FRANCISCO MIERES
Francisco Mieres, rojo culto y entrañable, con un profundo compromiso revolucionario con su país, al servicio de la emancipación de su pueblo. Sirvan estas páginas de homenaje a su trayectoria intelectual y política de revolucionario venezolano fértil y con ideas cargadas de futuro.
Bertolt Brecht no hubiera dudado en considerar a Francisco Mieres como uno de esos hombres imprescindibles, por ser de los que luchan toda la vida. Su compromiso revolucionario imprimió carácter a su personalidad desde muy joven. De humilde familia cumanesa, junto a su madre, que trabajaba de costurera, vivió de niño el compromiso de su padre, líder político y guerrillero.
Desde el primer año de Liceo se vinculó a las luchas estudiantiles, populares y campesinas de la zona. Posición que mantuvo a lo largo de toda su vida, como lo atestigua su participación en las marchas del 2005 en apoyo de los indígenas contra la explotación del carbón. Ese compromiso con los trabajadores dará sentido y consistencia a su lucha política, y le llevará a ingresar en el Partido Comunista.
Su convicción revolucionaria se funde con su pasión por el estudio. Adquiere una sólida formación matemática, se licencia en Ciencias Económicas, y en 1946 ya trabaja en el Ministerio de Agricultura y Cría y un año más tarde en el Banco Central de Venezuela.
La represión, la cárcel sufrida en 1965-66 y el posterior exilio nunca quiebran a este luchador. Prosigue estudios en Europa, primero en Francia y luego de postgrado en Moscú. En Polonia entra en contacto con maestros de la talla de Oscar Lange y Kalecki. Y en Praga participa en la redacción de la revista Problemas de la Paz y del Socialismo, junto a Kiva Maidanik y Roque Dalton.
Este contacto con la realidad europea y la lucidez de su pensamiento marxista crítico le permiten ir madurando su visión propia del socialismo, crítica tanto de la socialdemocracia reformista como de la hipertrofia del socialismo “realmente existente”. Esto le conducirá a una crítica de lo que llamará el “socialismo desarrollista” y a una revisión del concepto de subdesarrollo, desde una perspectiva ecológica. Se configura así una posición intelectual con numerosos puntos de contacto con el marxismo cultivado en España por Manuel Sacristán en esos mismos años. Todo ello junto a su defensa del Sur frente a la dependencia cultural del Norte.
Tras regresar a Venezuela, combinará su permanente compromiso político con una amplia actividad docente universitaria. Concentrará sus esfuerzos en formular una política petrolera en el marco de una política energética integral y de una concepción geoestratégica profundamente latinoamericanista y defensora del protagonismo emancipador de los pueblos del Sur, una política que garantice la plena soberanía de la nación venezolana. Testimonio de ello son varios libros y numerosos artículos escritos desde los años 70 a nuestros días.
Su compromiso con el movimiento revolucionario bolivariano le lleva a participar en las insurrecciones de 1992, y luego, de modo relevante, en la elaboración de los documentos programáticos del movimiento que llevó a Hugo Chávez a la presidencia en 1998. Embajador de Venezuela ante la Federación Rusa en el 2000, trabaja por la potenciación de la OPEP y de la relación de ésta con Rusia. Tras ejercer esta responsabilidad, siempre mantuvo su compromiso ético y político revolucionario: lúcido, crítico, apasionado y vinculado a los movimientos de liberación. El conocimiento de su obra y de su ejemplo será sin duda fértil semilla para el pensamiento y la acción revolucionaria en Venezuela y América Latina en los próximos tiempos.
Francisco Mieres, rojo culto y entrañable, con un profundo compromiso revolucionario con su país, al servicio de la emancipación de su pueblo. Sirvan estas páginas de homenaje a su trayectoria intelectual y política de revolucionario venezolano fértil y con ideas cargadas de futuro.
Bertolt Brecht no hubiera dudado en considerar a Francisco Mieres como uno de esos hombres imprescindibles, por ser de los que luchan toda la vida. Su compromiso revolucionario imprimió carácter a su personalidad desde muy joven. De humilde familia cumanesa, junto a su madre, que trabajaba de costurera, vivió de niño el compromiso de su padre, líder político y guerrillero.
Desde el primer año de Liceo se vinculó a las luchas estudiantiles, populares y campesinas de la zona. Posición que mantuvo a lo largo de toda su vida, como lo atestigua su participación en las marchas del 2005 en apoyo de los indígenas contra la explotación del carbón. Ese compromiso con los trabajadores dará sentido y consistencia a su lucha política, y le llevará a ingresar en el Partido Comunista.
Su convicción revolucionaria se funde con su pasión por el estudio. Adquiere una sólida formación matemática, se licencia en Ciencias Económicas, y en 1946 ya trabaja en el Ministerio de Agricultura y Cría y un año más tarde en el Banco Central de Venezuela.
La represión, la cárcel sufrida en 1965-66 y el posterior exilio nunca quiebran a este luchador. Prosigue estudios en Europa, primero en Francia y luego de postgrado en Moscú. En Polonia entra en contacto con maestros de la talla de Oscar Lange y Kalecki. Y en Praga participa en la redacción de la revista Problemas de la Paz y del Socialismo, junto a Kiva Maidanik y Roque Dalton.
Este contacto con la realidad europea y la lucidez de su pensamiento marxista crítico le permiten ir madurando su visión propia del socialismo, crítica tanto de la socialdemocracia reformista como de la hipertrofia del socialismo “realmente existente”. Esto le conducirá a una crítica de lo que llamará el “socialismo desarrollista” y a una revisión del concepto de subdesarrollo, desde una perspectiva ecológica. Se configura así una posición intelectual con numerosos puntos de contacto con el marxismo cultivado en España por Manuel Sacristán en esos mismos años. Todo ello junto a su defensa del Sur frente a la dependencia cultural del Norte.
Tras regresar a Venezuela, combinará su permanente compromiso político con una amplia actividad docente universitaria. Concentrará sus esfuerzos en formular una política petrolera en el marco de una política energética integral y de una concepción geoestratégica profundamente latinoamericanista y defensora del protagonismo emancipador de los pueblos del Sur, una política que garantice la plena soberanía de la nación venezolana. Testimonio de ello son varios libros y numerosos artículos escritos desde los años 70 a nuestros días.
Su compromiso con el movimiento revolucionario bolivariano le lleva a participar en las insurrecciones de 1992, y luego, de modo relevante, en la elaboración de los documentos programáticos del movimiento que llevó a Hugo Chávez a la presidencia en 1998. Embajador de Venezuela ante la Federación Rusa en el 2000, trabaja por la potenciación de la OPEP y de la relación de ésta con Rusia. Tras ejercer esta responsabilidad, siempre mantuvo su compromiso ético y político revolucionario: lúcido, crítico, apasionado y vinculado a los movimientos de liberación. El conocimiento de su obra y de su ejemplo será sin duda fértil semilla para el pensamiento y la acción revolucionaria en Venezuela y América Latina en los próximos tiempos.
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