Nos reconocemos en el amor encarnado por las madres venezolanas: somos radicalmente fieles a su amor. Un amor que se ha transfigurado en Patria, en Revolución, en Humanidad. Madre Patria, Madre Revolución, Madre Humanidad, Madre Santa, Maisanta.
Se te abrieron las caderas y las piernas se ampliaron como catedrales: me pariste, según dices, a las cinco de la mañana, la hora del alba y las resurrecciones.
Sigan ustedes, madres venezolanas, junto a todo el pueblo, empuñando esa espada llena de esperanzas terrestres: sigan dándole el más grande ejemplo de dignidad al mundo, recordamos la Voz del cumanés Andrés Eloy Blanco, en su "Maisanta, corrido de caballería", dedicado al general guerrillero Pedro Pérez Delgado, "El último hombre a caballo": Ya Pedro Pérez Delgado no tiene madre ni Patria ni un retrato de la madre ni un retrato de la Patria lo cruzan madres con sed lo surca una Patria tostada pero tiene el corazón como tapiz de sabana y junta madre con Virgen y junta Virgen con Patria y cuando va a la pelea pone a las tres en el anca...
Miro a una mujer y veo a todas las mujeres y a todas las madres.
Veo en ella a las viejas madres hechiceras, a las indias pariendo en cuclillas, pero también a las madres indígenas combatientes, a las madres científicas en sus laboratorios, a las madres que miran a sus hijos con hambre, a las madres prisioneras, a las madres torturadas, a las madres desaparecidas, a las madres santas y a las madres prostitutas.
Miro a una mujer y veo a todas las madres. Veo en ella a las amas de casa, a las artistas, a las maestras, a las madres que miran pasar la vida desde la calle, a las mujeres golpeadas, a las que lucharon por ir ganando espacio en este mundo.
Veo a las madres de Afganistan, de Libia, de Irak a las madres exiliadas y recuerdo a las madres que dieron su vida por la libertad.
Miro a las mujeres, miro a las madres, pero en especial miro a las madres revolucionarias
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