jueves, 11 de octubre de 2012

EL CAMINO DE VENEZUELA

El camino de Venezuela
Freddy J. Melo

El resultado de la consulta del domingo pasado demuestra una vez más que Hugo Chávez Frías es el líder y la Revolución Bolivariana el camino de Venezuela. Todas las fuerzas contrarrevolucionarias de Europa, EE.UU. y América Latina, tensadas al máximo, prodigaron a sus “protegidos” vernáculos, provistos también de todos sus hierros, cuanto recurso mediático, político y financiero juzgaron necesario para frustrar el triunfo gubernamental, en un aquelarre de mentira e infamia que no por recurrente deja de asombrar el sentido de la decencia y la sindéresis.

No obstante, bajo la conducción de un jefe político que asentó de nuevo el poderío catalizador de su liderazgo, volvimos a ver la alegría y entusiasmo de las multitudes y se ratificó la convicción de que con ellas en acción consciente las grandes tareas planteadas se resolverán conforme a las posibilidades que encierran.

Recordemos el objetivo esencial: conquistar la mayor suma de felicidad posible para nuestro pueblo; y reafirmemos la conciencia de lo que esa aspiración nos exige sine qua non: realizar la liberación nacional, a fin de ser dueños de nuestro destino como país, y la liberación social, para serlo de nuestras propias vidas. Una y otra son consustanciales, no pueden realizarse por separado, e implican enfrentar y vencer al enemigo histórico, el bloque de poder imperialista-oligárquico, lo cual requiere a su vez forjar las armas de la unidad interna del pueblo, con sus clases y capas progresistas nucleadas alrededor de la clase obrera, y de la unidad continental bolivariana, para tornar invulnerables las victorias. En ese empeño nos encontramos, pero las dificultades son inmensas y no pocos los tropiezos.

Al respecto es preciso reconocer que la voluntad falsificadora de la oposición obtuvo dividendos otra vez. Como ha dicho Fidel y siempre se recuerda, en Venezuela no hay cuatro millones de oligarcas y por supuesto mucho menos seis. De modo que tenemos un déficit de conciencia de clase que permite a una ínfima minoría de explotadores –utilizando el correaje de la estructura pequeñoburguesa de politiqueros construida y reciclada en el curso de varias décadas– poner a su servicio para la acción política a una importante porción de los explotados. La culpa no puede ser imputable sino a nosotros mismos, los revolucionarios, tanto a quienes dentro o fuera del Gobierno no nos hemos esforzado en clarificar y acerar las convicciones, y debido a esa carencia no hemos estado en capacidad de ayudar a consolidarlas y convertirlas en fuerza material como patrimonio del pueblo, cuanto a quienes dentro del aparato gubernamental no han podido superar la maldita carga heredada de burocratismo, corrupción e ineficiencia, ni por consiguiente transformar el Estado burgués en uno de servicio colectivo, instrumento indispensable para la transición al socialismo.
Se abre un período en que las erres del Presidente deben hacerse carne de realidad y no un saludo a la bandera.

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