El PCV y el PPT en la Revolución
Alberto Müller Rojas
El Presidente Hugo Chávez, en una de sus intervenciones políticas de la semana pasada, calificó al PCV y al PPT como organizaciones contrarrevolucionarias. Y como respuesta, voceros de ambos partidos, minimizando la acusación, la colocaron como un incidente coyuntural propio del ambiente electoral presente. O sea, como si Chávez fuese agente de campaña de los candidatos del PSUV en los estados y municipios, especialmente donde estos partidos tienen candidatos propios. No como es. Como una acción política-estratégica, coordinada por el PSUV, dirigida a contrarrestar los esfuerzos de la contrarrevolución, por demás evidentes, destinados a desestabilizar nuestro sistema político. Y con ello, el proceso de integración del sur para la formación de un bloque antiimperialista.
Si como se confiesan, ambas organizaciones son socialistas y revolucionarias, deben comprender el papel estratégico de las elecciones, que no es el lograr el control burocrático-administrativo de algunos estados o municipios. Lo que tampoco es el objetivo de los opositores. Como se señala en el texto de la tesis socialista, las elecciones son un artilugio táctico para lograr el control del poder del Estado a favor de las clases y estamentos populares, como lo han sido también para los sectores privilegiados, que hoy transnacionalizados, intentan mantener no sólo el gobierno del sistema político venezolano, sino la hegemonía en el sistema internacional. De allí que su exclusión voluntaria de la convocatoria a su integración en el PSUV, a donde concurrieron sus cuadros más notables, no puede interpretarse de otra manera que como un deslinde del proceso liderado por Chávez.
Es un demarque que no define discrepancias con la conducción del proceso, que pudiesen ser objeto de debate. Por el contrario se presentan como revolucionarios en la línea “chavista”, aun cuando no acompañen el objetivo de la acción electoral. Una ambigüedad que confunde a las bases sociales revolucionarias, y crea incertidumbre sobre su conducta futura en la dirección colectiva de la revolución. Unas dudas legítimas, sustentadas en las experiencias previas. No es la retórica ortodoxa del PCV, que recuerda la de la distensión soviética que rompió el multilateralismo, ni la praxis oportunista del PPT, rememoradora de la conducta de la Causa R de Velásquez, las creadoras de confianza sobre su deber con la Revolución. Sería sólo el compromiso con la unidad del proceso lo que vencería la ambigüedad enmarañadora y la desconfianza sobre su conducta. Hechos que favorecen al adversario.
Es en ese análisis en donde se sustenta la calificación de contrarrevolucionarios que les adjudica Chávez. Y no son las acusaciones de esos partidos, excluyentes por naturaleza, sobre la falta de selección de los militantes del PSUV, o las de “corrupción” en sus cuadros de gobierno, las eximentes sobre esa evaluación de su conducta. Los integrantes de la organización socialista son venezolanos; su conducta revolucionaria no la sustentan en la creencia de una superioridad moral sobre el resto de sus compatriotas; y, su convicción socialista se deriva de su necesidades de libertad y solidaridad, sólo posibles en una comunidad de iguales.
El Presidente Hugo Chávez, en una de sus intervenciones políticas de la semana pasada, calificó al PCV y al PPT como organizaciones contrarrevolucionarias. Y como respuesta, voceros de ambos partidos, minimizando la acusación, la colocaron como un incidente coyuntural propio del ambiente electoral presente. O sea, como si Chávez fuese agente de campaña de los candidatos del PSUV en los estados y municipios, especialmente donde estos partidos tienen candidatos propios. No como es. Como una acción política-estratégica, coordinada por el PSUV, dirigida a contrarrestar los esfuerzos de la contrarrevolución, por demás evidentes, destinados a desestabilizar nuestro sistema político. Y con ello, el proceso de integración del sur para la formación de un bloque antiimperialista.
Si como se confiesan, ambas organizaciones son socialistas y revolucionarias, deben comprender el papel estratégico de las elecciones, que no es el lograr el control burocrático-administrativo de algunos estados o municipios. Lo que tampoco es el objetivo de los opositores. Como se señala en el texto de la tesis socialista, las elecciones son un artilugio táctico para lograr el control del poder del Estado a favor de las clases y estamentos populares, como lo han sido también para los sectores privilegiados, que hoy transnacionalizados, intentan mantener no sólo el gobierno del sistema político venezolano, sino la hegemonía en el sistema internacional. De allí que su exclusión voluntaria de la convocatoria a su integración en el PSUV, a donde concurrieron sus cuadros más notables, no puede interpretarse de otra manera que como un deslinde del proceso liderado por Chávez.
Es un demarque que no define discrepancias con la conducción del proceso, que pudiesen ser objeto de debate. Por el contrario se presentan como revolucionarios en la línea “chavista”, aun cuando no acompañen el objetivo de la acción electoral. Una ambigüedad que confunde a las bases sociales revolucionarias, y crea incertidumbre sobre su conducta futura en la dirección colectiva de la revolución. Unas dudas legítimas, sustentadas en las experiencias previas. No es la retórica ortodoxa del PCV, que recuerda la de la distensión soviética que rompió el multilateralismo, ni la praxis oportunista del PPT, rememoradora de la conducta de la Causa R de Velásquez, las creadoras de confianza sobre su deber con la Revolución. Sería sólo el compromiso con la unidad del proceso lo que vencería la ambigüedad enmarañadora y la desconfianza sobre su conducta. Hechos que favorecen al adversario.
Es en ese análisis en donde se sustenta la calificación de contrarrevolucionarios que les adjudica Chávez. Y no son las acusaciones de esos partidos, excluyentes por naturaleza, sobre la falta de selección de los militantes del PSUV, o las de “corrupción” en sus cuadros de gobierno, las eximentes sobre esa evaluación de su conducta. Los integrantes de la organización socialista son venezolanos; su conducta revolucionaria no la sustentan en la creencia de una superioridad moral sobre el resto de sus compatriotas; y, su convicción socialista se deriva de su necesidades de libertad y solidaridad, sólo posibles en una comunidad de iguales.
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