sábado, 5 de julio de 2008

William Izarra: Gobernadores y Alcaldes son Voceros Populares



Gobernadores y alcaldes:
Voceros populares
William Izarra
Sin espíritu revolucionario el pragmatismo corruptor continuará vivo. Por lo tanto, solo la conciencia del colectivo logrará la determinación de los líderes que se identifican con sus luchas
Para el SSXXI la verdadera dimensión del poder se ubica en las Asambleas de Ciudadanos. La sustancia del poder está en: (i) la contraloría social, (ii) los consejos comunales, (iii) la asamblea de ciudadanos, (iv) los cabildos abiertos, (v) los gobiernos comunitarios. Por lo tanto, las próximas elecciones pasan a ser el canal que materialice la construcción de un nuevo Estado: el Estado revolucionario del poder popular.
No obstante, hay que precisar el modo de asumir esas elecciones. Para el revolucionario auténtico, las elecciones son para tomar el poder y cederlo al pueblo. Por el contrario, para el contra-revolucionario o reformista las elecciones son para mantener la estructura de dominio sobre pueblo. La primera concepción se inscribe dentro del espíritu del acto revolucionario.
Es colocar el gobierno al servicio del colectivo. Es darle viabilidad a la democracia directa. Es consolidar el poder constituyente. Por su parte, el reformista desea ganar las elecciones para usufructuar del poder: beneficio para sí mismo y su grupo excluyendo a la comunidad organizada.
Esto en sí es un acto burocrático. Es darle continuidad al reformismo. Es tolerar la vigencia del sistema político de democracia representativa. Es mantener la estructura clientelar.
En la coyuntura electoral del 23/11 se hace indispensable el acto revolucionario, tanto en su concepción ideológica como en su práctica. Tomar el poder a través de las elecciones es para convertir las gobernaciones y alcaldías en vocerías populares. Es además no instalarse en las edificaciones que hoy son símbolo del ejercicio del mando. No hay que volver a entrar a esas casas o edificios. Demostrar que se va a profundizar la Revolución pasa por ubicar las sedes del gobierno (convertidas en vocería del pueblo) en las comunidades organizadas.
Las elecciones del 23/11 significa la lucha por el bien común y reemplazar el mando reformista por la acción revolucionaria, valga decir: (i) asumir el gobernador y los alcaldes su nuevo rol de vocero del pueblo; (ii) transferir la toma de decisiones a la asamblea de ciudadanos en su nivel respectivo; (iii) establecer el método de rendición de cuentas ante las organizaciones comunitarias; (iii) darle consistencia a los mandatos constitucionales de cogobierno (estado-pueblo), a través de las asambleas populares; consejos comunales; contraloría social; cabildos abiertos; y demás organizaciones que invente la comunidad consciente y organizada; (iv) propiciar la vía constituyente para mutar las estructuras rígidas que aún no se ajustan a la revolución bolivariana.
Pero, transformar gobernación y alcaldías en vocerías y luchar por instaurar el poder popular demanda: (i) identificación plena con el pueblo (amor al prójimo); (ii) convencimiento ideológico (socialismo); (iii) compromiso con la revolución (desprendimiento del orden material de las cosas); (iv) conciencia de servicio a la causa emancipadora. Si no se siente esto en el alma, si no se ha incubado en el corazón, ni se ha practicado el bien común fundamentado en la buena voluntad, será muy difícil alcanzar las metas revolucionarias. Sin espíritu revolucionario el pragmatismo corruptor continuará vivo. Por lo tanto, solo la conciencia del colectivo logrará la determinación de los líderes que se identifican con sus luchas. Luchar por el pueblo significa la desintegración de las cúpulas y la eliminación de las decisiones cupulares.

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