viernes, 30 de agosto de 2013

GOBIERNO BOLIVARIANO ATIENDE LA COMUNIDAD DE EL HATILLO


Gobierno Bolivariano desde la Presidencia de la República atiende a la comunidad
Obra por derrumbes en Turgua, EL Hatillo, está avanzada en más de un 75%
Credito: Fundación Propatria

Hace ya un año que se produjo el primer derrumbe en la zona de Turgua en el Municipio el Hatillo. Desde el mismo día de la emergencia el Gobierno Central atendió a esta comunidad, que por su condición social nunca han sido de importancia para el Gobernador de Miranda o el Alcalde del Hatillo.
Mas de 150 mil metros cúbicos de material se desprendieron y en aquel momento 32 familias perdieron sus viviendas. Desde el mismo momento en que esto ocurrió el Camarada Elias Jaua se encargo de la solución. Se aprobaron entonces 57 millones de bolívares para hacer los trabajos de estabilización del talud. Estos trabajos se detuvieron en diciembre por un nuevo derrumbe.
Hoy la obra está avanzada en más de un 75% y se han colocado más de 150 pilotes de un total de 220. Se construyó una pasarela para evitar el cierre del paso peatonal y se han ubicado ya 32 familias que perdieron sus viviendas.
Las imágenes exhibidas arriba, muestran las magnitud del derrumbe y al final se observan los trabajos realizados por el Gobierno Bolivariano.

Queda demostrada entonces la vocación de atender a las comunidades, por parte del Gobierno Bolivariano. También queda en evidencia la pobreza de los argumentos de la derecha, al ver a sus candidatos o representantes decir que el paso tiene un año cerrado, ignorando el segundo derrumbe o la complejidad de la obra nos demuestra que la ignorancia voluntaria reinante en la derecha venezolana crea una banalización d ela política que los sectores de la izquierda que apoyan la gestión Revolucionaria lo perciben y cada vez que tenemos procesos eleccionarios lo ratifican.
Desde la Fundación Propatria aseguran que "seguiremos atendiendo a las comunidades porque entendemos el legado dejado por el Líder Supremo de la Revolución. Seguiremos en nuestra institución atendiendo con alta capacidad técnica y una formación política firme a todas las comunidades olvidadas por años y algunas olvidadas ahora por quien debería atenderlas como es el caso del “Gobernador” de Miranda."

jueves, 29 de agosto de 2013

SOLO LA UNIDAD Por: Freddy J. Melo

Solo la unidad                  
Freddy J. Melo                                                                                                                 
Insistimos sobre el tema de la unidad, esa niña de los ojos de todos los procesos liberadores y, por supuesto, de Bolívar y Chávez. Y aunque viene ahora a propósito de las elecciones de diciembre, su filo, valga la redundancia,  apunta mucho más allá, hacia todas las victorias estratégicas de nuestra marcha de pueblo. Creo necesario repetir que la unidad es una necesidad vital para el proceso revolucionario.
Vital para defenderlo, para consolidar lo ganado, para avanzar hacia nuevas conquistas populares, hacia el desarrollo del Estado democrático y social de derecho y de justicia, hacia las auroras socialistas planteadas y con camino andado que no se puede torcer.

Vital para mantener incólume y acorazado su carácter pacífico y democrático, que el enemigo busca siempre furiosamente romper pues reconoce en él un formidable escudo legitimador.
Vital para superar los conocidos problemas que se confrontan en las áreas de la acción gubernamental y la dirección política, y para derrotar la corrupción y el burocratismo de viejo y de nuevo cuños, así como el reformismo y el quintacolumnismo.

Vital para hacer cada vez más efectiva la inclusión de los excluidos, la articulación, organización y concienciación del pueblo como nuevo bloque de poder revolucionario, constituido por los estamentos sociales fundamentales en sus expresiones civiles y militares, seglares y eclesiásticas: obreros, campesinos, capas medias, personas en condición de subempleo y desempleo, empresarios nacional y socialmente motivados. La esencia revolucionaria del proceso reside en la creciente capacidad de participación protagónica del pueblo, organizado y consciente de las tareas históricas a cumplir.
Vital por la magnitud de las fuerzas que enfrentamos: el bloque de poder tradicional, que con la capacidad alienante de sus medios ha logrado captar a un sector popular importante y no vacila en recurrir al fascismo, y el hegemón imperial, que diseña, dirige y financia en gran medida la conspiración desestabilizadora permanente y los recurrentes intentos de dar violentamente al traste con la revolución y las esperanzas de liberación de nuestro pueblo.

Vital, en fin,  para potenciar la política que busca desligar del fascismo a la porción democrática que se supone existe en la oposición y tender puentes hacia el sector popular alienado, cuyos intereses sociales son afines a los del proyecto bolivariano y no a los del bloque sociopolítico históricamente dominante.

La unidad, en las condiciones de la Revolución Bolivariana, se configura como unidad general del pueblo, cuya consolidación exige: unidad consciente de la clase obrera, unidad civil-militar, unidad del movimiento popular, unidad de la dirección revolucionaria y unidad de todos con el nuevo líder del proceso.
a) La unidad general del pueblo ha tenido avances impresionantes gracias a la acción magistral del presidente Chávez; pero requiere desarrollar sus articulaciones internas y profundizar su concienciación política, y presenta la debilidad inherente a una clase obrera que sigue desunida y con insuficiente nivel de conciencia.

b) La unidad civil-militar se consolida gracias a los lazos que se han venido estableciendo entre Pueblo y Fuerza Armada.
c) La unidad del movimiento popular (el conjunto de quienes luchan día a día por los objetivos del pueblo) es tarea que no ha podido resolverse a cabalidad y cuya necesidad es cada vez más imperiosa, pues le corresponde el papel de vanguardia organizada para coadyuvar a la unidad de la clase obrera, la unidad general, la unidad civil-militar y un desarrollo crecientemente fluido del liderazgo, en función del logro de los objetivos revolucionarios.

d) La unidad de la dirección revolucionaria es el presupuesto de la unidad del movimiento popular, es una tarea de gran necesidad en función de construir la vanguardia de nuevo tipo que se necesita. Una dirección unitaria, unificadora, democrático-participativa, orgánica y coherente, que viene construyéndose y tendrá que construirse al calor de los conflictos sociales.
e) Sólo la unidad puede asegurar la victoria del pueblo.

SIRIA: víctima del imperialismo global


 
SIRIA: víctima del imperialismo global  
Por Coordinadora Simón Bolívar 

Comunicado sobre la posible invasión al pueblo de Sirio por las potencias occidentales

 Es el Pueblo sirio quien padece actualmente el rigor de las nuevas guerras imperialistas, donde, cuando no funciona los sobornos a los gobiernos de turno para que entreguen dócilmente las riquezas de sus Naciones, se le tildan de dictadores, terroristas o narcogobiernos; utilizando para ello, inicialmente, todo su arsenal de la mal llamada información, creando en los espectadores, a cientos de kilómetros de distancia, la sensación de un estado de peligro proveniente del país en cuestión.

Una vez creado el escenario virtual en las mentes de millones de ciudadanos a escala planetaria, financian a ejércitos de mercenarios, muchas veces conformados por los propios nacionales del país a intervenir, con el objeto de desestabilizar el orden existente en dicho país, atacando directamente al sistema de gobierno y muchas veces cometiendo actos terroristas para culpabilizar a sus gobernantes principales.

Con ello promueven guerras fratricidas, donde se “ahorran” los muertos de sus propios ejércitos, e “invirtiendo” a aquellos que no se dan cuenta lo horrendo que es traicionar a la Patria y matar a sus propios hermanos.

Son Al Qaeda, el gobierno de Israel, el de Arabia Saudita y los miembros de la OTAN, los principales colaboradores de los EE.UU. en estos perversos planes diseñados por la CIA, que pasan por el entrenamiento, financiamiento y dotación de armas a los rebeldes mercenarios. No ha de extrañarnos ni sorprendernos lo horrendo de tal fin, si fue la misma Al Qaeda la entrenada, conformada y posteriormente contratada por la CIA,  para realizar el auto-atentado de las Torres Gemelas, el 21 de septiembre de 2001.

Es Siria, hoy, el objetivo del imperio: EE.UU.-OTAN.

El imperio no es una Nación, no es un solo gobierno. Es una red, un sistema terrorista de dominación, genocidio y saqueo a escala planetaria, que busca adueñarse de las riquezas naturales de los países más vulnerables militar y socialmente, y que no responden a sus intereses político-económicos y energéticos.

Este sistema imperial utiliza métodos tan refinados como lo son las tecnologías de la comunicación, la industria de la producción de alimentos y el sistema bancario sionista… Pero también métodos tan atroces como el terrorismo, los bombardeos (dizque) selectivos, los ataques biológicos y  químicos, y las guerras neocolonialistas.

En Siria ya van por esta última fase, con el uso de la guerra para derrocar a un gobierno que no se rindió ante el poder del dinero para entregar las riquezas de su pueblo al imperio. En Siria, el imperio va a rematar a un pueblo que resiste con dignidad. Van a bombardear a niños, ancianos, población civil totalmente desarmados e inocentes… van a destruir las escuelas, los hospitales, los museos, los ancianatos, a comunidades enteras… van a exterminar, nuevamente, a una cultura milenaria del planeta.

Hacen en el Medio Oriente lo que no pueden en América Latina.

En nuestras latitudes habían venido aplicado la primera fase de su intervencionismo, como lo es el soborno, o el “influir por debajo de la mesa”, a los gobernantes de turno. Esta relación de subordinación gubernamental ante el imperio, aunque siempre fue combatida por los pueblos, no fue hasta el ascenso de Hugo Rafael Chávez Frías a la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, que comenzó a ser combatida desde las instancias del mismo gobierno. Chávez fue voz del movimiento popular y revolucionario antiimperialista de América Latina y del mundo. Y fue él, a través de sus políticas estratégicas, que logro impulsar y consolidar todo un bloque de izquierdas en la Región que enfrentara las políticas de dominación imperialista.

Pero ¿Qué hacer como un ciudadano común en contra del Imperialismo?

Ante todo debemos salir de nuestra propia y mental “Zona de Exclusión” ideológica y cultural, donde permitimos, e incluso colaboramos con el enemigo, para que nos bombardeen con sus antivalores y sus patrones consumistas. Dejemos de consentir que el ataque se realice en nuestros propios hogares, a través de nuestros televisores y sus “programaciones” que persiguen inculcar el odio y la violencia, y nos enseñan a rechazar al débil y defender al opresor. No permitamos que el enemigo nos insulten al oído, escuchando su música de laboratorio, alienante y degradante de nuestros valores. Neguémonos de participar en su adoctrinamiento cuando pagamos por sus videojuegos que entrenan a los más jóvenes para una guerra fratricida.

Demos un paso al frente en la organización popular y colectiva: organicemos o fortalezcamos los colectivos existentes para la lucha popular revolucionaria antiimperialista; contrastemos la información proveniente de diferentes medios; y preparémonos en las estrategias y tácticas de las guerras asimétricas a favor del Pueblo y en contra del imperialismo y sus intereses en nuestro suelo patrio.

¡No al intervencionismo Imperial en Siria!

¡Bolívar Vive! ¡La Lucha Sigue!

Coordinadora “Simón Bolívar"

domingo, 25 de agosto de 2013

DESEAR LA COMUNA Por Reinaldo Iturriza L

Desear la comuna

Reinaldo Iturriza López

El 10 de agosto de 2012, hace poco más de un año, se registró la primera comuna en Venezuela. Eso ocurrió en el municipio San Francisco del estado Zulia. “Gran Cacique Guaicaipuro” lleva por nombre la comuna que también se llevó los honores.

 Pero no fue sino hasta después del célebre “Golpe de Timón” del Comandante Chávez, aquel 20 de octubre, que se aceleró el proceso de registro: dos en noviembre, nueve en diciembre, veintiséis en enero de 2013. En adelante sobrevino un lento pero sostenido declive, sin duda determinado por las urgencias políticas que nos tocó enfrentar y superar, hasta que en junio pasado, en pleno gobierno de calle, comenzamos a remontar: trece registros, veinticuatro más en julio…

Al día de hoy, la cantidad de comunas registradas asciende a ciento tres. Esto es, comunas “reconocidas” por el Gobierno bolivariano. Pero además (y ésta, como la anterior, es una cifra que crece sostenidamente), existen trescientas setenta y siete comunas llamadas “en construcción”. Por último, hemos identificado al menos cuatrocientos nueve casos adicionales de pueblo organizado que ha manifestado su voluntad de constituirse en comunas.

 Los que sacan cuentas ya lo saben: entre todas, estamos hablando de ochocientas ochenta y nueve trincheras desde las cuales se batalla para construir nuestra muy singular, irrepetible y “topárquica” versión de socialismo. Y tenga usted por seguro que hay más: lugares a los que no hemos llegado todavía, experiencias que no hemos conocido.

 Ahora bien, más allá de los números, indispensables para guiarnos, están las historias. La gente de carne y hueso.

 Contar la historia de las comunas es contar la historia del chavismo, le comentaba hace algunos días a Carola Chávez, con quien he conversado en extenso sobre el asunto. No es posible entender por qué una porción de la sociedad venezolana ha decidido organizarse en comunas si no somos capaces de identificar la singularidad histórica del fenómeno chavista.

 En estos días difíciles, en que afloran temores e incertidumbres, es oportuno recordar uno de los signos distintivos del chavismo: si lo normal de las sociedades es resistirse al cambio, lo que define al chavismo es su resistencia a conformarse con más de lo mismo. El chavismo es un sujeto político beligerante, cuya cultura política está profundamente reñida con la resignación.

 En nuestras sociedades capitalistas contemporáneas se impuso un sentido común, que se expresa de múltiples formas: no hay nada más allá del capital. Uno de los éxitos indiscutibles del capitalismo es haber persuadido a millones de personas en todo el mundo, y en particular a los más jóvenes, de que luchaban por su “superación” personal cuando de hecho estaban declarándose vencidos y resignados.

 El capital, que a la hora de autorreproducirse no conoce de límites ni de fronteras, construye sin embargo una sociedad donde no hay horizonte más allá de sí mismo, no importa si pone en serio riesgo la supervivencia de la especie humana. Dentro del capitalismo todo es posible, a condición de que todo sea posible para unos pocos, y de que los muchos no tengan nada. Todo es posible, sí, pero no para los invisibles, porque ellos no cuentan, porque ellos no entrarán a la historia, porque la historia es lo que sucede a pesar de ellos, de su existencia insignificante.

 En el capitalismo la “superación” personal es en realidad el sálvese quien pueda. La competencia desalmada. El egoísmo. Nada de libre desarrollo de la personalidad, porque la personalidad sólo se desarrolla plenamente en colectivo, con el otro, con los comunes.

 Volviendo sobre lo central: puede que esta revolución no se parezca a las revoluciones de libritos de autores europeos que nos leímos como cartillas. Pero cuando uno tiene el extraño privilegio histórico de ver cómo un pueblo aparece; cómo se estremece y moviliza; cuando uno ve un pueblo renuente a resignarse; cuando uno ve a un pueblo votando “locuras” como la construcción del socialismo bolivariano o la preservación de la vida en el planeta, uno sabe que está en presencia de una revolución.

 Cuando una parte del pueblo chavista expresa su deseo de organizarse en comunas es porque, para decirlo con Óscar Varsavsky, ha desarrollado un nivel de conciencia tal que no se resigna a la tendencia más probable. En cambio, está apostándole a construir “futuros más deseables”.

Acompañar este extraordinario proceso de construcción de comunas significa al menos dos cosas: en primer lugar, crear las condiciones para que cada vez más pueblo desee agruparse en comunas. La comuna no será una realidad que se imponga ni habrá comuna aérea que valga. Ella debe ser un anhelo, una necesidad incluso. La comuna no es otra cosa que la oportunidad de vivir mejor, de vivir una vida que nos guste, que merezca la pena ser vivida. Por eso la construcción de comunas está estrechamente asociada a una de las doce líneas de trabajo que definió nuestro presidente Nicolás Maduro: “Impulsar una revolución cultural y comunicacional”. Hay que vencer el sentido común capitalista, sinónimo de resignación y pueblo vencido, allí donde se exprese.

 En segundo lugar, este proceso nos exige, siguiendo con Varsavsky, hacer de ese futuro deseable por nuestro pueblo un futuro viable. Porque sabemos de sobra que deseos no empreñan. Hay que arremangarse la camisa y trabajar incansablemente para que la nueva sociedad termine de nacer. En este punto el imperativo continúa siendo: reducir progresivamente la distancia entre institucionalidad y pueblo organizado. Apurarnos para caminar al ritmo del movimiento real.

 En esa andamos.

* Reinaldo Iturriza López es Ministro del Poder Popular para las Comunas

jueves, 22 de agosto de 2013

UNA GRAN PELICULA Por Freddy Melo


Una gran película

Freddy J. Melo

         Verdaderamente es digno del calificativo el filme de Luis Alberto Lamata que acaba de estrenarse, aunque debí soportar, junto con mi esposa y una hija, la ingrata sensación de presenciarlo en una sala comercial semivacía del Este  caraqueño. Una buena porción de la gente que en esa zona vive, al parecer víctima incurable de disociación psicótica, se niega a ver en la pantalla al mayor de los nacidos en estas latitudes. Pobre de ellas y ellos, que hubieran sido partidarios de Fernando VII como lo son ahora del imperio norteño. Lo que no obsta para que sus desaprensivo(a)s líderes y lideresas se hayan atrevido a usar el nombre egregio para su último comando de campaña electoral.

Si aquel fue solo un hecho de circunstancia y en lo sucesivo ha aumentado la afluencia –nunca esperable como para Superman, Batman o alguno de los bodrios sangrientos que suele servir Hollywood– presento mis excusas.

El filme abarca apenas un año de la vida libertaria de Bolívar, tan pródiga que asombra al mundo ver cómo en una elipse existencial de menos de cinco décadas dejó un imperio roto, un puñado de patrias a disposición de sus hijos y una lección paradigmática capaz de seguir orientando la lucha de los pueblos. Muchas otras películas caben en el curso de esa vida, y en los momentos coinciden tres, dos de las cuales pendientes de exhibición.

El año narrado es el transcurrido entre marzo de 1815, cuando derrotado y sin recursos llega a Jamaica procedente de Cartagena, y los meses iniciales de 1816, con la denominada primera expedición de Los Cayos.

En Jamaica ocurren, entre otras, cuatro cosas muy importantes: El desengaño sobre la posibilidad de ayuda de Inglaterra; la salvación (esto es literal, estuvo a punto de quitarse la vida antes que sufrir el deshonor) gracias a una mujer (todas cuantas amó son parte inseparable de su obra), la bella dominicana Julia Cobier; la Carta grandiosa (fechada el 6/9/15), y la sobrevivencia al conocido intento de asesinato del que resultó víctima un amigo. Partió de Jamaica (18/12/15) con intención de volver a Cartagena, pero viró rumbo a Haití en busca de ayuda del presidente Petión.

Este grande hombre conoce la trayectoria del Libertador, lo admira y lo ayudará con la sola condición de la supresión de la esclavitud, que Bolívar en lo personal comparte, aunque sabe de la dura oposición de la oligarquía.

El momento clave en Haití, primera república independiente en nuestra América y a la sazón única de su condición étnica en el mundo, es la Asamblea de Los Cayos, donde los principales generales patriotas que también habían llegado de Cartagena discuten a Bolívar la jefatura de la expedición. La intervención del Presidente, más la de Brion, quien sería designado almirante (y a quien Bolívar llamaría tiempo después “el primer protector de América”) resuelve el diferendo. Como tenía que ser, pues ninguno de los otros poseía al unísono los atributos de caudillo militar, jefe político, hombre de sólida cultura e ideólogo revolucionario. No lo veía así entonces el bravo Mariano Montilla, retador, perdedor y perdonado.

La expedición partió de puerto haitiano (31/6/16) con seis goletas (en la película se muestra solo una). Se presenta una batalla triunfal, con el abordaje del bergantín español “El Intrépido”, en la que toma parte Pepita Machado, otra importante amada de Bolívar.

En la película se crea un personaje (parece que extraído de alguna mención no común) como contraparte de Bolívar o representante de la España perseguidora. Es “el Polaco”, estupendamente encarnado por Jorge Reyes.

Como estupendas son las actuaciones de los actores y actrices todos –no  puede excluirse de la mención Roque Valero– en diálogos y situaciones muy cuidados. Y estupendos sonido, color, encuadre, dirección.

Los venezolanos en general parecemos estar en deuda con nuestro cine. Que a estas alturas ya se ha alargado los pantalones y merece el respaldo de su público. Me permito felicitar calurosamente a Luis Alberto Lamata por esta entrega –sin desmedro de otras suyas muy valiosas–, que nos llena de emoción de patria. Y exhorto a los compatriotas, a todos quienes se sientan consustanciados con el gentilicio, a no dejar de ver la película, con un Bolívar que es un hombre como cualquiera y al mismo tiempo el vencedor de dificultades que enseña a luchar para hacer realizables las utopías.

domingo, 11 de agosto de 2013

Los “socialismos hermoseadores” o reformismo


Los “socialismos hermoseadores” o reformismo

Freddy J. Melo

 

Nuestra revolución bolivariana asienta sobre el sólido fundamento de la democracia participativa y protagónica su perspectiva de triunfo en el proceso nacional-liberador y socialista. Sólido para enfrentar al poderoso enemigo, en cuya panoplia no son las menos peligrosas las armas de la insidia, jugadas en lo interno, algunas quizá sin plena conciencia de culpa. Burocracia, corrupción, reformismo, quintacolumnismo. Me referiré a la tercera.

En el curso del desarrollo del capitalismo el gran problema de la burguesía y sus adláteres es el de no poder salirse del ámbito de la mentira, pues hasta cuando manejan verdades ellas van inevitablemente inscritas en un espacio mayor de falsedad.

Se trata de una condición de hierro presente en la historia desde la división de la sociedad en clases, obligados los sectores dominantes a tejer leyendas justificativas de los privilegios creados a partir del despojo de las mayorías, y a construir modos de pensar y actuar que a través de mil efectos mediatizadores pasan a ser de corriente o general aceptación, pero sin poder evitar que ojos zahoríes los descubran, denuncien y forjen las materias primas conceptuales, cada vez más perspicaces, de las luchas liberadoras.

En el terreno de la política las clases dominantes han mentido a placer, tramando “constructos” ideológicos y organizativos destinados a conjurar los sueños de justicia de los explotados, mas no han podido detener las revoluciones cuando ellas han sido amasadas por los pueblos. Dentro de esos constructos revisten especial importancia los dirigidos a mellar el filo revolucionario del socialismo científico fundado por Marx y Engels, coincidiendo en el cambio de la idea de “revolución” por la de “reforma” y el batido de ambas hasta volverlas confusas y antitéticas.

Desde luego, como he dicho en otro escrito, las reformas para cambios sociales sustantivos son revolucionarias y nada tienen de “reformismo”. Las reformas son “reformistas”, valga la expresión, cuando apuntan a sostener el orden de explotación existente, mediante modificaciones cosméticas o “gatopardianas”, que no tocan los aspectos o problemas esenciales. Frente a las tesis marxistas el reformismo surgió en calidad de “interpretación” o de “revisión”, manteniendo como objetivo declarado el socialismo, pero sin dar un paso positivo, cierto, hacia la superación del capitalismo.

Ir al socialismo mediante la “extensión de los derechos civiles”  y el “sufragio universal”, lo cual establecería una mayoría de trabajadores que “obligaría” a los cambios, “hasta llegar a la sociedad de iguales”; o bien combinando la acción legislativa con las luchas sindicales y la democracia formal; o lográndolo a través de la “democracia pura”, la conquista parlamentaria del Estado y el “convencimiento de la burguesía”; o mediante reformas que producirían “la evolución gradual de la sociedad”: planteamientos como esos, que en ciertas condiciones hubieren podido representar retos efectivos al capital, no fueron, de manos de quienes en la segunda mitad del siglo XIX fundaron el reformismo y el revisionismo –los alemanes Fernando Lasalle y Eduardo Bernstein, el austríaco Carlos Kautsky, los ingleses Sidney y Beatriz Webb, entre otros–, sino un modo de frenar las transformaciones revolucionarias, salvar a sus capitalismos nacionales, participar en sus guerras interimperialistas y dividir y desorganizar a “sus” clases obreras.

De allí devino un proceso crecientemente degenerativo de la socialdemocracia. Un curso similar seguiría el llamado socialcristianismo. Tales propuestas buscaban y buscan en realidad llevar a la mente de los explotados la idea de que se puede “resolver el problema social” dentro del capitalismo, acicalando aquí y allá, tratando de hacer más atractiva la faz del sistema. Son los denominados “socialismos hermoseadores”.

Los cuales, bien mirados, constituyen un homenaje asustado de la burguesía, de sus intelectuales y teóricos propios y pequeñoburgueses agregados, al poderío de ese concepto; un reconocimiento a la pertinencia de las ideas de cooperación y ayuda mutua, solidaridad, amor, igualdad, justicia, soberanía popular real, democracia en profundidad, libertad sin necesidad, construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados, etcétera; un intento de adueñarse de la capacidad de esperanza y sueño que el socialismo representa para las masas desposeídas; una pieza más de la gigantesca organización de la mentira con que el sistema capitalista, en todas sus expresiones, ha venido gobernando al mundo

 

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