Del dicho al hecho
Carola Chávez
¡Ah! El discurso opositor: retahíla incoherente que pretende conservar la simpatía de aquellos odiosos que, aún hoy, añoran el “Te queremos Pedro, a la vez que se propone captar el interés de los que ellos llaman “chavistas decepcionados”. Un discurso acuseto pantaleto que se limita a señalar fallas del gobierno sin profundizar en sus causas, para evitar que quede en evidencia que ellos son parte del problema. Un discurso añorante que nos promete un futuro con ínfulas de pasado en el que, irremediablemente, “estaremos mal pero iremos bien.”
Discurso carroñero que arremete contra Barrio Adentro, que pretende, a punta de no nombrarlos, invisibilizar al Cardiológico Infantil, la Misión Milagros, la José Gregorio Hernández, pero no escatima titulares escandalosos ante un quirófano en mal estado. Discurso cruel que se burla de la ortografía del pueblo alfabetizado, pero que jamás sintió un pellizquito de angustia por ese mismo pueblo cuando era analfabeta.
Discurso inmoral que apoya a los especuladores, que acapara la leche, la harina, el arroz, que no tuvo reparos en matar de hambre a nuestros niños durante el paro petrolero, y que hoy pretende horrorizarse por los alimentos podridos de Pdval, misión que, para ellos, comenzó a existir hace apenas tres meses para enriquecer a unos funcionarios corruptos, y no desde hace tres años para llevar a nuestras mesas millones de toneladas de comida de óptima calidad.
Discurso arrogante que pretende convencernos de que somos brutos, que no sabemos lo que es mejor para nosotros, que ellos sí saben porque fueron a una universidad de verdad, verdad, no a una Bolivariana con carreras de pacotilla en las que el gobierno dilapida el dinero de todos, tratando de educar a todos, para que ya no nos crean, para que nadie se trague nuestro discurso, aunque lo disfracemos de social como lo hace Leopoldo con su partido Voluntad Popular, siempre empeñado en ignorar la ídem, o María Corina con su rojísimo “Es Ahora”, que cree que le quedó genial porque ese pueblo bruto se va a confundir y va votar por ella creyendo que vota por Chávez.
Discurso artificial que estrecha con asco manos de viejitas, que besa niñitos que huelen a pañal, que se limpia sin pudor con un pañuelo perfumado, que, rodeado de guardaespaldas, se pone su sonrisa de afiche para la foto en la entrada de un barrio, abajito en la pata del cerro –¡qué susto, qué grima!– para ver si convence a alguien, sin lograr convencer a nadie.
Bilingüe discurso de oposición que, ante la tarea histórica de construir un país justo, libre y soberano, opta por interpretar el vergonzoso papel del que ni lava ni presta la batea.
Discurso fallido que nos invita a votar en contra de quien lo pronuncia
Carola Chávez
¡Ah! El discurso opositor: retahíla incoherente que pretende conservar la simpatía de aquellos odiosos que, aún hoy, añoran el “Te queremos Pedro, a la vez que se propone captar el interés de los que ellos llaman “chavistas decepcionados”. Un discurso acuseto pantaleto que se limita a señalar fallas del gobierno sin profundizar en sus causas, para evitar que quede en evidencia que ellos son parte del problema. Un discurso añorante que nos promete un futuro con ínfulas de pasado en el que, irremediablemente, “estaremos mal pero iremos bien.”
Discurso carroñero que arremete contra Barrio Adentro, que pretende, a punta de no nombrarlos, invisibilizar al Cardiológico Infantil, la Misión Milagros, la José Gregorio Hernández, pero no escatima titulares escandalosos ante un quirófano en mal estado. Discurso cruel que se burla de la ortografía del pueblo alfabetizado, pero que jamás sintió un pellizquito de angustia por ese mismo pueblo cuando era analfabeta.
Discurso inmoral que apoya a los especuladores, que acapara la leche, la harina, el arroz, que no tuvo reparos en matar de hambre a nuestros niños durante el paro petrolero, y que hoy pretende horrorizarse por los alimentos podridos de Pdval, misión que, para ellos, comenzó a existir hace apenas tres meses para enriquecer a unos funcionarios corruptos, y no desde hace tres años para llevar a nuestras mesas millones de toneladas de comida de óptima calidad.
Discurso arrogante que pretende convencernos de que somos brutos, que no sabemos lo que es mejor para nosotros, que ellos sí saben porque fueron a una universidad de verdad, verdad, no a una Bolivariana con carreras de pacotilla en las que el gobierno dilapida el dinero de todos, tratando de educar a todos, para que ya no nos crean, para que nadie se trague nuestro discurso, aunque lo disfracemos de social como lo hace Leopoldo con su partido Voluntad Popular, siempre empeñado en ignorar la ídem, o María Corina con su rojísimo “Es Ahora”, que cree que le quedó genial porque ese pueblo bruto se va a confundir y va votar por ella creyendo que vota por Chávez.
Discurso artificial que estrecha con asco manos de viejitas, que besa niñitos que huelen a pañal, que se limpia sin pudor con un pañuelo perfumado, que, rodeado de guardaespaldas, se pone su sonrisa de afiche para la foto en la entrada de un barrio, abajito en la pata del cerro –¡qué susto, qué grima!– para ver si convence a alguien, sin lograr convencer a nadie.
Bilingüe discurso de oposición que, ante la tarea histórica de construir un país justo, libre y soberano, opta por interpretar el vergonzoso papel del que ni lava ni presta la batea.
Discurso fallido que nos invita a votar en contra de quien lo pronuncia
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