Palabras de analista
Socióloga, profesora universitaria, directora ejecutiva del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos y coordinadora del Observatorio de Medios de Venezuela, Maryclen Stelling prefiere verse como una “analista crítica del proceso bolivariano”.
El peligro es que ahora hagamos de Chávez un objeto mágico”
Socióloga, profesora universitaria, directora ejecutiva del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos y coordinadora del Observatorio de Medios de Venezuela, Maryclen Stelling prefiere verse como una “analista crítica del proceso bolivariano”.
El peligro es que ahora hagamos de Chávez un objeto mágico”
ENTREVISTA
MARYCLEN STELLING, SOCIÓLOGA
—¿Es normal que cuando un líder se enferma, la enfermedad se traslade al cuerpo social?
—Hay que partir de una evaluación de lo que significa Chávez. Él es el líder del proceso bolivariano y la referencia obligada para la oposición a ese proceso. En ese sentido es el líder de todo el país. Es omnipresente, ha ocupado todos los espacios de la vida nacional: no sólo el político, sino también el económico, el religioso, el amoroso y permea hacia el ámbito latinoamericano y mundial. Chávez es el objeto amado y el objeto odiado. Su repentina fragilidad descolocó a todo el espectro político. Es una etapa de orfandad política para todos.
—Comunicacionalmente, ¿cómo se manejó el tema?
—Hubo un silencio comunicacional. No sé si la historia lo reivindicará, pero, en mi opinión, permitió que corrieran rumores angustiantes, apocalípticos y conducidos por la oposición y por las columnas de chismes. Esa gente se apoderó de la enfermedad del Presidente, se la quitó al Gobierno.
—Después de ese silencio, el Presidente aparece con un mensaje espeluznante. ¿Qué ocurrió en ese momento?
—Es una segunda etapa. El Presidente sale visiblemente disminuido, con una voz que no es la de él, quebrada en ciertos momentos, afectada por la emoción. Tiene mal color, está delgado y aparece leyendo el discurso, algo inusual. Es un tremendo impacto para los seguidores porque se confirma que su objeto amado está enfermo, que puede desaparecer y dejarlos abandonados. Y para los opositores, pues existe la posibilidad real de la desaparición de su objeto odiado. El país tuvo dos caras: la del pánico y la tristeza; y la de la revancha, para no usar calificativos.
—¿Y el regreso al país?
—Allí se inicia otra etapa: es una especie de nuevo Santa Inés. Hizo rememorar cuando reconoció que la oposición había recogido las firmas para el referendo. O el 13 de abril, cuando regresó de una posible muerte. Es una etapa de esperanza, un momento importante en el que se puede rescatar la fe. El peligro es que hagamos de Chávez una especie de objeto mágico, que ya no lo pensemos como un ser humano, que se genere una suerte de culto, un ser casi sobrenatural y se descuiden las fuerzas terrenales que necesitamos para las batallas que vienen.
—¿Cambiará el formato de liderazgo del Presidente?
—Supongo que sí. Ya tuvo un aviso de su organismo y no podrá, en lo sucesivo, permanecer ocho horas hablando en cualquier acto. Tendrá que aprender a delegar, a compartir el poder, lo cual supone un aprendizaje de su equipo y del pueblo, que tiene que entender que el Presidente ya no estará hasta en la sopa. Será una adaptación difícil porque la revolución ha sido de un solo hombre y no de un equipo. Esto ha servido hasta el momento en que ese solo hombre se enfermó y nos agarró desprevenidos. Eso hay que subsanarlo rápidamente.
—Los peores periodistas y los peores medios (en el sentido moral) al final tenían la razón. Sin embargo, luego del retorno al país del Presidente, muchos de ellos parecen dispuestos a desmentirse, han comenzado a decir que, en realidad, el Presidente no está enfermo…
—Esa tesis surgió desde un principio. Luego la han retomado algunos voceros de la oposición, pero la realidad la está negando. No descarto que el retorno antes del 5 de julio haya tenido un motivo político-electoral, pero las evidencias desdicen la tesis de que se inventó la enfermedad.
—En última instancia, ¿cómo se verán afectadas las elecciones de 2012?
—Son el contexto crucial para analizar el tema. ¿Qué hacemos sin Chávez, si en los últimos 12 años él ha llevado el peso de todas las elecciones, así sean las de las hormigas en sus hormigueros? Ese panorama preelectoral con Chávez ausente abre espacios de esperanza para la oposición. Sacan sus cuentas: “si hemos venido aumentando el caudal de votos y el chavismo está estancado, sin Chávez es pan comido”.
—¿Es de presumir que al calentarse el ambiente electoral, los líderes de la oposición comiencen a referirse más descarnadamente a la enfermedad del Presidente?
—Sí. Ya he leído cosas descarnadas, de esas que a veces una piensa de algún adversario y luego se avergüenza sólo de haberlas pensado. Ante la posible ausencia de Chávez se alborotaron todos los demonios.
—¿Es posible que ese discurso cale en la gente que la oposición necesita para ganar unas elecciones: los ni-ni y una parte del chavismo?
—No sé, tal vez no porque es revanchista, mezquino, no cristiano. Si el Presidente sigue como ha ido en estos días, con apariciones moderadas, ese discurso se va a aplacar.
—Existe la posibilidad de que el Presidente, aún recuperado, no pueda asumir la candidatura, ¿cómo se vislumbra la sucesión? ¿Será alguien que él mismo designe?
—Hay dos opciones: que él lo elija a dedo, como ha hecho en otras ocasiones; o que lo elija el Psuv. Éste es el momento de que el Psuv demuestre que es un partido y no una maquinaria electoral. Lo más sano, democráticamente, sería a través del partido, pero no sé si sería lo más acertado electoralmente. Claro, cualquier sucesor de Chávez, en el supuesto de que él no se presente, carecerá, igual que el candidato de la oposición, de las características carismáticas del Presidente, porque un liderazgo así sucede cada no sé cuántos años y no se compra en la botica, no es endosable.
—Y en caso de ser el candidato, ¿parece más viable su victoria ahora que antes de la enfermedad?
—Sí, porque la enfermedad le colocó un halo y subrayó el miedo de sus seguidores a perderlo. Su campaña tendrá en cuenta esos elementos y será súper beneficioso para los resultados.
MARYCLEN STELLING, SOCIÓLOGA
—¿Es normal que cuando un líder se enferma, la enfermedad se traslade al cuerpo social?
—Hay que partir de una evaluación de lo que significa Chávez. Él es el líder del proceso bolivariano y la referencia obligada para la oposición a ese proceso. En ese sentido es el líder de todo el país. Es omnipresente, ha ocupado todos los espacios de la vida nacional: no sólo el político, sino también el económico, el religioso, el amoroso y permea hacia el ámbito latinoamericano y mundial. Chávez es el objeto amado y el objeto odiado. Su repentina fragilidad descolocó a todo el espectro político. Es una etapa de orfandad política para todos.
—Comunicacionalmente, ¿cómo se manejó el tema?
—Hubo un silencio comunicacional. No sé si la historia lo reivindicará, pero, en mi opinión, permitió que corrieran rumores angustiantes, apocalípticos y conducidos por la oposición y por las columnas de chismes. Esa gente se apoderó de la enfermedad del Presidente, se la quitó al Gobierno.
—Después de ese silencio, el Presidente aparece con un mensaje espeluznante. ¿Qué ocurrió en ese momento?
—Es una segunda etapa. El Presidente sale visiblemente disminuido, con una voz que no es la de él, quebrada en ciertos momentos, afectada por la emoción. Tiene mal color, está delgado y aparece leyendo el discurso, algo inusual. Es un tremendo impacto para los seguidores porque se confirma que su objeto amado está enfermo, que puede desaparecer y dejarlos abandonados. Y para los opositores, pues existe la posibilidad real de la desaparición de su objeto odiado. El país tuvo dos caras: la del pánico y la tristeza; y la de la revancha, para no usar calificativos.
—¿Y el regreso al país?
—Allí se inicia otra etapa: es una especie de nuevo Santa Inés. Hizo rememorar cuando reconoció que la oposición había recogido las firmas para el referendo. O el 13 de abril, cuando regresó de una posible muerte. Es una etapa de esperanza, un momento importante en el que se puede rescatar la fe. El peligro es que hagamos de Chávez una especie de objeto mágico, que ya no lo pensemos como un ser humano, que se genere una suerte de culto, un ser casi sobrenatural y se descuiden las fuerzas terrenales que necesitamos para las batallas que vienen.
—¿Cambiará el formato de liderazgo del Presidente?
—Supongo que sí. Ya tuvo un aviso de su organismo y no podrá, en lo sucesivo, permanecer ocho horas hablando en cualquier acto. Tendrá que aprender a delegar, a compartir el poder, lo cual supone un aprendizaje de su equipo y del pueblo, que tiene que entender que el Presidente ya no estará hasta en la sopa. Será una adaptación difícil porque la revolución ha sido de un solo hombre y no de un equipo. Esto ha servido hasta el momento en que ese solo hombre se enfermó y nos agarró desprevenidos. Eso hay que subsanarlo rápidamente.
—Los peores periodistas y los peores medios (en el sentido moral) al final tenían la razón. Sin embargo, luego del retorno al país del Presidente, muchos de ellos parecen dispuestos a desmentirse, han comenzado a decir que, en realidad, el Presidente no está enfermo…
—Esa tesis surgió desde un principio. Luego la han retomado algunos voceros de la oposición, pero la realidad la está negando. No descarto que el retorno antes del 5 de julio haya tenido un motivo político-electoral, pero las evidencias desdicen la tesis de que se inventó la enfermedad.
—En última instancia, ¿cómo se verán afectadas las elecciones de 2012?
—Son el contexto crucial para analizar el tema. ¿Qué hacemos sin Chávez, si en los últimos 12 años él ha llevado el peso de todas las elecciones, así sean las de las hormigas en sus hormigueros? Ese panorama preelectoral con Chávez ausente abre espacios de esperanza para la oposición. Sacan sus cuentas: “si hemos venido aumentando el caudal de votos y el chavismo está estancado, sin Chávez es pan comido”.
—¿Es de presumir que al calentarse el ambiente electoral, los líderes de la oposición comiencen a referirse más descarnadamente a la enfermedad del Presidente?
—Sí. Ya he leído cosas descarnadas, de esas que a veces una piensa de algún adversario y luego se avergüenza sólo de haberlas pensado. Ante la posible ausencia de Chávez se alborotaron todos los demonios.
—¿Es posible que ese discurso cale en la gente que la oposición necesita para ganar unas elecciones: los ni-ni y una parte del chavismo?
—No sé, tal vez no porque es revanchista, mezquino, no cristiano. Si el Presidente sigue como ha ido en estos días, con apariciones moderadas, ese discurso se va a aplacar.
—Existe la posibilidad de que el Presidente, aún recuperado, no pueda asumir la candidatura, ¿cómo se vislumbra la sucesión? ¿Será alguien que él mismo designe?
—Hay dos opciones: que él lo elija a dedo, como ha hecho en otras ocasiones; o que lo elija el Psuv. Éste es el momento de que el Psuv demuestre que es un partido y no una maquinaria electoral. Lo más sano, democráticamente, sería a través del partido, pero no sé si sería lo más acertado electoralmente. Claro, cualquier sucesor de Chávez, en el supuesto de que él no se presente, carecerá, igual que el candidato de la oposición, de las características carismáticas del Presidente, porque un liderazgo así sucede cada no sé cuántos años y no se compra en la botica, no es endosable.
—Y en caso de ser el candidato, ¿parece más viable su victoria ahora que antes de la enfermedad?
—Sí, porque la enfermedad le colocó un halo y subrayó el miedo de sus seguidores a perderlo. Su campaña tendrá en cuenta esos elementos y será súper beneficioso para los resultados.
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