Se desbarrancan
En la recta final de la campaña que la llevará a una contundente derrota, la oposición comienza a descalabrarse. Se suceden unas tras otras, de forma reiterada, notoria y pública, las deserciones de la “mesa de la unidad”. Esto, incluso en circuitos o estados en los que se consideran fuertes. En Zulia desertan 150 militantes sumándose al PSUV y apoyando a los candidatos revolucionarios. En Mérida se distancian, en rueda de prensa, partidos de la alianza opositora, esgrimiendo graves acusaciones. En Monagas, decenas de militantes del fascistoide Primero Justicia se deslindan de la contrarrevolución y se suman al proceso. El Lara, el batequebrado Pedro Pablo Alcántara (Vitelio Reyes de CAP cuando el Caracazo) lanza acusaciones al tránsfuga de Falcón, increpándolo de infringir el reglamento de propaganda electoral. El PPT ya no es más que una sigla, luego de la deserción masiva de miles de sus militantes. Como corolario arrecian campañas contra la credibilidad del CNE, ante la paliza catastróficamente previsible, coreando sus berridos junto a los violentos que abiertamente intentan deslegitimar la vía electoral.
Sumemos a lo anterior las zancadillas que se propinan quienes sueñan ya con ser candidatos el 2012: Antonio Ledezma, Julio Borges, Enrique Mendoza… Basta verlos en cónclave de infamias delante de los medios para notarles la aversión mutua. No se soportan. Son un sancocho de mezquindades en las que el futuro del país nada cuenta. Incluso, ni siquiera los vínculos más evidentes que los unen, el odio al Comandante Chávez, la defensa de la oligarquía y la sumisión al imperio, son suficientes para mantenerlos en la misma olla podrida.
Con un discurso vacío y sin propuestas, recurren a la mentira para ganar votos, manipulando el doloroso caso del señor Franklin Brito, para sembrar la duda y distorsionar la verdad. Para nada les importó la pérdida de esta vida humana. La alentaron. Por otro lado, mientras el gobierno revolucionario se esfuerza al máximo en la lucha contra la inseguridad, ellos manipulan sonrientes las cifras de criminalidad, solazándose en la desgracia colectiva excitados en su necrofilia.
Son una especie que nunca ha salido del lodazal de ruindades que los caracteriza y que les ha llevado al descrédito ante quienes dicen representar. ¡Y eso que faltan días para la demolición! Ya los veremos sacándose las tripas luego de las elecciones, o desconociendo la transparencia del proceso electoral. Anótenlo.
No quisiera que se interpretara con aire de triunfalismo la anterior reflexión. Al contrario, ante un enemigo que se debilita y desmorona día tras día, es necesario crecernos como avalancha para garantizar una victoria sin precedentes. No olvidemos jamás lo nocivos que son estos personajes, su capacidad de engañar y corromper la verdad. Cada asambleísta que logre la oposición será un escollo para la revolución, un puente al imperio, un espacio que perdemos y gana la oligarquía. Por eso, en esta recta final, no queda más que echar el resto como si fuera la última batalla.
No nos confundamos, compatriotas. Los resultados electorales no arrojarán la verdadera correlación de fuerzas. Derrotaremos a los fantoches de la contra revolución, pero no al titiritero que maneja los hilos: el imperio. Este, sufrirá un nuevo fracaso pero seguirá siendo un enemigo colosal. Mientras menos títeres tenga en la asamblea pues mejor.
Recurro a una cita del recientemente fallecido, José Saramago, invitando a la reflexión: “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.”
La oposición por más lerda, ciega y mezquina que sea, seguirá en sus intenciones de torcer el rumbo por el que tanto nos sacrificamos. Lograrán unos curules y desde allí se dedicarán a entorpecer las iniciativas legislativas revolucionarias. Serán derrotados pero no cejaran en su empeño. De allí la importancia de que su derrota sea lo más contundente posible.
Por otro lado, debemos ver las elecciones del 26s como una meta importante pero que no definirá la lucha. La campaña, además de conquistar votos, debe ser una oportunidad para difundir los logros de la revolución, para advertir que el imperio acecha con sus artimañas mediáticas y un gran poderío militar. Por eso, no nos jugamos solo la mayoría en la Asamblea Nacional, sino una trinchera estratégica para la construcción del socialismo y el combate a la hegemonía mundial.
Con pericia hemos sorteado dificultades anteriores. Conspiraciones y agresiones extranjeras han sido desmontadas. En democracia revolucionaria, elegimos a nuestros candidatos. Renovemos ahora la energía con las lecciones de esos triunfos y superando los errores pasados, en los que la confianza excesiva en nuestras fuerzas jugó un negativo papel.
Compatriotas, ahora marchamos juntos, con el rumbo firme y el liderazgo sólido del Comandante Presidente. Pero no basta. Hay que apretar más. Que no quede un rincón de Venezuela donde no llegue la voz de los revolucionarios; aceptando las críticas con toda la humildad posible, reforzando la esperanza, reafirmando los logros, desmontando las injurias reaccionarias, señalando la garra del águila imperial.
Freddy Bernal Rosales
En la recta final de la campaña que la llevará a una contundente derrota, la oposición comienza a descalabrarse. Se suceden unas tras otras, de forma reiterada, notoria y pública, las deserciones de la “mesa de la unidad”. Esto, incluso en circuitos o estados en los que se consideran fuertes. En Zulia desertan 150 militantes sumándose al PSUV y apoyando a los candidatos revolucionarios. En Mérida se distancian, en rueda de prensa, partidos de la alianza opositora, esgrimiendo graves acusaciones. En Monagas, decenas de militantes del fascistoide Primero Justicia se deslindan de la contrarrevolución y se suman al proceso. El Lara, el batequebrado Pedro Pablo Alcántara (Vitelio Reyes de CAP cuando el Caracazo) lanza acusaciones al tránsfuga de Falcón, increpándolo de infringir el reglamento de propaganda electoral. El PPT ya no es más que una sigla, luego de la deserción masiva de miles de sus militantes. Como corolario arrecian campañas contra la credibilidad del CNE, ante la paliza catastróficamente previsible, coreando sus berridos junto a los violentos que abiertamente intentan deslegitimar la vía electoral.
Sumemos a lo anterior las zancadillas que se propinan quienes sueñan ya con ser candidatos el 2012: Antonio Ledezma, Julio Borges, Enrique Mendoza… Basta verlos en cónclave de infamias delante de los medios para notarles la aversión mutua. No se soportan. Son un sancocho de mezquindades en las que el futuro del país nada cuenta. Incluso, ni siquiera los vínculos más evidentes que los unen, el odio al Comandante Chávez, la defensa de la oligarquía y la sumisión al imperio, son suficientes para mantenerlos en la misma olla podrida.
Con un discurso vacío y sin propuestas, recurren a la mentira para ganar votos, manipulando el doloroso caso del señor Franklin Brito, para sembrar la duda y distorsionar la verdad. Para nada les importó la pérdida de esta vida humana. La alentaron. Por otro lado, mientras el gobierno revolucionario se esfuerza al máximo en la lucha contra la inseguridad, ellos manipulan sonrientes las cifras de criminalidad, solazándose en la desgracia colectiva excitados en su necrofilia.
Son una especie que nunca ha salido del lodazal de ruindades que los caracteriza y que les ha llevado al descrédito ante quienes dicen representar. ¡Y eso que faltan días para la demolición! Ya los veremos sacándose las tripas luego de las elecciones, o desconociendo la transparencia del proceso electoral. Anótenlo.
No quisiera que se interpretara con aire de triunfalismo la anterior reflexión. Al contrario, ante un enemigo que se debilita y desmorona día tras día, es necesario crecernos como avalancha para garantizar una victoria sin precedentes. No olvidemos jamás lo nocivos que son estos personajes, su capacidad de engañar y corromper la verdad. Cada asambleísta que logre la oposición será un escollo para la revolución, un puente al imperio, un espacio que perdemos y gana la oligarquía. Por eso, en esta recta final, no queda más que echar el resto como si fuera la última batalla.
No nos confundamos, compatriotas. Los resultados electorales no arrojarán la verdadera correlación de fuerzas. Derrotaremos a los fantoches de la contra revolución, pero no al titiritero que maneja los hilos: el imperio. Este, sufrirá un nuevo fracaso pero seguirá siendo un enemigo colosal. Mientras menos títeres tenga en la asamblea pues mejor.
Recurro a una cita del recientemente fallecido, José Saramago, invitando a la reflexión: “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.”
La oposición por más lerda, ciega y mezquina que sea, seguirá en sus intenciones de torcer el rumbo por el que tanto nos sacrificamos. Lograrán unos curules y desde allí se dedicarán a entorpecer las iniciativas legislativas revolucionarias. Serán derrotados pero no cejaran en su empeño. De allí la importancia de que su derrota sea lo más contundente posible.
Por otro lado, debemos ver las elecciones del 26s como una meta importante pero que no definirá la lucha. La campaña, además de conquistar votos, debe ser una oportunidad para difundir los logros de la revolución, para advertir que el imperio acecha con sus artimañas mediáticas y un gran poderío militar. Por eso, no nos jugamos solo la mayoría en la Asamblea Nacional, sino una trinchera estratégica para la construcción del socialismo y el combate a la hegemonía mundial.
Con pericia hemos sorteado dificultades anteriores. Conspiraciones y agresiones extranjeras han sido desmontadas. En democracia revolucionaria, elegimos a nuestros candidatos. Renovemos ahora la energía con las lecciones de esos triunfos y superando los errores pasados, en los que la confianza excesiva en nuestras fuerzas jugó un negativo papel.
Compatriotas, ahora marchamos juntos, con el rumbo firme y el liderazgo sólido del Comandante Presidente. Pero no basta. Hay que apretar más. Que no quede un rincón de Venezuela donde no llegue la voz de los revolucionarios; aceptando las críticas con toda la humildad posible, reforzando la esperanza, reafirmando los logros, desmontando las injurias reaccionarias, señalando la garra del águila imperial.
Freddy Bernal Rosales
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