En juego
Freddy J. Melo
Se presume que algunos sectores “contras” preferirían la vía democrática, pero no así los dominantes, como lo demuestra el hecho de jamás comprometerse a aceptar los resultados electorales y terminar siempre en tesitura de fraude. En la trascendental confrontación de este año, a la que han entrado disfrazados de pacifistas, se dicen ganadores para animarse, pero se saben perdedores y se desesperan. Por lo cual, picados de macagua como hemos sido, debemos mantenernos alertas.
Y es bueno repetir cuánto estará en juego al votar (y ojalá sea sólo en ese acto). Se trata del más precioso y decisivo de los valores, la independencia o derecho a tener un gobierno autónomo y adoptar decisiones en función del interés del pueblo y con su participación soberana; a operar el petróleo para Venezuela y no para los consorcios y sus bien cebados meritócratas; a garantizar que los recursos minerales, hídricos y biológicos con que nos dotó la naturaleza sean elementos de nuestro desarrollo y no presas de la ambición imperialista, y las relaciones diplomáticas, comerciales, económicas, financieras y culturales del país manejadas sin interferencias ni dictados exógenos; a impedir el restablecimiento del poder político antinacional bajo cuyo dominio nuestro pueblo conoció dictaduras y falsas democracias, fue despojado de recursos y derechos y condenado a exclusión y pobreza, y vio sus mejores hijo(a)s sometido(a)s a persecución, con tortura, prisión y muerte en calles, montañas, cárceles y desapariciones.
No existe la menor posibilidad de que un gobierno formado por remanentes y herederos de la cuarta república, organizado, dirigido y pagado desde el Norte, sea distinto a los últimos por ellos prohijados: los de la perversión adecopeyana o el del carmonato fascista. Y para conjurar cualquier riesgo al respecto es preciso cerrarles el paso, fin al cual el próximo 7 de octubre la Revolución obtendrá otra contundente victoria, con el pararrayos de adversidades Hugo Chávez al frente de su pueblo.
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