«Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: «Cierren los ojos y recen». Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia».
516 años después...
Hace 516 años, con el mal llamado descubrimiento de América, se realizó el primer engaño que se le impuso a los habitantes de estas tierras.
El invasor europeo, en su afán expansionista, aplicó a la sociedad existente la legislación utilizada al localizar un territorio virgen para ser poblado. Pero ocurre que en este continente había un hombre originario, con su propio hábitat y organización. Y es sobre esta sociedad que recae el peso de la invasión europea, con todo su poder de fuego y destrucción.
Se adueñaron así de tierras, hombres y frutos, e impusieron su dominio sobre la ceniza de millones de seres humanos. El primer holocausto colectivo de la historia de la humanidad.
Espada y cruz se juntaron para adelantar una empresa que aún no concluye. A los sobrevivientes se les aplicó la sentencia: ¡hazte cristiano o muere! Un ciclo de muerte que se extiende más allá de la bula del papa Clemente, quien, luego del exterminio de más de 20 millones de seres, les reconoció a los nativos condición de gente con alma. Desde entonces nos han dividido entre descubridores y descubiertos. Dos instancias de un mismo vínculo invasor.
Por ello, desde hace tres décadas planteamos la perspectiva histórica de Los No Descubiertos, una conciencia y condición diferentes, para quienes no hay sociedades cubiertas o encubiertas, superiores o inferiores.
¡Nadie descubre a nadie! Lo que prevalece es la imposición y el dominio que se mantiene y extiende por otras vías, llámese dependientes, colonizados, subdesarrollados o inferiores.
516 años después...
Hace 516 años, con el mal llamado descubrimiento de América, se realizó el primer engaño que se le impuso a los habitantes de estas tierras.
El invasor europeo, en su afán expansionista, aplicó a la sociedad existente la legislación utilizada al localizar un territorio virgen para ser poblado. Pero ocurre que en este continente había un hombre originario, con su propio hábitat y organización. Y es sobre esta sociedad que recae el peso de la invasión europea, con todo su poder de fuego y destrucción.
Se adueñaron así de tierras, hombres y frutos, e impusieron su dominio sobre la ceniza de millones de seres humanos. El primer holocausto colectivo de la historia de la humanidad.
Espada y cruz se juntaron para adelantar una empresa que aún no concluye. A los sobrevivientes se les aplicó la sentencia: ¡hazte cristiano o muere! Un ciclo de muerte que se extiende más allá de la bula del papa Clemente, quien, luego del exterminio de más de 20 millones de seres, les reconoció a los nativos condición de gente con alma. Desde entonces nos han dividido entre descubridores y descubiertos. Dos instancias de un mismo vínculo invasor.
Por ello, desde hace tres décadas planteamos la perspectiva histórica de Los No Descubiertos, una conciencia y condición diferentes, para quienes no hay sociedades cubiertas o encubiertas, superiores o inferiores.
¡Nadie descubre a nadie! Lo que prevalece es la imposición y el dominio que se mantiene y extiende por otras vías, llámese dependientes, colonizados, subdesarrollados o inferiores.
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