Lo cubre el fenómeno, que si es visible y explicable. El fenómeno es la apariencia, mientras que la causa que lo genera (genoestructura), no es percibida por la gran mayoría de la humanidad. La raíz está oculta, inmersa en los lugares más recónditos de la justificación.
Este es el mundo de lo fáctico y por lo tanto podemos derivar nuestros juicios. Sin embargo, si permanecemos en este nivel de lo fenomenológico, nos sucederá lo mismo que con la cuarta dimensión. Sin percibir la esencia de las cosas. Porque lo fenomenológico no es la verdad. Es consecuencia de una verdad.
La esencia de los hechos es la génesis de los fenómenos; por ejemplo, la causa del inminente ataque a Irán (apoyada tanto por Mcain como por Barak) y la política trazada para contener el desarrollo de la revolución iraní, no es las armas atómicas sino el petróleo. Motor vital para la subsistencia del Imperio y las potencias mundiales. La estrategia del dominio mundial que incluye la apropiación de toda la energía del mundo se ubica en la dimensión estructural de los hechos mundiales. Por lo tanto, lo que va a generar la puesta en marcha del plan militar del Comando Central de EE.UU., para incendiar el Golfo Pérsico e intentar liquidar la revolución iraní es el dominio del espectro global.
Evidentemente, a partir de lo estructural, que es precisamente la causa principal de los conflictos, emergen los distintos fenómenos y revelaciones.
Es decir, toda la gama de sucesos que terminan de explicar las conductas de los pueblos. Pero, sin la existencia de ese embrión estructural los fenómenos no aparecerían.
La guerra es consecuencia de las contradicciones de las potencias que toman decisiones en nombre de la paz. Cada elemento involucrado, en cualquiera de los conflictos actuales, mantiene sus propias demandas que son consideradas justas. Su verdad y su razón se imponen para no ceder ante su oponente. Lo que EE.UU., considera como terrorismo, es para el islam la guerra santa contra el enemigo.
Los palestinos no dejarán de luchar por su causa hasta conseguir para sí, los territorios que les fueron despojados. En Colombia, las FARC no entregarán las armas ni claudicarán ante las amenazas del Plan Colombia; y, así, cada parte amenazada por las fuerzas dominantes mantiene su posición con base en su dignidad y principios de lucha. Esa es la realidad del mundo. Punto único que arroja consecuencias desoladoras para el futuro y para la evolución de la humanidad.
En nuestro espacio político, los revolucionarios no podemos quedarnos a nivel de lo fenomenológico. Hay que ir a la raíz de los hechos, para entender al mundo y actuar con base en la verdad. Indagar sobre la génesis de los fenómenos es lo que nos permitirá profundizar en lo estructural. Eso es lo que nos diferencia de la escuálida oposición. La revolución es cambio de estructura y no clientelismo, usufructo de poder ni decisiones cupulares.
En nuestro espacio político, los revolucionarios no podemos quedarnos a nivel de lo fenomenológico. Hay que ir a la raíz de los hechos, para entender al mundo y actuar con base en la verdad. Indagar sobre la génesis de los fenómenos es lo que nos permitirá profundizar en lo estructural. Eso es lo que nos diferencia de la escuálida oposición. La revolución es cambio de estructura y no clientelismo, usufructo de poder ni decisiones cupulares.
William E. Izarra
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