Hace 20 años, un 4F
En la Circunvalación 1 de Maracaibo, a la altura del puente de Sabaneta, los convoyes militares controlaban el tránsito de vehículos desde las diez menos cuarto de la noche del 3 de febrero.
Los soldados llevaban los brazaletes tricolores atados en el brazo y trataban a las personas con mucha educación.
-“Adelante ciudadano”, me dijo el muchacho uniformado que se me acercó, tenía una cara de buena gente que no la salta un venado; le dije a mi compañera: -“Estos son de los nuestros”.
Los soldados llevaban los brazaletes tricolores atados en el brazo y trataban a las personas con mucha educación.
-“Adelante ciudadano”, me dijo el muchacho uniformado que se me acercó, tenía una cara de buena gente que no la salta un venado; le dije a mi compañera: -“Estos son de los nuestros”.
Cuando unos compañeros me avisaron que esa noche habría alzamiento militar, pero que no estaban seguros de qué bando era la cosa, tomé una bolsa de cuero que guardaba con monedas para la ocasión y me fui a los teléfonos públicos de la CANTV, para hacer unas llamadas claves, tal como eran mis instrucciones.
Marqué el número de mi correaje en Caracas y me respondió que sí, que “el juego ya empezó” y que el “equipo que bateaba era el nuestro”.
Con el corazón galopando me trasladé al lugar acordado, donde debía esperar el contacto de “Flamingo” o “Pancho”, seudónimo del que –según me había dicho un mes atrás Alí Rodríguez- sería el jefe militar de la operación en el Zulia.
Alí me citó para vernos en Valencia en la sede de un banco privado que quedaba en la Avenida Bolívar. La reunión fue de madrugada. El enlace lo hizo Douglas Pérez, quien me llamó desde Acarigua mientras yo estaba en plena luna de miel. Mi joven esposa supo precozmente que esos asuntos de patria no perdonan placeres.
Marqué el número de mi correaje en Caracas y me respondió que sí, que “el juego ya empezó” y que el “equipo que bateaba era el nuestro”.
Con el corazón galopando me trasladé al lugar acordado, donde debía esperar el contacto de “Flamingo” o “Pancho”, seudónimo del que –según me había dicho un mes atrás Alí Rodríguez- sería el jefe militar de la operación en el Zulia.
Alí me citó para vernos en Valencia en la sede de un banco privado que quedaba en la Avenida Bolívar. La reunión fue de madrugada. El enlace lo hizo Douglas Pérez, quien me llamó desde Acarigua mientras yo estaba en plena luna de miel. Mi joven esposa supo precozmente que esos asuntos de patria no perdonan placeres.
Al amanecer del 4 de febrero, como nadie llegó a buscarnos, me movilicé con algunos camaradas hasta el centro de la ciudad a intentar sumarnos espontáneamente a la protesta armada, pero ya la insurrección había sido derrotada.
En un primer momento el alzamiento en el Zulia fue victorioso, llegando a controlar lugares claves de la vida militar y gubernamental. Luego las fuerzas leales al gobierno de Carlos Andrés Pérez lanzaron una fuerte contraofensiva y ganaron el estado.
Los días siguientes fueron de persecución y sigilo. Vivimos la paradoja de que sólo nuestros enemigos sabían del compromiso que teníamos con la acción bolivariana, porque con nuestros compañeros uniformados, nunca hubo encuentro previo que permitiera la coordinación necesaria.
En un primer momento el alzamiento en el Zulia fue victorioso, llegando a controlar lugares claves de la vida militar y gubernamental. Luego las fuerzas leales al gobierno de Carlos Andrés Pérez lanzaron una fuerte contraofensiva y ganaron el estado.
Los días siguientes fueron de persecución y sigilo. Vivimos la paradoja de que sólo nuestros enemigos sabían del compromiso que teníamos con la acción bolivariana, porque con nuestros compañeros uniformados, nunca hubo encuentro previo que permitiera la coordinación necesaria.
Fue en la prensa donde por fin pudimos conocer a Pancho. A Chávez lo vimos por televisión. Era la cara misma del pueblo irredento.
Pasados veinte años de aquella gesta, es innegable la trascendencia histórica de la insurrección bolivariana, que significó para nuestro país, lo que el asalto al Cuartel Moncada para Cuba. Ambas fueron derrotas militares transformadas en victorias políticas.
Pasados veinte años de aquella gesta, es innegable la trascendencia histórica de la insurrección bolivariana, que significó para nuestro país, lo que el asalto al Cuartel Moncada para Cuba. Ambas fueron derrotas militares transformadas en victorias políticas.
El balance es incuestionable. Venezuela es hoy un país con tribuna en la escena internacional. Somos sinónimo de esperanza para los pueblos.
Los logros sociales, culturales y económicos del proceso revolucionario irrigan la vida de una nación en movimiento, que avanza a tropel tras su emancipación definitiva y su consolidación como potencia justa y solidaria.
Bien valió la pena aquél 4F.
Los logros sociales, culturales y económicos del proceso revolucionario irrigan la vida de una nación en movimiento, que avanza a tropel tras su emancipación definitiva y su consolidación como potencia justa y solidaria.
Bien valió la pena aquél 4F.
Yldefonso Finol
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