Enterrémosla
Freddy J. Melo
Los últimos careos electorales,
no obstante la calidad e importancia del triunfo del 7-O, han evidenciado la
existencia de un déficit de conciencia de clase en un apreciable sector del
pueblo, lo cual convierte en tarea esencial la lucha contra eso, que pareciera,
luego de 13 años de responsabilidades de dirección, serlo también de conciencia
del deber social en una porción de revolucionarios. La aplicación de las erres
exigidas por el Presidente –un ejercicio a fondo de crítica y autocrítica y el
correspondiente mejoramiento en el quehacer y la acción de individuos,
colectivos e instituciones–, es la vía que se abre en función de la respuesta
necesaria.
En alguna ocasión, perdónese que
lo rememore, señalé que la garantía de la victoria estará dada por la medida en
que se forjen la conciencia socialista del pueblo, el carácter socialista del
Estado y la capacidad de la economía socialista para satisfacer las necesidades
de la gente; y así mismo, que la preservación de la condición pacífica y
democrática del proceso exige acumular fuerzas suficientes para contener y
manejar la violencia del enemigo histórico, que seguirá pugnando por romper esa
condición. Tales conquistas sólo son posibles mediante la práctica y desarrollo
de la más profunda democracia participativa y protagónica y la presencia de un
liderazgo lúcido y unificador.
El balance nos indica que tenemos
el liderazgo, pero en los demás aspectos, aunque hay avances y logros
formidables, existen carencias y estancamientos que en una revolución pueden significar
retrocesos y riesgos peligrosos.
A la profundización se interponen
obstáculos de origen interno, maniobras de burócratas que defienden cuotas de
poder. Al evidenciado déficit de conciencia se unen y son también expresión del
mismo la ineficiencia, pesadez burocrática y corrupción de viejo y nuevo cuños
supervivientes en un aparato estatal construido para la dominación y que hasta
ahora no ha podido ser cabalmente revolucionado.
La superación de tal déficit
implica correlativamente la superación del nuestro. Y ese proceso exige avanzar
en la puesta de las palancas de la economía en manos de quienes producen la
riqueza social y, necesario para ello, completar la transformación del Estado y
establecer los mecanismos ad hoc para la participación popular en las funciones
de planificación, ejecución y control de la gestión pública.
No más decisiones al margen de
los trabajadores y de las comunidades interesadas, no más programas sometidos a
la inercia, no más promesas incumplidas, no más jerarcas inaccesibles, no más
alcabalas, enredijos burocráticos y burlas a la ciudadanía, no más cargas
injustificadas sobre los hombros del Presidente. Enterremos por fin la cuarta
república.
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